Lágrimas por Mandela | El Nuevo Siglo
Sábado, 7 de Diciembre de 2013

*El legado de paz

*Son conflictos diferentes

 

En  casi todo el planeta el duelo que embarga a las gentes por el fallecimiento de Nelson Mandela en  Johannesburgo se manifestó de manera espontánea por las lágrimas en los rostros acongojados, incluso de algunos de los que fueron sus contendores en Sudáfrica, que defendían el predominio político, económico y social de la minoría blanca. La historia de ese país nos dice que en los tiempos antiguos no estuvo esa tierra poblada por tribus negras, quizá por cuanto el clima en esa época con estaciones moderadas no los atraía. Modernamente fueron los blancos los que, inicialmente, lo poblaron, llevaron a los trabajadores de diversas  razas  a trabajar allí, así los más llegaran de manera clandestina por los altos salarios que se podrían ganar para desempeñarse en labores agrícolas y de minería. Los blancos, mediante el apartheid y la mano de obra de otras razas, consiguieron convertir el país en el más próspero de la región, una suerte de potencia, pese a que lo mantenían dividido por razas y en casi todas las actividades, incluso religiosas, con excepción de la religión católica que no acepta ese tipo de discriminaciones. Por esas razones, las potencias de Occidente rechazaron al principio con cierta hipocresía y posteriormente, con mayor convicción el apartheid.

Por el simple fenómeno que Thomas  Malthus, en  sus estudios sobre el crecimiento de la población, pronosticaba. El peso demográfico de la multiplicación más rápida de los negros, determinaría tarde o temprano la explosión social o el triunfo electoral para llegar al poder. Por lo que los blancos se organizaron en sociedades secretas, establecieron su propio partido, mantuvieron un control férreo de  la política y les negaban los derechos políticos a los negros. Los choques raciales entre los bandos se multiplicaron, las masas salían a las calles dirigidas en diversas ocasiones por Mandela. Hasta que el gobierno lo condenó a prisión por delitos políticos, dado que no apeló al terrorismo para llegar al poder. Y por defender su causa pasó más de 27 años en prisión. Sin que el estar privado de la libertad física consiguiera minar su carácter ni su capacidad de razonar y volar. Al salir de prisión su joven esposa estaba por el uso de la violencia y otras aventuras, la repudió y siguió con su prédica de paz e integración racial. En el poder estaba el jefe visible de la supremacía blanca, Frederik Willem de Klerk, quien entendió que el país avanzaba a una guerra civil que incendiaría el país de extremo a extremo. Por lo que era el momento de entenderse con el moderado Mandela y negociar el fin del apartehid. Esas dos voluntades políticas de bandos antagónicos y hostilidades que parecían irreconciliables, hicieron posible lo imposible, el fin de la segregación oficial y el avance a una democracia por la vía pacífica.

En los últimos años y por la enfermedad de Mandela, algunos de los dirigentes negros han intentado imponer  la segregación negra, sin encontrar eco en la población, consciente del legado de Mandela de defender y profundizar la integración. Pese a ese compromiso político y social, se han presentado algunos abusos contra los blancos, es el caso de Brandon Huntley, que sufrió varias agresiones por su condición  y por tal razón las autoridades canadiense le dieron asilo.

No se equipara el problema político y racial de Sudáfrica, con el fenómeno de la violencia colombiana. En ese país la mayoría que estaba segregada siguió a Mandela por la vía de la protesta pacífica y terminó por hacer valer sus derechos, aquí la minúscula  minoría en armas montó una suerte de apartheid en los territorios bajo su control,  prevalida de los fondos que provienen de los cultivos ilícitos, claro está, sin alegar motivos raciales, sino ideológicos. Los labriegos locales víctimas inocentes del abandono del Estado, fueron  tratados peor que los negros de Sudáfrica, sometidos a trabajos forzados y obligados a militar en las milicias de los violentos para ser usados como carne de cañón.  Es un insulto a la inteligencia comparar al bando subversivo local con el esfuerzo pacifista de Mandela, a sabiendas de que las circunstancias y los hechos no caben como punto lógico de comparación. Así como es un insulto a la memoria de tan grandioso paladín de la libertad, compararlo con quienes han ensangrentado nuestro suelo. Sin descartar las lecciones que nos pueden brindar las negociaciones por la paz en distintos lugares del planeta, mientras no confundamos a la opinión pública. Y, claro, el mejor homenaje a Mandela, alcanzar una  paz negociada.