Sábado, 12 de Noviembre de 2011
* Grecia e Italia piden oxígeno
* El reto de devolver la confianza
LOS capitanes de la alta finanza europea y mundial, como estadistas y políticos europeos, de las grandes potencias y de casi todos los países, tienen conciencia de la velocidad de la crisis en la zona euro, que amenaza extenderse a otras. Ya no se trata de un tumor localizable en determinado país, de un lunar que se puede extirpar, de un hecho aislado manejable. Todos parecen amenazados por la fuerza y rapidez en la que deriva la crisis económica. Se hacen análisis sobre sus causas y efectos, sin que los estudiosos, ni los políticos se pongan de acuerdo.
Lo primero que salta a la vista es que la banca se equivocó, lo mismo que las compañías de seguros, los especuladores, y los analistas de riesgo se quedaron cortos; las aseguradoras se pasaron de raya; los gobiernos erraron al pensar que los males eran pasajeros. Todo lo cual ha presionado negativamente a las naciones más endeudadas, como Grecia que sencillamente no tienen cómo pagar sus deudas, están en saldo rojo. Y las demoras de las altas autoridades económicas de la eurozona y del globo en entender este fenómeno hacen que sus problemas se agraven. La morosidad que mostraron Alemania y en menor grado Francia, para atender el caso griego, provocó un efecto de desconfianza tal que los que pudieron sacaron sus fondos y cuantos tenían algún recurso se movilizaron a resguardarlo abandonando el barco local.
Y, lo que es peor, a la desconfianza de los griegos se suma la de los banqueros y de las potencias europeas, en un concierto negativo de opiniones devastador. La caída del primer ministro socialista griego, Papandreou, tras expresar que haría una consulta o un plebiscito para determinar se aceptaba su pueblo las medidas de ajuste recetadas por la banca de la que depende su suerte, ha tenido un efecto dominó en su homólogo de Italia, Silvio Berlusconi. El primero de izquierda moderada y el segundo un derechista pragmático. Ambos con largo tiempo en el ejercicio del poder. La oposición italiana apostó al retiro del Primer Ministro, los políticos se oponían a ejecutar los duros planes de ajuste que exigen los banqueros, a los que en esos países muchos culpan de la crisis, lo mismo que los economistas más prestigiosos se ven en apuros. Así que los vasos comunicantes de los países europeos están teniendo sobre algunos gobiernos un efecto arrasador, pues el problema de la deuda, de las cuentas ocultas de los gobiernos, demuestra que el presupuesto estatal no es un barril sin fondo del que se puede sacar continuamente dinero, apelando no ya a la emisión como antaño, sino a préstamos y la venta de bonos y títulos que se colocan pagando altísimos intereses. Ahora afloran las cuentas amañadas de los países, que no difieren mucho de las de los particulares cuando quieren ocultar los saldos negativos de su portafolio.
En Grecia el nuevo primer ministro griego, Lucas Papademos, que ha conseguido una formidable coalición con fuerzas de izquierda, centro y derecha, sabe que lo han convocado a manejar una quiebra, de la que aún no se conoce con claridad la magnitud ni sus efectos. Él está decidido a devolver la confianza; se compromete a exigir los mismos sacrificios al pueblo que él estaría dispuesto a sufrir. A sabiendas de que depende de la banca internacional, de las potencias para poner de nuevo en marcha la economía y apoyar el Estado. El nuevo gobernante, economista y jerarca de la banca oficial europea, no ignora que su suerte depende de la premura con la que proceda la troika de las altas finanzas que se ocupa en solventar a los países que requieren oxígeno de urgencia, el Banco Europeo, la Comisión Europea y el Fondo Monetario Internacional. Estas entidades deben desembolsar 8.000 millones de euros, sin los cuales no se podrán pagar los sueldos, ni las pensiones de 700.000 empleados públicos y dos millones de pensionados. Fuera de eso tanto Grecia como Italia, deben importar petróleo, sin el cual se paralizarían. Así que los dineros que esperan de esos poderosos organismos, apenas salvan de momento las necesidades más urgentes de la maquinaria estatal griega. Y como la situación tiende a repetirse en Italia, el ceño de todos aquellos que tienen lucidez para entender la magnitud de la crisis se endurece.
Las potencias están avisadas de que de no detener la crisis en Grecia e Italia, a la espera de las decisiones que tome el Parlamento y el retiro anunciado de Berlusconi, la crisis mundial se agrava. Y la alarma se prende en todas partes, particularmente en Alemania y Francia, cuyos bancos están ligados por antes jugosos negocios y préstamos a estas dos naciones. Mientras tanto no se conoce quién será el mago que suceda a Berlusconi.