La vida brumosa de Berlusconi | El Nuevo Siglo
Viernes, 16 de Junio de 2023

• Paradigma de la política mediática

• Décadas al borde de la ilegalidad

 

 

Italia, uno de los principales referentes de la civilización occidental, con sus aportes incomparables al derecho, la industria, el pensamiento y las artes, es también, en las últimas décadas, una democracia turbulenta e inestable, afectada por el clientelismo y por la influencia corrosiva de la ilegalidad en la política. Un escenario óptimo para el temperamento y naturaleza del recién fallecido empresario y tres veces exprimer ministro, Silvio Berlusconi.

Inteligente, visionario, laborioso, perseverante, dotado con una simpatía cautivante y una enorme habilidad para hacer contactos y relaciones, Berlusconi desarrolló una fulgurante carrera como empresario y como político, que lo convirtió en uno de los hombres más ricos del planeta.

En sus primeros tiempos fue cantante de cruceros por los mares de Europa e inició su fortuna como constructor en Milán. De esa época vienen los primeros cuestionamientos porque su primer financiador fue el Banco Rasini -donde trabajó su padre- entidad vinculada con negocios turbios de la mafia.

Dos decisiones de esos años retratan con precisión su personalidad y la naturaleza de sus actuaciones. Para despejar las ventas de “Milano Dos” una de las urbanizaciones emblemáticas que construyó, afectadas por el tráfico aéreo del aeropuerto de Linate, donó un lote y financió la construcción en la vecindad del Hospital de San Rafael, cuya entrada en funcionamiento obligó a las autoridades a desviar el tráfico aéreo hacia otro corredor. También compró, a un precio casi simbólico, su estupenda mansión de Arbore, en los suburbios de Milán, a la incauta hija y heredera de un conde que asesinó a su esposa y a su amante y se suicidó. El abogado Cesare Previti traicionó a su cliente y la convenció de dar la propiedad a Berlusconi a un pecio pírrico con lo cual logró la gratitud eterna del magnate quien años después lo hizo congresista y ministro de Defensa.

Convertido en próspero constructor fue en los medios en donde Berlusconi se convirtió en magnate. Vio y aprovechó mejor que nadie, en los años ochenta, la oportunidad que representaba desafiar el monopolio de la RAI en la televisión y para violar los reglamentos, creó mediante un truco de repetidoras locales cuatro cadenas nacionales innovadoras y atractivas que pronto se hicieron también poderosas. Su amigo, el entonces primer ministro Bettino Craxi lo salvó del acoso legal que lo amenazaba y le permitió consolidar su imperio. Creció, gracias a ello, su perfil de empresario exitoso que reforzó al comprar y crear una ruta ganadora al equipo Milán de fútbol. Compró también diarios, revistas y canales de televisión en varios países.

En los noventa, tras la caída por corrupción de la coalición pentapartidista que lideraba Craxi, irrumpió en la política No tenía ni la cultura ni la formación de los líderes en desgracia-Craxi y Andreotti principalmente- pero apoyado en el poder de su imperio mediático surgió como el líder para los nuevos tiempos, que en muchos aspectos resultaron peores que los precedentes.

Junto con la Italia de la creación y del trabajo, de la innovación y la excelencia, convive la de la “furbizia”, aquella de los astutos y los listos, los audaces y oportunistas, que actúan en su provecho, dentro de estrechos límites éticos, siempre cerca de la ilegalidad, pero además dotados con habilidades y recursos para salirse con la suya. Berlusconi fue intérprete, paradigma y líder en amplios sectores, de ese componente avivato y de pocos escrúpulos de parte de la población italiana. Rompió límites éticos para gobernar en beneficio de los grandes negocios y también de sus intereses personales. Acosado por múltiples demandas y procesos, hizo todo lo imaginable para evadir la acción de la justicia, incluyendo definir y promulgar normas a la medida de sus necesidades. Usó también el poder para aumentar su fortuna con magnates aliados en varios países, incluido Putin en Rusia. En desarrollo de sus campañas y para estabilizarse en el gobierno, fue precursor de la política mediática, de la desinformación y de las falsas noticias, que ejercerían después amigos suyos como Donald Trump o Boris Johnson.

La naturaleza turbia de algunos de sus negocios, su vida de libertino y mujeriego, lo mantuvieron en relación estrecha con los tribunales durante sus últimos años, asesorado por un grupo de grandes abogados que siempre lo pusieron a salvo, a quienes pagó fortunas y elevó a las máxima posiciones del estado. Llegó hasta donde se lo permitió su organismo y murió esta semana por leucemia, en la ciudad de sus éxitos, rodeado por su familia, el amor y la antipatía de muchos italianos y gozando de casi absoluta impunidad.