Chile vota por derecha o continuismo socialista | El Nuevo Siglo
Foto AFP
Sábado, 18 de Noviembre de 2017
Pablo Uribe Ruan
Apuntándole a su segundo mandato, Sebastián Piñera es el amplio favorito para ganar este domingo en las elecciones presidenciales en Chile. La división de la izquierda, entre Guillier, Sánchez y Goic, le ha beneficiado, sacando una ventaja de casi 20 puntos en todas las encuestas. Pero las mismas dicen que no logrará ganar en primera vuelta. Elección marcada por el abstencionismo y las reformas impulsadas por Bachelet

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EN LAS SÉPTIMAS elecciones presidenciales en Chile, tras la transición a la democracia, Sebastián Piñera, un empresario que llegó a la política hace una década y fue presidente por primera vez en 2010, es el favorito para llegar al Palacio de la Moneda con una abultada diferencia sobre Alejandro Guillier, un experiodista, que es segundo en las encuestas.

La diferencia entre los punteros, Piñera y Guillier, se explica, en parte, por la división dentro del oficialismo. Cuatro años después de asumir su segundo mandato, Michelle Bachelet no ha apoyado ninguno de los candidatos de izquierda, Guillier y Carolina Goic, por conveniencia política.

La Presidenta, según algunos analistas locales, da por contado que Piñera va pasar a segunda vuelta, y prefiere esperar a ese escenario para apoyar a quien pase. Lo más seguro, de acuerdo a los sondeos, es que Guillier pase al balotaje, pero la diferencia con el tercero no es muy grande.

La economía

La abultada ventaja de Piñera no sólo se explica por las fracturas dentro del oficialismo. La economía chilena registró en 2016 su crecimiento más bajo en siete años, por la caída de los precios del cobre. Modelo para otros países del continente, Chile sólo creció 1.6%, una contracción significativa que golpeó el consumo local y las inversiones.

Aprovechando este panorama, Piñera, desde que comenzó la campaña, ha hablado de la recuperación económica como su principal bandera. No quiere decir que los demás candidatos no lo hayan hecho. A diferencia de ellos, el exempresario se adscribe a esa corriente de centroderecha que, de país en país, está llegando al poder.

Mauricio Macri, en Argentina,  y Pedro Pablo Kuczynski, en Perú, han demostrado que las recetas económicas y sociales de la centroderecha son más atractivas para el electorado,  que el continuismo socialista. Al menos en esta primera vuelta, Chile parece ir por el mismo camino.

Para recuperar el crecimiento, los chilenos creen que Piñera, un exempresario que llegó a ser dueño de equipos de fútbol y megatiendas, es el indicado para que el modelo de Chile, tan exitoso en los años 80 y 90, y en parte de la última década, vuelva a ser el mismo.

Ese modelo, sin embargo, fue en gran parte ejecutado por la dictadura de Augusto Pinochet, una imagen que sigue vigente en la política, en las calles, en las conversaciones de cualquier chileno, para mal, en la mayoría de los casos, aunque una encuesta publicada la semana pasada mostró que un 12% sigue reivindicando el gobierno del general, culpado de crímenes de lesa humanidad.

A mediados de la dictadura, Pinochet lanzó -aparte de una campaña para eliminar a la oposición-  una agresiva política de reformas económicas en la que privatizó las pensiones, la salud y la educación, que hoy, treinta años después, han sido derogadas por el saliente gobierno de Michelle Bachelet.

Tras la transición a la democracia, Sebastián Piñera, un empresario que llegó a la política hace una década y fue presidente por primera vez en 2010, es el favorito para llegar al Palacio de la Moneda

La Presidenta, golpeada por una creciente impopularidad, ha impulsado numerosos cambios, buscando reconciliarse con el electorado de izquierda, que, tras algunos escándalos de nepotismo, ha tomado distancia de su proyecto socialista.

Dos Chiles

Definir el Chile de la post-dictadura es difícil. Lo primero que se viene a la cabeza es que el país es más de izquierda que de derecha, como un acto de voluntad política luego de la persecución sistemática de Pinochet contra líderes, profesores y estudiantes de izquierda. Pero no.

Chile parece una mezcla de ambas cosas. La izquierda dice que es de derecha, y esta dice lo mismo, pero al contrario. Lo cierto es que la transición a la democracia (1990) vino acompañada de un pacto político, “la Concertación”, que alineó a todas las fuerzas de izquierda. Durante cuatro gobiernos seguidos, esta coalición ganó las elecciones, hasta Piñera, que la rompió.

Marcada por las divisiones, hoy la izquierda representa todo menos la posibilidad de lograr alianzas. Está dividida, fracturada, y no tiene la unidad que logró a lo largo de los anteriores gobiernos. Sin embargo, en términos programáticos, con algunos matices entre los partidos, coincide. Piensa igual. Por eso, las reformas de Bachelet han sido  apoyadas por los candidatos que buscan llegar a la Moneda.  

Pero la derecha no la ve con buenos ojos. Y muchos chilenos tampoco. Al final de su gobierno, Bachelet ha acelerado la reforma a la educación, ha impulsado el matrimonio igualitario y ha apoyado el aborto terapéutico.

