EL NUEVO SIGLO: En un país en donde, lamentablemente, la historia ya no es una cátedra independiente, ¿qué importancia tiene esta iniciativa sobre la historia de Bogotá?
RICARDO RIVADENEIRA: La idea con la revista Nueva Historia de Bogotá es anticiparse y venir trabajando con los fondos documentales del Archivo de Bogotá, que son un activo de información muy importante −también muy desconocido− y si invertimos un poco el esquema de oferta y demanda de la información, es decir, si descentralizamos el tema del aula y empezamos a llevar información a los colegios, como es el caso de la revista, lo que esperamos es que se cree una actitud muy positiva frente a las imágenes y textos y, a partir de eso que los profesores, estudiantes, se motiven a escribir sus propios textos; que los profesores coordinen sus propias investigaciones; y en un formato muy corto, 2.400 palabras, nos envíen sus textos a la revista −de orden histórico− y los podamos trabajar en el Archivo, con el equipo de investigadores que tenemos.
Esto tiene una importancia grandísima porque es la ciudadanía la que va construyendo su propia historia, la que es consciente y se estimula, para identificar procesos locales, su problemática local y, a través de la revista podemos dar a conocer la ciudad en diferentes órdenes.
ENS: ¿Por qué los bogotanos conocen tan poco de la historia de la ciudad?
RR: Tiene que ver con varios factores. Uno, es que se cree que la historia es un problema del pasado, y que las enciclopedias y las fuentes de información digital han creado la idea de que, lo que pasó es historia. Resulta que la historia es un proceso y un método científico que recopila información, obviamente del pasado, pero que requiere un análisis y unas conclusiones.
Nosotros en los colegios, o por lo menos durante el siglo 20, la educación que tuvimos fue convencional, repetitiva; se utilizaba un modelo de libro de historia, que era el de Henao y Arrubla, La Historia de Colombia, y los profesores creían que aprobar un examen significaba que los estudiantes dieran respuestas positivas sobre quiénes eran los presidentes, los héroes y demás.
La nueva historia, en este caso, una historia de Colombia que empieza hacia 1989 y ahora, nueva historia de Bogotá, con otras preguntas −más de la vida cotidiana, de otro orden−, obviamente, relacionadas con aspectos y problemáticas sustanciales como son el conflicto armado, la política y demás. En el caso de Bogotá se desconoce mucho, quizás porque no ha habido tanto interés de tener en el aula y de llevar documentación e información sobre este hecho; sin embargo, hay una muy buena cantidad de investigaciones universitarias en donde jóvenes investigadores hacen trabajos sobre Bogotá, mucha investigación de orden urbanística referida a los barrios, que debería entrar en un circuito de divulgación como el que propone esta revista. Eso es uno de los aspectos, no hay una muy buena circulación del conocimiento, pero ese es el término general. Es un problema de las ciencias sociales, porque muchas veces se hacen artículos muy pesados, muy densos y al público no le interesa tanta carga de información.
Sí, indudablemente ha faltado crear un sistema que conecte la producción de conocimiento histórico con quienes van a ser los destinatarios de ese conocimiento que es la ciudadanía; la administración del alcalde, Carlos Fernando Galán, es consciente de ello y busca involucrar a la ciudadanía en la recuperación de la memoria y la historia de la ciudad.
ENS: No pocos expertos se quejan de que a los capitalinos les falta sentido de pertenencia con la ciudad, ¿influye en esto que muchos que viven en la ciudad no conocen su historia, evolución y grandes hitos?
RR: Esta es una pregunta bastante compleja. Primero, ¿de dónde procede esa falta de pertenencia con la ciudad? El desplazamiento armado en Colombia produce que Bogotá sea una ciudad muy grande, muy densa, igual Medellín, Cali, Barranquilla, y en ese orden, el fenómeno de la violencia urbana, obviamente ha creado unas migraciones hacia las ciudades. Y cuando uno ha nacido en un pueblo en un municipio y se traslada a una ciudad hay un desarraigo que se proyecta en falta de vínculo afectivo con la ciudad.
Desafortunadamente, desde 1984 el estudio de la historia, pues ya no empezó a ser un proceso obligatorio y eso nos pone en una situación donde se aprecia más lo foráneo, desconocemos lo local y obviamente no tenemos un vínculo afectivo o de pertenencia con la ciudad; eso se refleja en desaseo, maltrato del espacio público, el estrés de la vida cotidiana. La historia, precisamente, es una manera de entender el mundo hacia atrás y de leerlo de una manera un poco más lenta, nos ayuda a fijar el lente, creando otras perspectivas para tratar de resolver las situaciones de otra manera.
Insisto, la revista está destinada a la variedad [...] y es a través de ese espacio público editorial donde nosotros podemos mejorar las relaciones entre quienes producen la historia, la investigan de manera responsable, las instituciones, en este caso, la Secretaría General, el Archivo de Bogotá, haciendo producción, manejo de conocimiento, custodia de los papeles históricos de la ciudad, y conectando con la Secretaría de Educación −encargada de manejar el currículo de los colegios, manejar los ciclos propedéuticos, las metodologías−, si logramos encadenar ese proceso, el resultado, obviamente, va a ser el mejor; se requieren procesos formativos, cuatro o cinco años, incluso 10 para ver los resultados, y si la revista Nueva Historia es sostenida, esperaría uno tener mejores ciudadanos mucho más vinculados afectivamente con Bogotá para, quizás, la celebración de los 500 años de su fundación.
ENS: ¿Cómo hacer para que esta iniciativa no quede como un programa más, sino que se instale en la ciudad?
RR: Esta pregunta es supremamente importante. Hay que hacer mucha gestión. Los empleados públicos tenemos que gestionar los activos del Estado para crear ahorro, multiplicación de riqueza y, en este caso, una revista lo que produce es un incremento de la dinámica de la riqueza cultural, que debe circular a nivel de la sociedad y hay que hacer muchas tareas, obviamente, es un programa y las revistas son proyectos que caminan hacia el futuro, que deben pasar de una administración a la otra.
Estos programas requieren mucho acompañamiento por parte de las entidades, y en este caso el Archivo Bogotá tiene esa misión de velar por que la revista continúe.
ENS: ¿Cómo se utilizarán las nuevas tecnologías para que la historia sea vista de una manera más activa, asequible y atractiva para las nuevas generaciones?
RR: La historia de los medios de comunicación y de la manera como interactuamos a través de ellos, es también un proceso de transformación y de cambio.
Sin embargo, la ciudad misma debe convertirse en el escenario propio del conocimiento de la historia, hacer visitas a los cementerios, recorrer las avenidas principales,
Hoy el formato digital es una forma de evitar la obsolescencia de conocimiento, se archivan datos, revistas informaciones, y también el ideal es que en una página segura como es la página de internet, el micro sitio web del Archivo Bogotá de manera permanente se va a conservar este conocimiento.
Como académico y gestor hoy desde la dirección del Archivo de Bogotá soy consciente de que hay un público que constantemente nos visita en el Archivo y que está ávido de recibir información y de ponerla en circulación también para el beneficio de los demás. Es un proyecto de muy bajo costo en términos de infraestructura.