ACABAR con la pobreza, catapultar el crecimiento económico, el desarrollo y el progreso del país juró el 2 de febrero de 1999, el exmilitar golpista Hugo Chávez al asumir -por primera vez- la presidencia de Venezuela y proclamar el inicio de la Revolución Bolivariana. Esas promesas de cambio se dieron, pero a la inversa y hoy es el país con la mayor crisis política y social del continente americano.
Con un discurso de izquierda radical, Chávez despertó, empoderó y armó a las fuerzas populares con la orden de defender su naciente revolución y que por esa época también se daba con Evo Morales (Bolivia), Rafael Correa (Ecuador), Daniel Ortega (Nicaragua) y pocos años después con el también exmilitar Ollanta Humala (Perú).
Los petrodólares le permitieron al líder venezolano dar vivienda y otras ayudas sociales a los más vulnerables enraizando su ideología socialista, lo que fortaleció su base electoral, al punto que fue reelecto en 2002 y, con una inédita persecución a sus opositores, se atornilló en el poder una década más, hasta que su inesperado fallecimiento, oficialmente anunciado el 5 de marzo de 2013, pero que habría ocurrido semanas antes durante una de las fases del tratamiento contra el cáncer que recibió en Cuba.
Con un país cada día más polarizado, la oposición silenciada y una economía que comenzaba a frenarse, el entonces vicepresidente Nicolás Maduro asumió el mando como presidente encargado y un fallo del Tribunal Supremo de justicia le habilitó a presentarse en las elecciones presidenciales del 14 de abril de ese mismo año, ‘asumiendo’ la candidatura del desaparecido líder socialista. Pese a la crisis económica en ciernes, la radicalización del régimen y su cooptación de todos los poderes, los venezolanos eligieron a este dirigente sindical por una mínima diferencia frente a la carta de la oposición, Henrique Capriles, en un escrutinio plagado de irregularidades.
Ese día, los primeros boletines del Consejo Nacional Electoral, dieron una ventaja a Capriles, tendencia que se mantuvo hasta un alto porcentaje del recuento. Pero, sin explicación alguna, durante cuatro horas se mantuvo un silencio oficial sobre el mismo, tras el cual se dio el conteo oficial: Maduro presidente con el 50.61% de los votos y Henrique Capriles, 49.12%.
Con el mismo programa de gobierno del fallecido, pero siempre omnipresente Chávez, quién según Maduro le habló en más de una ocasión como un ‘pajarito’, Maduro empezó a implementar su “Plan de la Patria 23013-2019” que consistía básicamente en consolidar el régimen, ampliando la base popular con aumento de ayudas sociales y creación de milicias ciudadanas.
"Por ahora y para siempre", tal cual reza la inscripción en el mausoleo de Hugo Chávez, fue desde entonces el lema de Maduro quién, a diferencia de su mentor, paulatinamente quedó sin con qué fondearse económicamente ante el declive petrolero y el alejamiento comercial de varios países ante la tan evidente como creciente represión al antichavismo -incluso con encarcelamiento de sus líderes más visibles-, el cierre de medios de comunicación opositores, la cooptación de todos los poderes públicos y las denuncias de su actividad narcotraficante.
Fue por esa época que el considerado ‘éxito’ por una mayoría de venezolanos de la revolución bolivariana comenzó a mutar en “tragedia” para el 95% de sus 30 millones de habitantes, siete de los cuales se han visto desde entonces forzados a migrar, en un éxodo indetenible.
Hoy, la tierra natal del Libertador Simón Bolívar está sumida en una depresión económica sin precedentes, una grave crisis política que se buscaba solucionar con el reciente Acuerdo de Barbados donde el régimen madurista se comprometió por la presión de Estados Unidos a realizar este año unas elecciones generales libres y transparentes, pero que frustra el veto político a la candidata única de la oposición, María Corina Machado.
Sin rival, colocando obstáculos a cualquiera que represente una amenaza a la continuidad de la llamada Revolución Bolivariana y con sanciones económicas plenas que restablecerán Estados Unidos y la Unión Europea, Maduro busca un tercer mandato en una cita electoral que continúa sin fecha.
Sin embargo, la oposición sigue en pie de lucha y se espera que la comunidad internacional logre, con la prohibición total a las negociaciones del petróleo, gas y oro venezolano, hacer que el régimen establezca las garantías electorales para la elección presidencial y que reverse la inhabilitación política que, sin fundamento alguno, impuso a Machado y los otros líderes opositores.
