Banco Mundial prevé altos precios de energía y alimentos para 2024 | El Nuevo Siglo
Barbara Coello/Banco Mundial
Martes, 26 de Abril de 2022
Redacción internacional con AFP

Los precios de energía y alimentos se mantendrán en niveles "históricamente altos" hasta fines de 2024 debido a las perturbaciones provocadas por la guerra en Ucrania, señaló el Banco Mundial en un informe publicado el martes.

Según las últimas "Perspectivas de los mercados de productos básicos" (Commodity Markets Outlook), los precios de la energía se incrementarán más del 50% en 2022 antes de moderarse en 2023 y 2024, en tanto los precios de los productos no energéticos, incluidos los agrícolas y metales, aumentarán casi un 20% en 2022.

Si la guerra se prolonga, o Rusia recibe más sanciones por su invasión a Ucrania, los precios podrían subir más y mostrar aún más volatilidad, advierte el reporte.

"En conjunto, esto representa la mayor crisis de productos básicos que hemos experimentado desde la década de 1970", dijo Indermit Gill, vicepresidente de Crecimiento Equitativo, Finanzas e Instituciones del BM, citado en un comunicado.

Por otro lado, el informe anticipa que la conmoción por la guerra hará subir el precio promedio del crudo Brent a 100 dólares el barril en 2022, el nivel más alto desde 2013, y un 40% más con respecto a 2021. Para 2023, estima que rondará los 92 dólares el barril.

En cuanto a los alimentos, se prevé que este año los precios del trigo aumentarán más del 40% y alcanzarán un máximo histórico en términos nominales.

De acuerdo con el BM, esto podría ejercer presión sobre las economías en desarrollo que dependen de las importaciones de trigo, en especial las que provienen de Rusia y Ucrania. Según las proyecciones, los precios de los metales se elevarán un 16% en 2022 para atenuarse luego en 2023, pero se mantendrán en niveles altos.

Crisis de oferta

Por su parte, Ayhan Kose, director del Grupo de Perspectivas del Banco Mundial, que elabora el informe, destacó la magnitud de la crisis de oferta debido a la guerra en Ucrania.

"El consiguiente aumento de los precios de los alimentos y la energía está generando un alto costo humano y económico, y probablemente frenará los avances en la reducción de la pobreza. El incremento de los precios de los productos básicos exacerba las presiones inflacionarias, ya elevadas en todo el mundo", reiteró.

Además, la guerra también está creando patrones de comercio más costosos que podrían dar lugar a una inflación más duradera. Se espera que provoque una desviación significativa en el comercio de energía. Por ejemplo, algunos países ahora buscan abastecerse de carbón en lugares más remotos.

Al mismo tiempo, algunos de los principales importadores de carbón podrían aumentar las compras provenientes de Rusia y, a la vez, reducir las originadas en otros grandes exportadores. Es probable que este desvío resulte más costoso, según se señala en el informe, porque implica mayores distancias, y el carbón es voluminoso y costoso de transportar. Con el gas natural y el petróleo se observan desvíos similares.

En el corto plazo, el alza de los precios amenaza con perturbar o retrasar la transición hacia formas de energía menos contaminantes. Varios países ya han anunciado planes para ampliar la producción de combustibles fósiles. Los elevados precios de los metales también están impulsando el costo de la energía renovable, que depende de metales como el aluminio y el níquel para baterías.



Por su parte, John Baffes, economista sénior del Grupo de Perspectivas del Banco Mundial, estima que "Esto tendrá efectos indirectos duraderos. El marcado aumento de los precios de los insumos, como la energía y los fertilizantes, podría dar lugar a una reducción en la producción de alimentos, en particular en las economías en desarrollo. La merma en el uso de los insumos afectará la producción y la calidad de los alimentos, lo que a su vez influirá en su disponibilidad, en los ingresos rurales y en los medios de subsistencia de los pobres".

Adicionalmente, varios expertos del BM instaron a los formuladores de políticas públicas a tratar de minimizar los efectos de esta situación, exhortándolos a diseñar programas de protección social focalizados, como los de transferencias monetarias y de obras públicas, en lugar de fijar subsidios a los alimentos y los combustibles.