Calentamiento global: desafío a la sobrevivencia humana | El Nuevo Siglo
Domingo, 20 de Noviembre de 2022
Giovanni Reyes

Para quienes tienen gran meticulosidad respecto al uso de términos, lo primero es la disputa entre (i) cambio climático; y (ii) calentamiento global. La controversia semántica está abierta y es muy probable que cambio climático sea una categoría más global, más integradora. Sin embargo, uno de los rasgos esenciales del cambio del clima -entre otras características de relevancia- es el aumento de temperatura en el planeta.

Se trata de un rasgo estratégico en cuanto a sus variados efectos. Es decir, es un componente que tiende a tener repercusiones no sólo múltiples sino también de carácter permanente o irreversible. Esto, desde luego, depende del criterio que estemos utilizando.  No obstante, el calentamiento global se relaciona con la mayor cobertura de transmisores de enfermedades, el deshielo de los polos, el aumento del nivel de los mares, con la amenaza a la existencia misma de las especies, incluyendo la humana. 

El calentamiento global tiende a desestabilizar los ecosistemas, fundamentalmente en cuanto al componente de la biosfera.  En todo caso, la composición física, geológica del planeta, lo que sería la litosfera, ha permanecido desde hace unos 4.500 millones de años, que sería la edad física de nuestro mundo.

El punto a destacar una vez más es que producto, con mucho, de la acción humana estamos elevando la temperatura del planeta en niveles que serían irreversibles poniendo en peligro nuestra propia existencia como especie, y la de otros seres vivos. La reciente reunión que se ha llevado a cabo COP-27 en Egipto, reiteradamente, no establece un plan concreto de políticas y decisiones para detener, amortiguar, mucho menos para revertir la tendencia del calentamiento, de nuestra contribución con este fenómeno.

Las pruebas están allí, pero la ignorancia, la indiferencia, las preocupaciones del día a día, o bien el abierto negacionismo, hacen que la sociedad civil no desarrolle todas las acciones que se podrían realizar respecto a este tema que es de vida o muerte para nosotros. No se trata de salvar el planeta, nuestro mundo ha vivido sin nosotros durante mucho tiempo. Es nuestra propia existencia la que está en juego.

Aunque se ha abordado el problema desde 1972 con la primera conferencia mundial sobre temas ecológicos celebrada en Estocolmo, Suecia, se ha fallado en los alcances y los logros que se requieren.

Algunos detalles. Se ha acordado reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. En la Conferencia de París, 2015, los mandatarios se comprometieron a limitar el calentamiento global a un incremento de 1.5 grados centígrados. Las metas se establecieron para 2030, dentro de apenas 8 años. Los compromisos forman parte de lo que se ha denominado Contribuciones Determinadas en lo Nacional (CDN).



Una evidencia clara de los fallos estaría dada por un dato que la Organización de Naciones Unidas descubrió: “Los últimos ocho años han sido los más calurosos jamás registrados y las posibilidades de evitar que la temperatura mundial aumente más allá del límite del 1.5 grados centígrados respecto a la época preindustrial son apenas posibles”.

Aún dentro del cuidadoso lenguaje propio de los organismos internacionales que por lo general se guardan mucho de afectar las enormes sensibilidades de los políticos y las instituciones de los países, es evidente la tendencia. Se ha podido constatar que de continuar como estamos -con el contraste entre la elocuencia de discursos y la carencia de resultados- para dentro de una década, hacia 2032-2035, la tendencia en el incremento de temperatura se estaría encaminando a ser de entre 1.7 y 1.9 grados centígrados.

Siempre con base en los hallazgos de Naciones Unidas, otra evidencia que resalta del contenido de estudios más actualizados: la velocidad, la tasa de cambio en el aumento del nivel de los mares, se ha duplicado desde 1993. Se puntualiza que “ha subido casi 10 milímetros desde enero de 2020 hasta alcanzar una cifra récord para 2022.  Sólo durante los últimos dos años y medio suponen el 10% de la subida global del nivel del mar desde que empezaron las mediciones por satélite, hace casi 30 años”. 

Es indiscutible, no obstante, el desatino de los negacionistas, que muchos países deben enfrentar olas de calor sin precedentes, sequías, por una parte. Algo asociado a los fenómenos de El Niño. Mientras tanto, por otro lado, se tienen inundaciones devastadoras que han afectado a millones de personas. Son los rasgos de La Niña.

En la actualidad tenemos ya casi dos ciclones afectando durante la época de huracanes en el Caribe. Pero también han aparecido ya estos vientos devastadores, formándose en el pacífico, o bien en el Golfo de México y luego buscando los litorales del sur de Mesoamérica.  Recuérdese cómo en septiembre de 2005, la tormenta Katrina azotó a Nueva Orleans, en el sur de Estados Unidos.  Sin precedentes. Una tormenta poniendo de rodillas a la primera potencia mundial.

Tenemos una crisis aún no superada con la pandemia del covid-19 y su generación constante hasta ahora, de nuevas variantes y mutaciones. Tenemos la crisis económica y la amenaza de guerra extendida a partir del conflicto Rusia-Ucrania.  Tenemos esta amenaza global del calentamiento del planeta, del cambio climático. 

Se trata de actuar, de establecer acciones medibles, coherentes, de programas conjuntos. Hace falta efectiva y sostenida voluntad política. No hacerlo, continuar dañando el medio ambiente muchas veces en búsqueda de rentabilidades inmediatas, es un suicidio. Suicidio lento si se quiere, pero suicidio, al fin y al cabo.

*Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor, Universidad del Rosario, Bogotá, Colombia.

(El contenido de este artículo es de entera responsabilidad del autor por lo que no compromete a entidad o institución alguna).