Debacle económica
Maduro repite constantemente que enfrenta una "guerra no convencional" en contra del "imperialismo" -como llama a Estados Unidos-, y atribuye siempre la responsabilidad de los problemas del país a las sanciones con las que Washington buscaba despojarlo del poder en 2019.
En 2022 se produjo una ligera recuperación económica, insignificante frente a la reducción del 80% que sufrió el PIB en una década. Y la hiperinflación de millas de puntos porcentuales llevó al gobierno, irónicamente, a permitir una dolarización informal.
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La industria petrolera, que genera prácticamente la totalidad de los ingresos del país, también está devastada: culpa de las sanciones, dice el gobierno; desidia, corrupción y falta de personal calificado (muchos despedidos tras un paro en 2002), señalan expertos. La producción que fue de 3 millones de barriles por día (bd) con Chávez en el poder sucumbió a unos 300.000 antes de repuntar a los 900.000 de la actualidad.
"El chavismo ha representado una tragedia importante para el país", dice Benigno Alarcón, politólogo y profesor de la Universidad Católica Andrés Bello (Ucab). "Un gobierno que habiendo tenido en un primer momento los ingresos más grandes que ha tenido cualquier gobierno en Venezuela y habiendo tenido la oportunidad de hacer de Venezuela un país moderno (...), malgastó el dinero en clientelismo para mantenerse en el poder".
"No hubo inversión (...), no hubo mejoras en lo económico, en la infraestructura, en la capacidad productiva del país", abundó, destacando cómo "terminaron matando a la gallina de los huevos de oro", Petróleos de Venezuela (Pdvsa), que llegó a ser de las más importantes del mundo.
No hay cifras oficiales de pobreza, normales en este país que poco informan indicadores económicos incómodos. Un estudio de la Ucab la ubicó en 90% entre 2018 y 2021, y 81,5% en 2022.
"Es de las más altas del mundo", destaca Alarcón. "La lógica para mantener el poder, independientemente de Chávez o de Maduro, es la misma (...): se sostienen sobre la miseria del pueblo".
"Si quieres vivir, si quieres tener medicinas, si quieres sobrevivir en medio de esta realidad, tienes que estar con nosotros", relata.
Rodrigo Cabezas, que fue ministro de Finanzas de Chávez, hace una distinción entre "chavismo" y "madurismo".
"La confrontación con Estados Unidos es la gran coartada del madurismo para intentar justificar su tremenda incompetencia en la conducción del Estado, de la economía, de la sociedad, para intentar justificar su deriva terriblemente autoritaria y violadora de derechos humanos", explica el ahora profesor de la Universidad del Zulia.
"El éxito de Chávez de colocar lo popular en el centro de la gestión pública hoy está totalmente disipado", agrega, al tiempo que destaca que “nadie podrá decir que la economía venezolana se destruyó durante Chávez", insiste, citando crecimiento, aumento del salario mínimo (hoy en 3,5 dólares mensuales) y reducción de la pobreza en esos años.
Política
Para Ana Sofía Cabezas, vicepresidenta de la Fundación Chávez, la Constitución es "de las cosas más importantes que nos ha dejado el comandante Chávez".
El texto, aprobado en 1999 e impulsado por el expresidente, es un ejemplo en derechos humanos y sociales, aunque los detractores del chavismo los acusan de ser sus principales violadores.
Chávez representaba "la esperanza de cambio y redención social", sostiene Cabezas, recordando que siempre ganó con holgura las elecciones en las que participó: 1998, 2000, 2006 y 2012, meses antes de morir.
Alarcón destaca que las "violaciones de los derechos humanos comenzaron con Chávez", aunque es el gobierno de Maduro el que está investigado por la Corte Penal Internacional (CPI) por la represión de manifestaciones estudiantiles en 2017 con un centenar de muertes, entre otras denuncias. de ejecuciones extrajudiciales, torturas y detenciones arbitrarias.
El rostro de Chávez está por todas partes, 11 años después de su muerte. Maduro lo nombra, el canal del gobierno pasa viejas alocuciones, dominando aún parte del culto a la personalidad del que también goza el actual presidente.
Pero la realidad es que el régimen ha perdido apoyo popular. Y medir cuán real o cuánto le queda es su gran temor. De allí que siga cercando al antichavismo, pese a las advertencias del gobierno estadounidense de Joe Biden, a quien le critican las concesiones que le hizo, creyendo en su palabra. La esperanza es que la ‘asfixia’ de las sanciones cambie el panorama. ¿Se logrará?.