Escuelas clandestinas: la situación extrema ante la falta de clases | El Nuevo Siglo
DENNISE Toala es una joven de 17 años que decidió en su barrio, Monte Sinaí, de Guayaquil, improvisar una escuela bajo un árb
Foto tomada revista Vistazo
Viernes, 16 de Abril de 2021
Mario F. Hurtado

La siguiente historia de una de las tantas que empiezan a aflorar en Latinoamérica producto de más de un año sin clases presenciales para la mayoría de los estudiantes. La región es sin duda la más afectada por la pandemia, políticas erradas, falta de vacunas, aislamientos tempranos y cierre de escuelas y colegios desde marzo de 2020 han llevado a una crisis social sin precedentes en la historia de la región, es posible que sea el peor retroceso social general de toda Hispanoamérica.

En medio de un panorama desolador surgen acciones y personas que buscan un cambio, que tratan de darle alternativas a quienes no lo tienen, esa es la historia de Denisse Toala, una ecuatoriana que reside en la ciudad más poblada del país, Guayaquil. Denisse vive en un barrio que se llama Monte Sinaí, una de las zonas barriales más marginadas y pobres de Ecuador.

Guayaquil es una ciudad puerto, moderna, con grandes avenidas, parques y espacios verdes. Pero al igual que ocurre en toda Latinoamérica, cuando se acaban las alamedas, los bulevares comerciales y las calles pavimentadas comienzan grandes espacios informales, barrios ilegales, calles de tierra, ausencia de verde, hacinamiento y cadenas de viviendas donde las personas viven en duras condiciones sociales. Es en estos barrios donde se siente el mayor impacto de la ausencia de la educación.

La decisión en Ecuador como en casi toda la región fue imponer el modelo de educación remota, que los estudiantes se conecten a dispositivos digitales computador o celular inteligente para recibir las clases. Lo que pasa es que, en estos barrios, no llega el internet, miles de niños no tienen para comer, mucho menos para contar con una tableta, un computador con cámara y con conectividad, es así como la mayoría de estos niños dejaron de ser estudiantes, desertaron del sistema, no pueden acceder a programas de formación y están abandonando el sistema educativo, siendo presa de la explotación infantil, del trabajo forzado e inclusive de la prostitución,

Este panorama que muchas veces no lo ven los gremios docentes, los sindicatos o los directivos educativos, lo vio una niña de 17 años recién graduada del colegio. Entendió que había que trabajar en la zona y dedicarle tiempo para enseñarles a leer, a escribir y a realizar operaciones matemáticas a los niños que no tienen oportunidades en el barrio.

Las clases las desarrolla debajo de un árbol donde pone un toldo y reúne hasta 15 niños que todas las mañanas asisten para aprender algo, a leer, a escribir. Denisse comenta que el lugar donde hace las clases era un basurero y que tuvo que llamar a la alcaldía para que fueran a limpiar porque es una de las zonas de la ciudad donde además de la ausencia de internet no existe alcantarillado, ni energía o agua potable permanente.

Como Denisse hay varios voluntarios que sin tener formación docente se han animado a desarrollar esto que se ha denominado escuelas clandestinas y que responden a una ausencia del Estado y de las autoridades educativas por llevar a la educación a la población más vulnerable. Ante la pregunta si quiere estudiar una licenciatura o ser profesora, Denisse responde que no, que es algo que no le estimula lo suficiente, que le gustaría ser fisioterapeuta, pero que mientras consigue cómo poder acceder a una universidad, quiere ayudar a las personas que más lo necesitan.

Las cifras en Ecuador

Según información de Unesco, de los cuatro millones de estudiantes que tiene registrados el país en edad escolar, más de 90 mil abandonaron sus estudios de forma definitiva por la incapacidad de conectarse a una red o contar con equipos digitales. Además de eso, una encuesta realizada en el país arrojó que el 62% de los estudiantes afirman que han aprendido mucho menos durante la pandemia.

Para completar el desolador panorama en el país andino, solo 2 de cada 10 estudiantes tienen un equipo propio de computador o celular para poder conectarse a las clases. La situación de Ecuador es la radiografía de toda la región. Una mezcla explosiva entre desigualdades sociales, dificultades de acceso a la tecnología e imposibilidad de asistir a clases presenciales.

Por otra parte, el tercer pico de la pandemia que está azotando a la región desde finales de marzo hace que se retrasen o cancelen todas las estrategias de retorno gradual. El panorama se hace más difícil cuando los medios de comunicación se dedican a sembrar terror con noticias sobre la muerte de niños o profesores por el covid, o sobre efectos adversos de la vacuna que son casos marginales para el total de dosis aplicadas.

Todas las profesiones, todos los seres humanos de todas las edades se han visto afectados en mayor o menor medida por la pandemia, pero dejar el debate solo en los casos de contagio o muerte es desconocer el enorme daño que está haciendo la ausencia de clases, y de educación a millones de niños en la región, desde mayor pobreza, violencia y abandono hasta las enfermedades mentales que crecen de forma exponencial en todos los países. Los niños no pueden seguir siendo las principales víctimas de los efectos de la pandemia.

*Especialista en educación