¿Resucitar la Unasur? | El Nuevo Siglo
Viernes, 24 de Marzo de 2023

* No repetir error del sesgo político e ideológico

* Subcontinente no tiene vocería fuerte ni clara

 

La decisión en la última semana de los gobiernos de Argentina y Brasil, ambos de izquierda, en cuanto a reingresar a la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) ha puesto sobre la mesa la posibilidad de que este bloque de integración regional vuelva a reverdecer.

Como se recuerda, en 2018 los gobiernos de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Perú y Paraguay, la mayoría de ellos presididos entonces por mandatarios de derecha, anunciaron su renuncia a esa instancia por considerar no solo que tenía un gran sesgo ideológico sino que actuaba casi que en connivencia o complicidad con la dictadura chavista de Venezuela.

La salida de esos seis países, que un año después pasarían a integrar el “Foro para el Progreso e Integración de América del Sur” (Prosur), sumando a Guyana y Surinam, fue entendida como una especie de ‘entierro de tercera’ para la Unasur, que había nacido una década antes como un nuevo escenario de integración suramericana, pero que rápidamente se plegó a las ideas de izquierda radical, lideradas por Hugo Chávez, con miras a convertirse no solo en una instancia de contrapeso político, económico e ideológico de Estados Unidos, sino como competencia directa de la Organización de Estados Americanos (OEA). Esta no solo es el principal, más antiguo y legítimo foro continental, sino el corazón del sistema interamericano de derechos humanos y, sobre todo, portaestandarte de la Carta Democrática, que se activa cada vez que un país se rompe el orden institucional y se deriva en el autoritarismo, una característica muy propia en los gobiernos de izquierda que se montaron en la ola del llamado “castrochavismo”.

En ese orden de ideas, Unasur entró desde 2018 en un rápido proceso de marchitamiento, sin peso específico alguno ni mayor poder de convocatoria. Un camino similar a otros bloques subregionales o continentales creados por la izquierda radical y populista, como el ALBA o la Celac, que al tener un marcado sesgo político e ideológico no han podido fortalecerse a lo largo las últimas dos décadas. En la otra orilla, es evidente que Prosur o el mismo Grupo de Lima, que claramente se creó para combatir al régimen dictatorial venezolano, tampoco han logrado consolidarse en el tiempo, ya que el viraje a la izquierda en Chile, Bolivia, Colombia, Perú y Brasil, les restó fuelle geopolítico.

En ese orden de ideas, parece quedar claro que los esfuerzos de integración en Suramérica no han progresado porque las coyunturas del mapa político han querido marcar e incluso adueñarse de las agendas de los bloques y otros escenarios subcontinentales. Esa es la principal explicación del fracaso de la región en tener una vocería más activa, fuerte y un ente que lidere de manera clara y objetiva las instancias de coordinación en las esferas política, económica, social, migratoria, educativa, laboral, arancelaria, sanitaria, ambiental, energética, comercial y de seguridad e infraestructura… Es decir, en múltiples campos en donde, a diferencia de lo que pase en bloques consolidados como la Unión Europea, cada país anda por su lado, negociando no pocas veces en solitario y, por obvias razones, en condición de debilidad.

Dado que los gobiernos de Chile y Colombia, hoy en manos de la izquierda, han mostrado también inclinación por revivir la Unasur, resulta imperativo que en esta nueva fase se parta de la premisa de no cometer los errores del pasado. Ideologizar los foros trasnacionales, promover desde los mismos enfoques macartistas y marcados por el péndulo geopolítico coyuntural, hará estéril cualquier esfuerzo de pensar con vocación de largo plazo en la necesaria integración.

De hecho, la Unión Europea, sin duda el mayor ejemplo de integración funcional del planeta, es un ejemplo a seguir: por más cambios o bandazos políticos en sus Estados miembro, las instancias comunitarias logran ponerse por encima de ellas y ello les ha permitido mantener no solo el sentido obligatorio de sus decisiones sino un halo de legitimidad sobre las mismas.

Así las cosas, si lo que termina abriéndose paso es una Unasur imbuida en la polarización izquierdista y una visión latinoamericanista arcaica y miope, entonces más que un reverdecimiento de ese bloque, se estará asistiendo a un segundo capítulo de yerros y con un final fallido fácil de pronosticar.