EL NUEVO SIGLO: ¿Cómo describiría la actual ola de violencia que afecta a los trabajadores y empresas del sector azucarero, y qué efectos ha tenido esto en sus labores diarias?
CLAUDIA CALERO: La inseguridad en la región, especialmente en el norte del Cauca y sur del Valle, es muy preocupante y desesperanzadora. Nuestros trabajadores constantemente son víctimas de hechos de violencia por hurtos, secuestros, hostigamientos y, aunque hemos hecho muchos llamados al Gobierno nacional y a la justicia colombiana para que se tomen medidas efectivas en esta región, lo cierto es que la situación no mejora.
Tan solo en los últimos 15 días tres trabajadores de los ingenios azucareros han resultado heridos por disparos que les propinaron por robarlos mientras ellos hacían sus labores en el campo. Esto es insostenible. Estamos en una región muy compleja, donde hay desde pandillas hasta organizaciones criminales y grupos al margen de la Ley, en la que la Defensoría del Pueblo ya emitió una alerta temprana sobre municipios como Florida y Pradera para alertar al Estado de que estas acciones son urgentes, que no dan espera. Nuestra expectativa es que se pongan los ojos en el suroccidente para que no se repita la crisis humanitaria que hoy vemos en regiones como el Catatumbo.
ENS: Asocaña ha pedido al Gobierno nacional mayor seguridad para el sector. ¿Cuáles son las principales medidas que están solicitando y han recibido alguna respuesta hasta el momento?
CC: Desde el gremio hemos solicitado que se adopten, en el marco de la Constitución y de la Ley, las medidas necesarias para proteger la vida de las comunidades y de los trabajadores rurales, que hoy están desprotegidos. La definición de cuáles son estas medidas corresponde al Estado; sin embargo, se deben hacer esfuerzos para que haya una efectiva aplicación de la justicia y, de esta forma, disminuya la impunidad, ya que mientras haya impunidad la violencia se perpetúa.
Hemos tenido reuniones con diferentes instancias gubernamentales y hay que reconocer y agradecer los esfuerzos que hace la Fuerza Pública en la región. Sin embargo, se requiere más efectividad y contundencia, así como una acción integral del Estado, pues la situación se está saliendo de las manos.
ENS: ¿Cómo ha afectado la violencia al funcionamiento de los ingenios y a la producción de azúcar en el país? ¿Han registrado pérdidas económicas significativas debido a esta crisis de seguridad?
CC: La mayor afectación es la pérdida de vidas y la zozobra que la violencia crea en nuestros trabajadores. El año pasado tuvimos 375 casos de inseguridad dentro de la agroindustria de la caña y, desafortunadamente, entre estos casos hay dos trabajadores asesinados y ocho más secuestrados.
Por supuesto que esto afecta la operación, pues hay zonas y horarios que nuestros trabajadores prefieren evitar por temor a que les suceda algo. La violencia aterroriza, trunca los sueños de las personas y disminuye el desarrollo y la competitividad de la región.
ENS: ¿Se han identificado responsables de estos hechos y se han tomado acciones legales al respecto?
CC: Desde el sector realizamos las denuncias que corresponden en cada caso y siempre estamos prestos a colaborar con las autoridades en las investigaciones. Sin embargo, los niveles de impunidad son altos y esto tiene que ver con la capacidad que tienen las autoridades para investigar, identificar y procesar judicialmente a los responsables de estos hechos. No hay duda de que se debe fortalecer la justicia en esta región.
ENS: ¿Qué acciones considera necesarias para garantizar la seguridad en el campo y evitar que estos hechos se repitan?
CC: Es fundamental que se logre un control efectivo del territorio, especialmente en los puntos estratégicos de las zonas rurales, que son ampliamente conocidos por ser corredores para las economías ilícitas y las organizaciones criminales.
En el caso de regiones como el sur del Valle y el norte del Cauca, hemos indicado que se requiere un enfoque diferencial que permita una articulación fluida de las autoridades, pues es una región que jurisdiccionalmente está dividida, pero que en la práctica funciona como una sola. Asimismo, se debe fortalecer la presencia institucional en el campo, la inteligencia para prevenir los hechos de violencia y lograr una aplicación efectiva de la justicia.
ENS: ¿Cuál es la perspectiva del sector azucarero para este año en términos de producción y exportación?
CC: En el 2025 esperamos retornar a los niveles históricos de producción que hemos tenido y que se vieron afectados en 2022 y 2023 por la variabilidad climática. Vamos bien, pues en 2024 ya revertimos la tendencia y volvimos a subir la productividad: molimos 22,1 millones de toneladas de caña, produjimos 2 millones de toneladas de azúcar, 406 millones de litros de bioetanol y cogeneramos 1.876 GWh de energía a partir del bagazo de caña, de los cuales 858 GWh fueron enviados al Sistema Interconectado Nacional. Además, exportamos 574 mil toneladas de azúcar que significaron al país divisas por 422 millones de dólares.
Nuestra meta es continuar en esta senda de recuperación en los temas productivos y consolidar las demás apuestas sectoriales que tenemos en términos de bienestar para las comunidades y cuidado del medio ambiente.
ENS: ¿Cómo se ha comportado el precio internacional del azúcar y qué impacto podría tener en la industria colombiana?
CC: El precio internacional del azúcar comenzó el 2025 con una fuerte presión a la baja originada en los fondos especulativos ante las perspectivas de buenas cosechas en países clave como Brasil, India y Tailandia. Recientemente el mercado recibió, de manera sorpresiva, el anuncio del gobierno de India de permitir la exportación de un millón de toneladas de azúcar, pero es algo que aún está por verse, pues dependerá de los números al final de la temporada. La devaluación del real ha sido otra fuente de presión para los precios.
En el caso de Colombia, somos un país que es tomador de precios y esta presión bajista se ha trasladado al mercado interno, con un factor adicional: el alto nivel de azúcar importada que entró al mercado nacional. Se estima que en total habrían entrado 275.000 toneladas en 2024, el registro más alto de los últimos diez años de importaciones de azúcar.
El alto nivel de importaciones ha exacerbado la presión bajista de los precios internacionales en el mercado interno. En efecto, mientras el precio internacional del azúcar tuvo una reducción acumulada del 7% durante 2024, la del precio al productor nacional, medido a través del IPP, fue del 20%.