En el año 1959 el argentino y cantante de tango Armando Bassi, conocido como Armando Moreno, grababa un himno que formó parte importante de muchas familias, colegios e infancias felices, incluso hasta la actualidad:
“Hasta el viejo hospital de los muñecos llegó el pobre Pinocho malherido, un cruel espantapájaros bandido lo sorprendió dormido y lo atacó...".
Nunca sabremos si Armando Bassi y los demás intérpretes de esta canción a lo largo de los años habrán imaginado ser la base de inspiración para la creación de un hospital real de muñecos. Uno a donde los pacientes llegan con su nariz hecha pedazos, una pierna en tres partes astillada y una lesión interna y delicada que el médico de guardia no advirtió.
Por suerte para Pinocho y los demás muñecos, en el barrio Palermo de Bogotá, específicamente en la Clínica de Muñecos Casas Reyes, hay una médica de guardia esperando su llegada.
Gladys Casas, quien lleva más de 44 años a la cabeza de este mágico lugar, compartió con EL NUEVO SIGLO la historia de este patrimonio familiar. Ella y sus hermanas María Mercedes y Clara Inés llenan de esperanza a niños y adultos que anhelan la restauración de sus muñecos.
“Nosotros empezamos aproximadamente en el año 78 o 79. Desde esa época estuvimos constituidos como clínica de muñecos propiamente dicha. Habíamos trabajado en la Fábrica Nacional de Muñecos en vacaciones de la universidad y del colegio, porque mis papás eran amigos de Jorge Bernal, quien fue el fundador de la Fábrica y gerente de la misma hasta el día en que falleció. Él dedicó toda su vida, su creatividad y su energía a que existieran muñecos bonitos, finos y con diseños de muñecos italianos”, relató Gladys.
Su mamá hacía los vestidos y desde entonces los vecinos del sector relacionaban a la familia con los muñecos.
“De repente, amigos y conocidos empezaron a preguntar: '¿Será que tu mami me puede hacer el favor de hacerle el vestidito a esta muñeca?'. Después empezaron a llegar más personas a las que seguramente otros amigos les dijeron y ahí fue surgiendo la idea hasta que un día nos tocó asignar un sitio para tener los muñecos, porque en la casa ya era imposible”, recordó.
La llegada de los pacientes
En la Clínica de Muñecos Casas Reyes, niños y adultos podrán dejar sus tesoros con la confianza de que serán tratados con cariño y cuidados personalizados.
“Las personas traen el muñeco a la clínica y nosotros les hacemos el diagnóstico. Examinamos al paciente, les comentamos a los dueños el tratamiento o proceso que necesitan, les decimos por cuánto tiempo estarán hospitalizados y la fecha en la que les daremos de alta. Los amamos como si fueran pacientes. Acá tenemos oftalmología, pediatría, traumatología, ortopedia, salón de modas, pero afortunadamente no tenemos anfiteatro”, sostuvo Gladys entre risas tiernas.
En un día pueden llegar 10 muñecos, en otro día dos, depende de los malestares que hayan padecido los pacientes. Lo cierto es que tanto niños como adultos se acercan a la Clínica con la esperanza de arreglar sus peluches y muñecos.
“Los niños se ponen muy contentos cuando ven a su muñequito recuperado, pero los adultos de un tiempo para acá están muy dados a recuperar los muñequitos con los que jugaron cuando eran pequeños, los que les sirvieron como confidentes y sobre todo los muñecos de felpa como ositos y otros peluditos. Vienen hombres, mujeres, muchachos, muchachas, gente de todas las edades y de todos los sexos. A veces traen unos en un estado que uno dice 'Dios mío, esto cómo lo voy a salvar', pero hay que salvarlos, porque la gente los aprecia como su talismán”, enfatizó.
El primer cliente
Gladys recordó sin esfuerzo a la señora coleccionista de muñecas de porcelana que confió por primera vez en su Clínica.
“Ella, creo que ya murió y siempre nos estuvo llevando las muñecas. Tal vez fue de las primeras, cuando ya estábamos constituidos formalmente como clínica de muñecos”, señaló.
Asimismo, recordó que lo más difícil durante estos años ha sido el afán de algunos clientes por la entrega de los muñecos y no menos importante la mezcla de emociones de quienes han perdido a un ser querido y logran recordarlo a través de la restauración de un muñeco.
“A veces una persona llega y necesita que se le recupere el muñeco y que se le entregue para el mismo día y eso es imposible. También cuando pertenecen a una persona que era muy especial y que falleció, ese pedacito es un poquito triste, pero deben esperarse, porque eso no se puede hacer de un día para otro, la recuperación de los pacientes es demorada. Hay que hacerlo con profesionalismo, con cuidado, con atención, con cariño y no se puede hacer en un abrir y cerrar de ojos”, explicó.
Testigos de momentos especiales
Gladys recordó a aquellas personas que lloran al recibir a sus muñecos, entre otras historias inolvidables.
“Se abrazan al muñeco y lloran, y no son niños, sino adultos. Llegan muchos muchachos que se van a estudiar fuera del país y siempre traen a su muñequito preferido, se lo llevan recuperado y arreglado. Otras personas que se quedan mirando el muñequito y uno se queda quieto, como con el silencio acompañando a la persona, porque en ese momento seguramente está recordando muchas vivencias que ha tenido y que el muñequito se las hace recordar”, señaló.
Gladys enfatizó además que, de no ser por sus dos ahijados, la Clínica de Muñecos Casas Reyes no continuaría en el futuro.
“Yo sí tengo hijas y mis hermanas también tienen hijos, pero ninguno de ellos ha incursionado en el tema de continuar con la clínica. Pero tengo un ahijado y una ahijada que, a Dios gracias, sí se interesaron en el tema, porque ellos aprendieron y trabajaron con nosotras cuando estaban bien jovencitos. Si no fuera por ellos, esto se acabaría cuando nosotras no continuemos por alguna razón”, señaló.
Una experiencia sui géneris
Gladys invitó a los lectores de EL NUEVO SIGLO y a quienes desconocían la existencia de la Clínica a que se acerquen y vivan la experiencia personalmente.
“Estamos ubicados en la carrera 22 # 45B-56. Bienvenidos a la Clínica de Muñecos Casas Reyes. Los que la conocen que renueven su visita y los que no, quedan cordialmente invitados e informados de que existe una clínica de muñecos. Esto es una cosa sumamente linda, muy sui géneris, porque las personas que vienen acá no nos están dejando un muñeco, nos están dejando sus sentimientos representados en ese paciente”, concluyó.