Desde el lunes 2 de enero, una cantidad incalculable de vegetación y fauna ubicadas en diversos puntos de Bogotá han sufrido las consecuencias del fenómeno de El Niño e incluso de manos criminales que inician quemas sin medir el daño que ocasionan.
En medio de incertidumbre, frustración, angustia y demás emociones inherentes a la tragedia, salen con ahínco entre el humo y las llamas hombres vestidos de amarillo, héroes con una capa de altruismo y una placa que los identifica como bomberos.
El sargento John Almeyda, con 21 años de trayectoria en la institución, encabeza la fila, manguera al hombro, despejando el camino hasta donde le es posible para el paso de su equipo.
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“Estos días han sido muy duros y más que por el incendio forestal ha sido por la temperatura, que ha subido bastante y la sensación térmica ha sido muy alta. Esto provoca que los incendios forestales se nos vuelvan más agresivos y haya mucho más desgaste del personal”, contó el coordinador del grupo especializado de incendios forestales del Cuerpo Oficial de Bomberos de Bogotá.
Desde el primer momento, sin descanso, el sargento Almeyda ha estado liderando las operaciones de control de los incendios forestales que destruyen sin piedad los cerros de Bogotá. Pero esta no es la única lucha que debe librar, pues día a día se enfrenta a una despedida con su familia que espera sea temporal.
“Es una cosa muy dura, porque uno como padre, como esposo, como hijo, como hermano, siempre quiere llegar a casa, estar en el seno de su familia. Pero bueno, es el trabajo que escogimos. Nos encanta ese trabajo, nos fascina, lo damos todo. Siempre les digo a mis familiares que los amo, que me esperen que yo vuelvo y si no vuelvo estaré con Dios cuidándolos desde arriba, pero la idea siempre es estar protegidos para volver a casa sin ninguna lesión”, sostuvo.
“Cuando ingresé, mi esposa estaba embarazada de mi hijo. Él tiene 20 años. Somos muy unidos, nos contamos todo. Me dice: 'Papi, yo lo único que quiero es que tú vuelvas. Yo sé que tu trabajo es duro y fuerte, pero no me dejes solo, yo quiero que te quedes conmigo'. Es duro saber que puedo irme y no regresar”, agregó.
Lo impulsa su familia, ayudar a la gente, cuidar el medio ambiente y proteger a los animales. Cuenta a EL NUEVO SIGLO con emoción que esto lo llena de amor, de alegría y entusiasmo para levantarse con buena actitud cada día. “Y si no tengo ganas, sacaré fuerzas para seguir trabajando por nuestra ciudad”, señaló.
Una labor frustrante
El sargento Almeyda compartió con este medio uno de los momentos más difíciles que ha vivido junto a su equipo desde el inicio de los incendios en los cerros de Bogotá.
“El otro día, en el cerro El Cable se organizaron varios frentes de control de puntos calientes, uno para la parte superior, uno para la parte media y uno para la parte baja. Estábamos a punto de controlarlo en su totalidad cuando cambió la dirección del viento y todo el trabajo que hicimos se nos perdió. Es frustrante saber que en menos de tres segundos se haya perdido un trabajo de casi todo un día”, relató con algo de nostalgia.
Pero no todo ha sido negativo, aseguró, pues durante los años en los que ha ejercido esta valerosa labor, la naturaleza le ha regalado momentos únicos con diferentes animales.
“Hace dos años, una vez que estuvimos apoyando el municipio de Honda, encontramos venados. Nosotros sabemos que son animales salvajes, silvestres y que no se iban a dejar tocar tan fácilmente. Los venados sabían que nosotros teníamos agua y empezaron a caminar detrás de nosotros para que les diéramos agua y pudieran hidratarse. Hace como cuatro meses, cuando las temperaturas no estaban tan altas y era más fácil controlar los incendios, sucedió algo similar con un pajarito que se paró en mi mano sobre el guante que tenía puesto en ese momento. Se le veía la necesidad de sentirse húmedo y saqué agua para darle, él estaba feliz ahí tomando agua. Son cosas muy bonitas que marcan y que son difíciles de creer”, señaló.
Algo más que genera felicidad en el sargento en medio de la dificultad ha sido el compañerismo que inculcó desde el principio en su equipo de trabajo.
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“Para mí es muy grato cuando llegan mis compañeros y las demás entidades que ya conocen mi trayectoria. Me preguntan qué vamos a hacer, yo les digo 'esto, esto y esto' y ellos me responden “hágale, mi sargento, que nosotros no lo dejamos solo'. Ver esa actitud y la alegría de que quieren trabajar conmigo, aún sabiendo que nos vamos a desgastar, es muy gratificante”, enfatizó.
Una pasión de toda la vida
El sargento Almeyda recordó que todos los hombres cuando son niños tienen cuatro profesiones en mente: astronauta, piloto, policía y bombero.
“A mí siempre me ha gustado lo relacionado con el aspecto militar y lo que más se asemejaba era ser bombero. Soy del municipio de Girón, Santander. Llegué a la ciudad de Bogotá con 24 años y el 20 de septiembre de 2002 ingresé por temas laborales a los bomberos, me encantó. Después de un año esto me enamoró, me transformó y desde ahí empezó mi pasión”, relató.
En el año 2007 se inscribió a unas convocatorias para participar como bombero forestal en Cali y tras el aval de sus superiores, inició un camino sin retorno cubriendo esta emergencia en específico.
“He pasado por varios procesos, he sido operativo en bomberos, instalador de línea de agua, combatiente estando al lado del incendio cortando la vegetación para hacer las líneas de contrafuego. Después, cuando ascendí, empecé a ser el jefe de certificación, de operaciones, de seguridad. Hoy, gracias a mis compañeros y a los jefes que he tenido, puedo decir que soy el jefe mayor de los incendios forestales, aunque más que jefe soy un compañero de guía para quienes vienen detrás de mí en esos momentos”, indicó.
Generando conciencia
El sargento es enfático al señalar que lo que falta en la ciudadanía para evitar estas crisis es ser empáticos con lo que está ocurriendo con el cambio climático.
“Seguimos talando árboles, contaminando nuestras fuentes hídricas para evitar pagar una red de alcantarillado. Todo esto hace que el clima y los pisos térmicos cambien. Después decimos que las entidades no hacen nada y que no nos protegen, pero no somos conscientes de todo el daño que hemos causado".
"Tenemos un ejemplo clarísimo con lo que sucedió en la pandemia. Como todos estábamos en nuestras casas confinados, los cerros empezaron a regenerarse, se rehabilitaron las fuentes hídricas y el ambiente en general mejoró. Si seguimos actuando mal con el medio ambiente, él nos lo va a devolver”, concluyó.