En el caso de la educación, impulsa un ambicioso proyecto que busca darle educación gratuita a más de 280.000 personas, pero aún falta la aprobación del Congreso. Si bien reconoce las ventajas de la reforma, Piñera ha dicho que modificaría el proyecto planteando que los padres que hacen parte de fondos del Estado aporten una parte de la educación de sus hijos.

También, como parte de la agenda reformista de Bachelet, el Congreso estudia una ley que intenta modificar el modelo de aportes al sistema de pensiones, parte del legado de Augusto Pinochet. Según la OCDE, Chile tiene uno de los peores sistemas de pensiones de Latinoamérica. El Gobierno introdujo unos cambios estructurales que buscan un aporte proveniente de las empresas de al menos 5%.  Lo mismo pasa con la salud.

Aspirantes y votos

Aparte de la conocida cara de Piñera, otros ocho candidatos intentan llegar al Palacio de la Moneda. Hay de todo. José Antonio Kast no modula su discurso y reivindica a la extrema derecha de Pinochet, mientras Beatriz Sánchez, otra experiodista, es la representante del Frente Amplio (FA), un grupo de izquierda radical parecido a Podemos en España.

Estos dos por los extremos, porque entre la izquierda y el progresismo hay otros tres candidatos que suenan y aparentemente tienen algunas posibilidades de disputarle la segunda vuelta a Piñera.

Es claro que en Chile, como en Argentina y Perú -Brasil, podría incluirse también-, la centroderecha toma fuerza como alternativa política al denominado socialismo del Siglo XXI

Representante del Partido Demócrata Cristiano ( PDC), Carolina Goic, una carismática líder social de 45 años, busca liderar la izquierda chilena, pero se disputa ese lugar con Guillier, el candidato del Partido Socialista Chileno (PSC), hoy segundo en las encuestas, quien logró el apoyo de la cúpula partidista, ante el silencio de Bachelet.

Detrás de este, con algunas posibilidades, Macro Enríquez-Ominami  (MEO) lidera el partido que él mismo fundó, Progresista, como una alternativa a la connotada división entre izquierda y derecha, tan marcada en Chile.

“Voy a votar por MEO -Enríquez Ominami-. Guillier ahora dice que quiere seguir su legado -Bachelet-.  Trabajó en el canal de televisión de Piñera. Y ahora lo critica, pero hace dos presidenciales anteriores dijo que votaría por Piñera”, dijo Aldo Díaz, abogado chileno, a EL NUEVO SIGLO.

Para pasar a segunda vuelta, estos aspirantes necesitan que Piñera no saque más de 2.750.000 votos, en caso de que votan 5.5 millones de chilenos, un número que se acerca al abstencionismo que ha marcado estas elecciones.

Medios locales como La Tercera estiman que participarán un número similar de personas que en 2013, 6,7 millones, cuando Bachelet ganó por segunda vez la presidencia, de más de 14,3 millones de personas habilitadas para votar.

La ley de voto voluntario, según María Lagos, directora de Latinobarómetro, no ayudó a subir los niveles de votación sino que, por el contrario, los bajó. “Desde 1990 comienza a bajar no solo el tamaño del padrón sino también la participación electoral, lo que la ley de voto voluntario de 2012 intentó remediar, pero solo acentuó la baja”, escribió en el portal el Mirador.

Los analistas le apuntan a una abstención del 40%, un porcentaje que no es tan bajo si se compara con el resto de democracias en el continente. Pero en Chile, un país que vivió casi veinte años de dictadura, estos números no son buenos. Llamando a los chilenos a las urnas, Bachelet pidió el viernes ejercer “ese derecho ciudadano, tantos años que no tuvimos derecho a votar y hoy lo podemos hacer”.

Segunda vuelta

Los sondeos apuntan a que Piñera, de la coalición Chile Vamos, no alcanzará más del 40% de los votos, seguido de Guillier con el 15,4%, y un poco más atrás Sánchez (8.5%). Esto lleva a un balotaje o segunda vuelta, que aún no tiene fecha.

Aparentemente, lo que pueda pasar en segunda vuelta es totalmente distinto a lo que ocurra este domingo. Según Lagos, la mitad de los chilenos “no quieren que vuelva la Nueva Mayoría” (oficialismo), al tiempo que el 60% tampoco quiere a Piñera por segunda vez.

Piñera, sin embargo, tiene a su favor la división de la izquierda. Si pasa Guillier, Sánchez o Goic, el discurso de cada uno no parece aglomerar a todos los sectores, generando un éxodo hacia su campaña, que se ha vendido como de centroderecha o centro, en algunos aspectos.

Frente a un eventual segundo mandato, Piñera no la tendrá fácil en términos de gobernabilidad. Los expertos consideran que en las elecciones de hoy, en las que también se elige el Congreso, la izquierda logrará más asientos, convirtiéndose en la mayor fuerza opositora.

Pase lo que pase, es claro que en Chile, como en Argentina y Perú -Brasil, podría incluirse también-, la centroderecha toma fuerza como alternativa política al denominado socialismo del Siglo XXI, y sus distintas vertientes.

 

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