* El invierno será más duro de lo previsto
* Coyuntura de gobiernos salientes y entrantes
Las primeras semanas de la segunda ola invernal han sido muy complicadas. El número de afectados ya bordea los 150 mil en todo el país, al tiempo que las víctimas mortales son 35, hay siete personas desaparecidas y decenas heridas. Los pasos viales que han sufrido algún tipo de bloqueo o restricción desde que comenzó la temporada de lluvias pasan de 400, en tanto que los gremios del agro hablan ya de miles de hectáreas inundadas en distintos zonas así como pérdidas millonarias por cultivos echados a perder debido al embate de la naturaleza.
A ello debe sumarse la advertencia que hiciera la semana pasada el Ideam en torno de que el fenómeno climático de La Niña ya se encuentra en proceso de formación y sus efectos se sentirán con más fuerza en diciembre y el primer trimestre del año venidero. Las mediciones meteorológicas indican que en varios departamentos y municipios cayó en la primera mitad de octubre el equivalente al promedio de lluvias que antes se registraba en todo el mes. Los pronósticos sobre lo que podría pasar en los próximos días no son nada alentadores y ya casi todos los comités de prevención y atención de desastres fueron puestos en alerta ante el riesgo de deslizamientos, inundaciones, bloqueos viales y otras emergencias. La situación más preocupante se presenta en las zonas ribereñas de los principales ríos, como el Cauca o el Magdalena, cuyas aguas ya empiezan a superar la cota de inundación en algunos municipios y todo hace indicar que será necesario proceder a evacuación precautelativa de quienes habitan en las zonas más bajas.
Si bien es cierto que la inversión en los últimos meses en materia de obras de contingencia invernal ha sido sustancialmente mayor a la de años anteriores, también es claro que muchos proyectos no alcanzaron a terminarse antes de que entrara la segunda temporada de lluvias y ahora, en medio del aumento de la pluviosidad en casi todo el país, será muy difícil acelerar los trabajos. Aunque es imposible vislumbrar si por esta clase de circunstancias Colombia podría verse expuesta a una tragedia similar a la registrada en el último trimestre de 2010 y el primero de este año, que dejó más de 400 víctimas mortales, 3,3 millones de damnificados y pérdidas superiores a los 10 billones -en los cálculos más optimistas-, el riesgo de que algunas de los zonas más afectadas meses atrás pueden verse de nuevo fuertemente golpeadas por las fuerzas destructivas de la naturaleza es muy alto.
En algunos círculos gubernamentales existe el temor de que por estar ya en los últimos dos meses de su mandato, muchas administraciones departamentales y municipales se relajen en materia de gestión de riesgo invernal o, lo que es peor, opten por dejar muchas decisiones de fondo a los mandatarios electos el próximo domingo, pese a que las circunstancias exigen la adopción de medidas de forma inmediata.
En ese orden de ideas, debe hacerse un llamado al Gobierno nacional y los entes de control para que estén lo más atentos posibles a lo que está pasando en gobernaciones y alcaldías con el fin de garantizar que no habrá dilaciones, relajamientos en los ejecutivos salientes o que las labores de empalme con los sucesores lleven a paralizar muchas obras, proyectos e inversiones que se requieren con urgencia para disminuir el riesgo de tragedias. Igual tiene que implementarse una veeduría en tiempo real para que los millonarios presupuestos que se han girado por parte de Colombia Humanitaria a los gobiernos seccionales y locales no sean desviados a última hora a otro tipo de rubros y compromisos o, incluso, dilapidados en obras innecesarias o desaparecidos por las redes de corrupción que hasta último minuto aprovecharán para medrar del erario. No se puede bajar la guardia en ninguna instancia de control.