Durante la noche, Gianni Crea empuja la puerta de entrada de los museos del Vaticano, con un imponente llavero en la mano. Con rapidez se interna en los desiertos corredores para abrir las puertas de las galerías, entre las más visitadas en el mundo.
"Hay exactamente 2.797 llaves. Cada una tiene de una a cinco copias, o sea que tenemos más de 10.000", dice con orgullo este cincuentón romano, que conoce al dedillo todas las chapas.
De la monumental escalera de Bramante a la galería de los Mapas geográficos, la silueta de Gianni Crea camina entre las esculturas de mármol, las antigüedades romanas y los cuadros del Renacimiento.
En unas horas, miles de turistas inundarán las 1.400 salas de los museos. Pero antes del alba, solo el tintineo metálico de su llavero interrumpe el silencio de los aposentos, que están en la penumbra.
Rafael, Da Vinci, Caravaggio... "Cada rincón es un pedazo de historia", dice Gianni, muy bien presentado de traje y corbata, mientras ilumina las obras con la luz de su lámpara de bolsillo, durante la visita exclusiva con un equipo de la AFP.
Para cubrir mañana y noche los siete kilómetros del itinerario, él dirige un equipo de diez "clavigeri" (literalmente "quienes cargan las llaves"). "Los museos están divididos en cuatro zonas. Cada “clavigero” abre de 60 a 75 puertas, o sea, más de 270 puertas por día", señala.
Sus 25 años de oficio no han apagado su mirada apasionada. "Siempre hay cosas que aprender", afirma este aficionado de la historia que llegó a ese puesto "por azar".
Tras bambalinas
Entre la gran cantidad de llaves atadas a un anillo de acero, algunas se destacan. La más antigua, que data de 1771 y abre el museo Pio-Clementino, mide unos quince centímetros.
Otras llevan una etiqueta amarilla: son las que, durante el cónclave, cierran las piezas que conducen a las habitaciones donde se reúnen a puerta cerrada los cardenales para elegir al papa.
Pero la más preciosa es la única que no lleva número: la que abre la Capilla Sixtina, donde están los frescos de Miguel Ángel.
Según el estricto protocolo, es colocada cada noche en un sobre sellado y conservada en una caja fuerte, a su vez protegida en un búnker.
"Un nivel de protección máximo", sonríe Gianni en el pequeño local, bajo una foto oficial del papa Francisco.
En los últimos años su gira matutina se volvió menos solitaria: gracias a un boleto "VIP", pequeños grupos de hasta 20 visitantes pueden descubrir las bambalinas secretas desconocidas para el gran público, una iniciativa del anterior director.
"Me dije: nadie vendrá nunca a las 5:00 de la mañana. Pero eso fue una intuición genial. En la actualidad es la segunda visita más popular" en un famoso sitio de viajes, se congratula Gianni, quien ha recibido celebridades como los actores estadounidenses Sylvester Stallone y Christian Bale.
"Privilegio"
La visita se inicia en un amplio ascensor de madera barnizada con un panorama único de la Ciudad Eterna y la vegetación exuberante de los Jardines del Vaticano, dominadas por la cúpula de San Pedro.
Pero el centro del espectáculo es la Capilla Sixtina, joya del arte y de la arquitectura, la preferida de los visitantes y los amantes del cine. Aquí nada que ver con la agitación de la muchedumbre apeñuscada, ni órdenes de no tomar fotografías. Solo el silencio en el majestuoso ámbito.
De ese "privilegio extraordinario", cada visitante guarda "la emoción de estar solo" y la posibilidad de "contemplar las obras con toda la tranquilidad", dice Gianni.
Contratado en 1998 gracias a la mediación de un sacerdote de su parroquia, este jovial católico vio cómo fue evolucionando su misión a medida que se ampliaban los museos.
"Cuando entré, éramos solo tres", señala. "Poco a poco comencé a aprender diversas lenguas –inglés, español, francés– y a estudiar la historia del arte para profundizar mis conocimientos. Son nuestras raíces y estoy muy feliz", agrega.
Gianni, quien ha trabajado con tres papas –Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco–, ya se encontró con el pontífice argentino, pero aún no ha tenido la oportunidad de reservarle una visita privada.
"Es su casa y puede venir cuando quiera", bromea el guardallaves.
Cientos de tesoros históricos
Los museos del Vaticano son los segundos más visitados del mundo. En sus amplios e imponentes espacios albergan tesoros históricos y artísticos de incalculable valor.
La Capilla Sixtina, obra maestra del arte renacentista, es una de las más reconocidas por los frescos del maestro Rafael, pinturas que cubren todas las paredes a la vista. La última intervención fue en 1980, tardó 14 años y tuvo como restaurador jefe al italiano Gianluigi Colalucci, quien falleció el 29 de marzo de 2021.
El maestro restaurador pasó a la historia de la restauración al decidir eliminar sólo la capa de suciedad milenaria formada por el humo de las velas de sebo, cera y hollín, lo que cambió la percepción de la obra de Miguel Ángel, al descubrir una serie de matices y de colores que estaban ocultos debido también a otras restauraciones y a la censura. Así salieron a la luz los colores brillantes y originales de las pinturas.
Colalucci cambió también la historia del arte en lo que respecta a la figura de Miguel Ángel, tanto que se decía que "todo libro sobre Miguel Ángel debía reescribirse".
La restauración completa fue financiada además por la televisión japonesa, la Nippon Television, que aportó 4,2 millones de dólares a cambio de los derechos para grabar el trabajo, algo inédito entonces para el Vaticano.
Cuando el afamado restaurador murió, en el Instagram de los museos del Vaticano se informó: "Falleció el maestro Gianluigi Colalucci. Fue él quien dirigió los trabajos de restauración de los frescos de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, considerada por muchos como la restauración del siglo. A su valentía y a su talento se deben los colores actuales de la Bóveda y del ‘Juicio final’ de Miguel Ángel, que ahora se pueden admirar en todo su esplendor".
La Sixtina es tan solo una de los emblemáticos lugares que conforman este impresionante, bello y rico complejo. Son siete kilómetros de salones y corredores que conforman el museo, cada uno con pinturas, esculturas, sarcófagos, estatuas, mapas italianos y decenas de piezas para admirar.
Así se encuentran los museos: Gregoriano Egipcio, Gregoriano Etrusco, Pío Clementino, Gregoriano Profano, Pío Cristiano, Chiaramonti, Profano, Etnológico Anima Mundi y el Cristiano. Las capillas Nicolina, San Pedro Mártir y de Urbano VIII, los Lapidarios Hebreo, Cristiano, Profano ex Lateranense, la Sala de Bodas Aldobrandinas, la Sala de la Inmaculada y la Sala de Claroscuros.
El Pabellón de las Carrozas, las Estancias de Rafael, la Pinacoteca y el Apartamento Borgia, la residencia privada del papa Alejandro VI, fallecido en 1503, completan este emporio cultural, artístico, histórico y espiritual.
En sus amplios e iluminados corredores y salas se pueden apreciar las estatuas de mármol esculpidas hace miles de años del dios Apolo, el sacerdote Laocoonte, el héroe Hércules y el atleta Doríforo, entre otros. Y en sus colecciones hay cientos de objetos de la vida cotidiana hallados en excavaciones de tumbas, especialmente egipcias, como vasijas, piezas de bronce, sarcófagos y máscaras funerarias.
Todo ese complejo es cuidado, tan celosa como religiosamente, por hombres como Gianni Crea, que saben que en ese grueso manojo de llaves que cargan a diario está gran parte de la historia de la humanidad.