Cinco años después de haber experimentado la debacle, la extrema derecha austriaca logró una victoria histórica en las legislativas de ayer domingo, pero sin garantía de poder gobernar.
"Saboreen este resultado. Juntos hicimos historia hoy (...) Lo que hemos logrado supera todos mis sueños", dijo el líder de la ultraderecha de Austria, Herbert Kickl.
El Partido de la Libertad (FPO) obtuvo 28,8 % de los votos, o sea un incremento de 13 puntos con relación a los comicios de 2019. Es la primera ocasión en la que una formación ultraderechista es la más votada en unas elecciones nacionales europeas desde la Segunda Guerra Mundial
Los conservadores de la actual formación gobernante, el Partido Popular de Austria (ÖVP), liderados por el canciller Karl Nehammer, quedaron segundos con 26,3 %. "No logramos alcanzar" a la extrema derecha, se lamentó al dirigente.
Pero Kickl está lejos de tener garantizado el puesto de jefe del gobierno y puede incluso quedarse fuera de un gabinete de coalición, ya que ningún partido quiere asociarse con su formación.
Por lo mismo, luego de su triunfo afirmó que este mensaje "tan claro" del electorado lo llevará a tender la mano a todos los partidos del Parlamento. El país debe "volver a conectar con las necesidades de la población", aseguró Kickl.
En un contexto de auge de los partidos de extrema derecha en Europa, esta formación fundada por antiguos nazis registró mejores resultados de lo que pronosticaban los sondeos.
Tras cinco años de una alianza inédita de conservadores y ecologistas en el poder, el avance de la ultraderecha supone un sismo en Austria, donde el FPO integró el gobierno previamente, pero nunca encabezó una votación nacional.
Nehammer, quien en las últimas semanas logró recortar distancias con el FPO, reconoció ayer la decepción de sus militantes y prometió "seguir luchando por los intereses del pueblo".
Creciente popularidad
Desde 2021, cuando Kickl asumió el control de esta formación marcada por los escándalos de corrupción, la popularidad del FPO creció gracias a la indignación de los votantes por temas como la inmigración, la inflación y las restricciones por el covid-19, como ocurrió con otros partidos de extrema derecha en Europa.
Este exministro del Interior, de 55 años, hizo campaña en estas elecciones, en las que más de 6,3 millones de personas estaban llamadas a votar de los 9 millones de habitantes del país, con consignas como "Atrévete a probar algo nuevo".
El FPO integró el Ejecutivo por primera vez en 2000, lo que desató protestas en el país y sanciones de la Unión Europea.
En la campaña, Kickl fustigó las sanciones de la Unión Europea contra Rusia, atacó al gobierno saliente y reivindicó el concepto de la "remigración", que implica despojar de la nacionalidad a personas de origen extranjero que considere que no se hayan integrado.
Posibles alianzas
Por su parte, el conservador Nehammer, de 51 años, jugó la baza de un partido "en el centro" del espectro político, a pesar de su tajante postura sobre la inmigración. El canciller reiteró su negativa a trabajar con Kickl.
Pese a que la popularidad de los conservadores cayó más de 10 puntos respecto a 2019, el ÖVP, en el poder desde 1987, debería –salvo sorpresas– conservar la cancillería, aunque las negociaciones para encontrar socios serán largas.
Al confirmarse la amplia victoria del FPO, los conservadores no aceptarán ser el socio minoritario, pronostican los expertos.
Probablemente preferirán unir fuerzas con los socialdemócratas (21 %) y un tercer partido, que podría ser el liberal NEOS.
Con los Verdes, en claro descenso (9 %), hay muchos puntos de desacuerdo y el divorcio parece definitivo.
La escogencia ayer de los 183 diputados confirmó los buenos resultados cosechados por el FPO en las europeas del pasado mes de junio. Kickl recalca que el objetivo de las políticas del Gobierno debe ser el de impedir por completo el paso a la migración. Así, ha incidido en que existen acuerdos con los socialdemócratas respecto a las pensiones y "otras cuestiones sociales".
Todo esto permite dibujar un escenario en el que, si bien la ultraderecha quedó encumbrada, la combinación resultante dejaría de nuevo en manos de Nehammer la formación de un nuevo gobierno de coalición, cuya composición sería a todas luces más sencilla que la de un ejecutivo encabezado por Kickl, que ya fue ministro del Interior entre 2017 y 2019 en un gobierno liderado por el OVP que saltó por los aires debido al conocido 'caso Ibiza'.
Gas ruso y Ucrania
Sea cual sea el nuevo gobierno en Austria, tendrá que enfrentarse a importantes cuestiones energéticas, como el problema de la dependencia austriaca del gas ruso, un asunto candente en plena invasión de Ucrania.
El FPO es considerado en este sentido un partido más cercano a Moscú, por lo que podría buscar acuerdos con Rusia y dificultar la política exterior en relación con Ucrania. El partido ya firmó hace unos años un pacto de cooperación con el Partido Rusia Unida, la formación del presidente ruso, Vladimir Putin.
Este asunto suscita preocupaciones en el seno de la Unión Europea, que ha impuesto varias tandas de sanciones contra el Gobierno ruso a medida que avanza la guerra en territorio ucraniano. El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, quien ha usado el veto en varias ocasiones para frenar la entrega de ayuda militar a Ucrania, mantiene una estrecha alianza con el FPO en el Parlamento Europeo y es visto por muchos como un modelo a seguir para Kickl.
En este sentido, es previsible que Viena –que no forma parte de la OTAN– sufra nuevas presiones de cara al futuro cercano para que abogue por la diversificación del suministro de energía en un intento por lograr una mayor independencia, unos planes que el FPO podría frustrar en caso de llegar al gobierno.
Desde Bruselas, el FPO –que forma parte del grupo Identidad y Democracia– es observado con recelo, especialmente debido a su política exterior y su postura euroescéptica, cuestiones que podrían repercutir en la cohesión y dificultar aún más la imposición de medidas conjuntas.