Un round más | El Nuevo Siglo
Sábado, 1 de Noviembre de 2014

*Desempleo en septiembre cayó a 8,4%

*Reducciones coyunturales y estructurales

Los  tratadistas económicos suelen advertir que la lucha contra el desempleo tiene una serie de complejidades que deben conocerse antes de entrar a evaluar la efectividad o falencia de las políticas para garantizar tasas potables de ocupación laboral entre la población económicamente activa. Así, por ejemplo, siempre resulta más fácil disminuir algunos puntos porcentuales cuando las tasas de desocupación están muy altas, pues responden en muchas ocasiones a fenómenos laborales estacionales o que son susceptibles de impactar con medidas extraordinarias, coyunturales e incluso populistas de los gobiernos de turno. Pululan los ejemplos de mandatarios que con tal de disminuir el desempleo disparan irresponsablemente la contratación oficial, reforman los códigos laborales o establecen pequeñas remuneraciones a algunas actividades informales o que no eran pagas, con el único fin de subir las estadísticas de personas asalariadas o con algún ingreso laboral.

Pero la reducción del desempleo se torna más compleja cuando las tasas se ubican por debajo del 10 por ciento, ya que allí generar nuevas plazas de trabajo obliga a impactar la estructura misma de los modelos productivos, en donde entran a jugar aspectos básicos, que van desde el tipo de mano de obra ofertada y demandada, o la capacidad instalada industrial, comercial y de bienes y servicios en utilización, hasta el estado mismo de la economía. Esto último porque un país con un sector real económico dinámico, generando plusvalía, disminuyendo los índices de pobreza y con estabilidad en sus indicadores macro y micro, puede crear más plazas de trabajo que una nación en crisis recesiva en donde la población pierde poder adquisitivo, la inflación es rampante o en la que se desaceleran los rubros y sectores que mueven el aparato productivo y el nivel de consumo, golpeando la rentabilidad de las empresas y produciendo despidos, congelación de salarios y hasta cierres de compañías.

Es precisamente en ese marco conceptual en donde se deben sopesar los resultados de la política de empleo del actual Gobierno. Tras lograr en su primer mandato cumplir con antelación su meta cuatrienal de disminuir la tasa de desempleo a un solo dígito, en los últimos meses se ha ido más allá, como lo evidencia lo informado ayer por el DANE, en torno de que la tasa de desocupación laboral bajó a 8,4 por ciento en septiembre pasado. No sólo se trata del índice más bajo en los últimos 14 años para este mes, sino que por primera vez en tiempos recientes el número de personas sin empleo se puso por debajo de los dos millones. A ello se suma que el volumen de desocupados se redujo en 17 de las 23 ciudades. Y lo más importante: en once de ellas ya la tasa es apenas de un dígito. Otro dato positivo: en los centros poblados y las zonas rurales dispersas, el desempleo disminuyó con una tasa de 5,7 por ciento. Y uno más: entre septiembre del año pasado y el reciente se crearon 726 mil empleos.

Obviamente todavía no se puede cantar victoria, pues el volumen de desempleados continúa siendo alto, y las tasas de subempleo e informalidad no bajan al ritmo que se quisiera. Es claro que cada décima porcentual que se reduzca en estos momentos exige un esfuerzo público y privado enorme, así como mantener la economía interna con la dinámica de crecimiento de los últimos tres años, lo cual no es nada fácil. No hay que olvidar que el PIB local aún aspira al 5 por ciento mientras que el promedio de la región latinoamericana está muy por debajo, bordeando apenas el 3 por ciento.

En conclusión, la lucha contra el desempleo es larga y difícil. Sin embargo, Colombia le va ganado mes tras mes rounds. La meta es no dejar de hacerlo.