Milei, en tierra derecha… | El Nuevo Siglo
Lunes, 20 de Noviembre de 2023

* Derrota de la casta populista

* Significado de la nación argentina

 

El contundente triunfo de Javier Milei en Argentina, no solo pone de presente la negativa de ese país a seguir atado a la estruendosa y parasitaria demagogia peronista, sino que hace parte de la actual rebeldía ante el anacronismo de la izquierda latinoamericana para resolver los problemas políticos, económicos y sociales. Lo que en síntesis el nuevo presidente argentino denominó, con voz sonora en todo el continente, derrotar la decadencia y ganar la libertad.

La propuesta de Milei, sustentada en una coalición de derecha y centro-derecha, como era presumible que surgiera de los resultados de primera vuelta, recibió de otra parte un gigantesco respaldo de los jóvenes que hicieron caso omiso a las consignas del miedo ante las posibilidades de un futuro, aunque riesgoso, de cualquier manera, mejor.

Así “el Peluca”, tomando solo uno de los tantos apelativos que tiene, obtuvo más de 14 millones de votos frente a los once del peronismo encarnado en el ministro de Hacienda, Sergio Massa. Y sin que al mismo tiempo su personalidad carismática, extraña e incierta fuera óbice para que la democracia argentina diera un portazo rotundo al inmovilismo y la arrogancia, incluso con índices muy superiores a los señalados por las encuestas, logrando más de diez puntos de diferencia. Para no pocos, una verdadera paliza, al haber pasado el “aparecido” Milei del 30 al 57% del electorado en cosa de semanas: un nítido mensaje de cambio real.

En principio, el problema para desentrañar la histórica jornada electoral de anteayer pasa por precisar el fenómeno peronista, principio y fin de la política durante las múltiples décadas desde que Juan Domingo Perón encontró en las emociones y el presupuesto nacional un instrumento eficaz para conseguir la constante adhesión popular.

En ese propósito, el sonriente general Perón y sus herederos adoptaron un conjunto de nociones estatistas, socializantes y colectivistas, inclusive contradictorias con ciertos sectores participantes de la derecha, reuniendo en un solo haz a sindicatos, empresarios, académicos, periodistas y políticos, pero aglutinados en torno de las sensibilidades temperamentales argentinas.

De tal modo, llegó a configurarse una elástica plataforma política, con símbolos referidos a las esposas de Perón o la pareja Kirchner, por ejemplo, en un abanico seudo ideológico adecuado a un solo objetivo que, también podríamos decir, consiste en hacer del Estado, en cualquier tiempo y lugar, el dispensador de las esperanzas y correa de transmisión de los inmediatos anhelos del pueblo. O lo que, con base en esta proyección de la política argentina, se ha dado a conocer en el mundo como populismo, de un lado, heredero del fascismo de Mussolini, con su permanente inclinación a las manifestaciones, la calle y la camorra y, de otra parte, germen de corrientes similares, como el anapismo y su ascendiente montonero del M-19 en Colombia.

Ese peronismo fue lo que quedó frustrado el domingo, después de haber llevado a Argentina, con profundización en los lustros recientes, a una debacle económica colosal, deterioro institucional, entronización del Estado, compraventa de conciencias a través de los subsidios estatales y burocratización sistemáticas, sobrecarga tributaria y desprecio de las normas fiscales, devaluación del 90%, control de capitales, rigideces laborales crónicas, gasto público exponencial, asfixia de la libertad de mercados y una inflación de cerca del 200% (a final de este año), consecuencia de permanentes emisiones suicidas y un desenfrenado endeudamiento sin duda inconcebible.

A su vez, todo ello producto de un sistema cuyo propósito esencial ha sido, a partir de aquella corriente, movimiento o partido, o como se quiera llamar el peronismo, mantenerse en el poder por el poder, a lo largo de tantos años, casi sin intermisión, reduciendo la democracia a ese reciclaje autómata e impidiendo su factor primordial de la alternación.

De esta manera, la potencia mundial que en un tiempo había sido Argentina, sujeta a través de las décadas a la trampa populista- peronista, pasó a ser un país casi marginal, con un PIB per cápita minúsculo frente a épocas anteriores y una lamentable cultura política despreciativa de su gran cultura general. Mejor dicho, un país que, sometido a los presuntos intereses inmediatos del pueblo, tratándolo de ignorante y tan solo como un componente amorfo de apetencias viscerales, además ganando las fuerzas dominantes utilidades abismales a la sombra del fraude político sucesivo, fue desvertebrado en los alcances estructurales que supone el criterio de nación y que habrían permitido rendimientos populares mucho más favorables en vez de la pobreza y miserabilismo reinantes.

Hecha triza la sociedad argentina, desmonetizada su economía hasta llegar al trueque, sin norte y viviendo del día a día, los verdaderos demócratas no pueden más que augurarle suerte y buen tino a la coalición encabezada por Milei. No solo por Argentina, sino frente al peronismo agazapado y sus melancólicos turiferarios latinoamericanos con la misma mentalidad y trayectoria. Aún más, pues, renovamos los votos por la lucha gaucha contra la decadencia y en favor de la libertad.