Decencia y esperanza en adversarios de Trump | El Nuevo Siglo
Foto AFP
Sábado, 18 de Noviembre de 2017
Giovanni Reyes
Un grupo de cerca de 400 multimillonarios, le piden al Congreso estadounidense que no les recorte los impuestos, mediante la reforma fiscal que impulsa el Presidente.  Ellos mencionan que el déficit se hundiría a proporciones insospechadas
_______________________________

A PESAR de todo, aún hay esperanzas. Ahora, a mediados de noviembre, un grupo de cerca de 400 multimillonarios, le piden al Congreso estadounidense que no les recorte los impuestos.  Ellos mencionan que el déficit se hundiría a proporciones insospechadas.  Ellos perciben con claridad y al parecer con evidente certeza, que varias de las decisiones que está tomando el empresario improvisado en presidente, muy probable lleguen a ser irreversibles con toda su cauda de efectos negativos.

La carta va dirigida al parlamento, confiando en que allí se tendría un mínimo de sensatez, algo que manifestarlo se va haciendo increíble, algo que transforma a la gente en revolucionaria. Exacto, la revolucionaria sensatez de este grupo de acaudalados da visos de que no todo está perdido. 

 Que existe alguna esperanza en que quienes son responsables en Washington respecto a la política pública, puedan enfrentar a los extremistas del “Tea Party”.  Puedan enfrentar a los fanáticos cuyos variados pelajes abundan ahora en las esferas del poder norteamericano, de esa gente desbocada que mira siempre con certeza incuestionable, que mira siempre con los ojos de los que no dudan nunca.

Se demuestra con esto, que existen empresarios que saben que el mercado interno, la demanda efectiva doméstica de todo país, en este caso Estados Unidos, es clave en el manejo de la economía.  Si existe demanda en las sociedades, se estimulan los incentivos a las empresas, al emprendimiento, se pueden ver afectados positivamente los procesos y mecanismos de innovación y la ampliación de oportunidades de empleo y de formación de empresas complementarias o substitutivas.

 En el mejor estilo anglosajón, la carta que estos empresarios envían, da inicio puntualizando -para que no queden márgenes de duda- que “somos ricos a los que nos preocupa profundamente nuestra nación y su gente, y escribimos con una sola petición: no nos corten impuestos”.

Otro de los apartados importantes de la nota señala que: “creemos firmemente que la forma de crear más trabajos de calidad y fortalecer la economía no es mediante reducciones de impuestos para los que más tenemos, sino invirtiendo en el pueblo americano”.  Esto lanza un poco de luz, entre las espesas tinieblas que han descendido sobre Washington. Los empresarios están en la dirección de plantear una visión ganar-ganar con la sociedad estadounidense. 

 Se dan cuenta que no es posible mantener un escenario -el problema de la sostenibilidad- haciendo que se contraiga la demanda interna.  Saben que esto es peligroso en cuanto a generar un clima social inestable, donde la falta de oportunidades sea el combustible de desesperación para la gente. 

George Soros y Steven Rockefeller, signatarios de la carta en referencia, lo puntualizan con claridad: “esta rebaja de impuestos sólo favorecerá la desigualdad y aumentará la deuda”. 

 Se trata de que el emprendimiento en el inicio de las empresas, la innovación que propicie su perdurabilidad y el escenario macro económico y macro social y político, sea tal que contribuya a mejorar oportunidades que se traduzcan en salarios y en capacitación.  Este último elemento actuando como inversión en la infraestructura humana. Algo completamente crucial para todo país.

 Los firmantes saben que la decisión de rebaja de impuestos a los mega-millonarios no se traduce necesariamente en mayores niveles de bienestar colectivo.  No se trata de prejuicios ni de posturas ideológicas.  Está comprobado.  Los recortes de impuestos son más efectivos en cuanto a impulsar la economía de un país, cuando los mismos se hacen a los sectores más vulnerables, a los más pobres o menesterosos.

En esos sectores, el recorte de impuestos aumenta de manera cuasi automática la renta o ingreso personal disponible. Con ello, las familias tienen mayores ingresos, más disponibilidad de recursos que se traduce en mayor demanda, en mayor consumo.  Si el recorte va dirigido a los sectores medios de la sociedad, ese aumento de renta personal se traduce en consumo y en cierto nivel de aumento de inversión.  Este segundo caso también es favorable para la economía.

Sin embargo, si el recorte va dirigido a la cúspide de la pirámide, de entrada, favorece a menor número de gente y esa mayor disponibilidad de circulante desemboca en mayor grado, no en inversiones de la economía real -la relacionada con la generación de bienes, servicio y empleo- sino fortaleciendo los circuitos de la economía financiarista.  Esto es, la economía especulativa basada en los derivados financieros.  Con ello se crean incentivos para la formación de burbujas bursátiles.

 Precisamente las burbujas que hicieron crisis en el efecto “tequila” de diciembre de 1994 en México; en el Sud-Este Asiático, en el verano de 1997; en Brasil y Rusia en 1998; las que provocaron la crisis financiera de marzo y abril de 2000 con la burbuja del NASDAQ; en 2007 con la crisis inmobiliaria; en septiembre de 2008 con la última crisis financiera.  Bueno, pare de contar.

 Es evidente todo esto. George Soros y Steven Rockefeller, signatarios de la carta en referencia, lo puntualizan con claridad: “esta rebaja de impuestos sólo favorecerá la desigualdad y aumentará la deuda”.  Precisamente, una deuda que se nutre de déficit del presupuesto público; una deuda que en el ámbito total externo, está llegando a la casi inimaginable suma de 16.6 trillones (millones de millones de dólares) un 8 por ciento más que todo el producto interno bruto de la potencia del norte.  Por esa deuda, el país está pagando casi 200 millones de dólares por día en intereses.

No obstante, estos datos, nótese cómo los políticos aprovechan el analfabetismo funcional de muchos grupos de la población que viven entretenidos -para eso están también los deportes, las modas, y el efímero mundo trivial de la farándula.  Para comprender chismes no se necesitan muchos muebles en la cabeza.  Fue así, exacerbando las pasiones, los componentes emotivos más primitivos, que Trump pudo ganar en el Colegio Electoral.  Recuérdese en todo caso, que Trump es un perdedor.  En el voto ciudadano, lo fue por 2.86 millones de votos que le dieron la mayoría a Hillary Clinton.  Pero bueno, existe ese colegio de electores, una institución de la Edad Media, con sus pro y sus contra.  Ahora sabemos, caramba, que no todos los votos tienen el mismo valor.

Una síntesis de todo esto, la expresa el presidente de American Airlines, Robert Crandall; lo hace ver al lanzar un cuestionamiento dirigido al corazón de las “concepciones” más conservadoras: “Este recorte es absurdo.  Según los republicanos no nos podemos permitir gastar más dinero público, pero sí reducir los impuestos a los más ricos.  Esto no tiene ningún sentido”.