Sentido de la Semana Santa | El Nuevo Siglo
Miércoles, 5 de Abril de 2023

* Sacrificio de Jesucristo, ejemplo vital

* El dinamismo global del catolicismo

 

 

La semana mayor de la Iglesia Católica tiene una especial significación para los países en los cuales sus pueblos sufren el flagelo de la violencia y la barbarie, sea por cuenta de guerras trasnacionales o por las atrocidades protagonizadas por grupos armados minoritarios, bajo pretextos políticos o económicos. La doctrina cristiana, precisamente, por su ejemplo de sacrificarlo todo por su causa y en pro del credo que busca redimir a la humanidad, invita a las personas de las más distintas razas y condición social a dirimir los conflictos mediante la inteligencia y el entendimiento. 

Durante esta conmemoración religiosa en muchas naciones los feligreses hacen una pausa en su cotidianidad para elevar sus plegarias invocando a Dios que facilite la templanza y el buen discurrir no solo en la sociedad y la familia, sino también entre los países. 

La Semana Santa también es la oportunidad de dimensionar la significancia de los padecimientos que terminaron con la vida terrenal de Jesús. Un tiempo para valorar su sacrificio, el mismo que acepta para conmover a la humanidad con su ejemplo. La Biblia enseña que el hijo de Dios acata ese terrible destino de la cruz con ejemplar sentido de expiación de los pecados de la humanidad e incluso ofreciendo el perdón a los verdugos. Aunque a una señal suya sus seguidores se habrían levantado, más lo que buscaba Jesucristo en esos tiempos donde imperaba la fuerza de la espada, era mostrar que existe el perdón de los pecados, la redención del ser humano mediante sus obras y la buena fe. Todo ello es lo que testimonian sus enseñanzas y los evangelios. Lo anterior explica porque esta época de reflexión recalca que aquellos que sigan sus preceptos de buena conducta, amor al prójimo, respeto a los valores y mandamientos del cristianismo, serán bienaventurados y redimidos tras su muerte.

Así las cosas, la pasión y muerte de Jesucristo encierra los más grandes símbolos de la religión católica con la finalidad doctrinal de salvar a los que son esclavos del pecado. Se predica, entonces, con el ejemplo de la virtud y templanza espiritual, incluso frente a la mayor injusticia y el tratamiento despiadado. Jesucristo muestra en el momento de su crucifixión un sentido inigualable de entereza y sacrificio que sigue conmoviendo a millones y millones en todo el planeta. Esto porque los esclavos no eran solamente los que estaban sometidos a las legiones por la fuerza, sino todos aquellos que se dejaban llevar por sus pasiones y bajos sentimientos para hacer el mal y practicar la insolidaridad social. 

Precisamente por ello la doctrina cristiana del perdón se fundamenta en el ejemplo de Cristo, que nació, vivió y murió testimoniando esa premisa. Un trasegar vital que determina que se produzca una transformación espiritual sin antecedentes en ninguna parte del globo, al punto que, muchos siglos después, sigue creciendo en todas partes el influjo del catolicismo como guía de los pueblos y esperanza de los desvalidos. 

En países como Colombia, donde la barbarie y la violencia han aterrorizado por décadas a la población, sobre todo en las zonas de la periferia, la palabra de Cristo sobre reconciliarse con el prójimo y dejar las armas y la violencia cobra mayor relevancia y razón de ser. Entre esas comunidades afligidas y expuestas por largo tiempo al furor de desalmados criminales, la paz sería una bendición. Generaciones enteras de colombianos han sido víctimas de la violencia, por lo que dejarla atrás cambiaría nuestra sociedad, le facilitaría unirse y empinarse para destacarse en el mundo por sus muchas virtudes, trabajo, creatividad y hermandad social. 

Frente a esas difíciles circunstancias el rumbo vital del hijo de Dios cimienta una enseñanza de humildad y solidaridad, que busca que el hombre que sigue su ejemplo y las sociedades que atienden la doctrina cristiana, en vez de sobrevivir en la crisis y reclamando ojo por ojo en la vindicta social, apuesten por la concordia, la unidad de propósitos positivos, así como la inteligencia al servicio de la esperanza y el bienestar individual y colectivo. 

Así pues, la Iglesia señala que el buen seguidor de Jesucristo tiene el deber de reclamar la paz como elemento esencial para la humanidad. Todos debemos contribuir de alguna manera a bajar las tensiones sociales y políticas para que las diferencias e inequidades se resuelvan de manera efectiva y natural.

La consigna de Semana Santa es, entonces, estar en paz con Dios y con los demás.