Israel en sus 75 años: auge económico y disparidades sociales | El Nuevo Siglo
AFP
Domingo, 7 de Mayo de 2023
Redacción internacional con AFP

ISRAEL se convirtió, desde su creación hace 75 años, en una de las economías más prósperas del planeta, con empresas líderes en sectores como la agricultura y las tecnologías de punta, aunque con desigualdades sociales flagrantes.

Israel, que se describe como una "nación start-up", ocupa el puesto 14 en el ránquin de países según su PIB per cápita de 2022, por delante de las primeras cuatro economías europeas (Alemania, Reino Unido, Francia e Italia), de acuerdo con las últimas estadísticas del Fondo Monetario Internacional.

Así como "existe la nación start-up", existe también "la nación del comedor de beneficencia", resume Gilles Darmon, presidente de Latet, la principal ONG que lucha contra la pobreza.  "Por un lado (está) el centro del país, alrededor de Tel Aviv y de la alta tecnología, donde, en términos de prosperidad, debemos estar entre las ciudades más ricas del mundo (…) y, por otro lado, más 312.000 familias (de una población de alrededor de 9,7 millones) en situación de inseguridad alimentaria severa", añade.

Israel, fundado el 14 de mayo de 1948, puede destacar desempeños macroeconómicos envidiables. El crecimiento económico fue del 6,5% en 2022, por debajo del 8,6% de 2021, pero muy por encima del promedio (2,8%) de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). La inflación está relativamente bajo control y el déficit presupuestario está contenido en gran medida.

La ciberseguridad se ha convertido en uno de los motores de la economía, principalmente con Check Point, uno de los líderes mundiales en ese sector.

Israel también está a la vanguardia de la innovación en biotecnología y agricultura. La empresa Netafim, especializada en tecnologías de riego en el desierto de Néguev desde la década de 1960, se expandió internacionalmente.

La industria armamentística, con el trío Elbit, Israel Aerospace Industries (IAI) y Rafael, sigue siendo un buque insignia de la economía israelí con lucrativos contratos en el extranjero.

La experiencia israelí también se encuentra en muchas multinacionales de alta tecnología, destaca Daniel Rouach, presidente de la Cámara de Comercio Franco-israelí. "En los componentes que se encuentran en las grandes multinacionales como Intel o Google hay conocimiento tecnológico israelí", afirma.

Waze, la aplicación mundialmente conocida de asistencia para el desplazamiento automovilístico, era israelí antes de ser comprada por Google.

Según Rouach, estos éxitos están ligados a una mentalidad empresarial propiamente israelí: "un espíritu de comando que consiste en utilizar al máximo los presupuestos asignados en un tiempo mínimo, a veces asumiendo riesgos enormes, con un objetivo por alcanzar como único parámetro".

Pero al margen de este éxito, que se despliega en localidades bordeadas de opulentas residencias en el centro del país, la realidad es menos brillante.

En Shimshon, un barrio del sur de la ciudad costera de Ashkelon, se observan largas columnas de decrépitos edificios de hormigón. Fueron construidos apresuradamente a finales de la década de 1950 para hacer frente a la inmigración masiva, particularmente del norte de África, y ahora están habitados en gran parte por inmigrantes de Etiopía y Rusia, sin haber sido rehabilitados.



Desigualdades

Israel ha vivido grandes transformaciones sociales ligadas a su turbulenta historia, y actualmente se enfrenta a divisiones cada vez más profundas.

El kibutz Yiron, en el norte, ilustra la evolución del país desde que fue creado, en 1948, cuando los ideales socialistas de algunos de los padres fundadores dieron paso a un mayor liberalismo económico y a una sociedad más multicultural.

Los kibutz, comunidades agrícolas basadas en el colectivismo, jugaron "un papel clave en la construcción del país", explica el sociólogo Yuval Achouch, investigador del Colegio Académico de Galilea Occidental, en la ciudad de Acre.

Su imagen se sigue vinculando a la de Israel en el extranjero, pero sus residentes solo representaron un 7,5% de la población judía del país. Y hoy representan incluso menos del 2%, según Achouch.

Yiron se creó en 1949 a pocos kilómetros de la frontera con Líbano y sobre las ruinas de un pueblo palestino destruido por las fuerzas judías en la primera guerra árabe-israelí (1948-1949).

Efrat Pieterse aún recuerda con nostalgia "la vida colectiva con los otros niños" de su grupo. Nació en Yiron hace 69 años y explica que los educadores eran los que se encargaban de los niños.

Hoy, esa antigua comunidad alberga una empresa agrotecnológica, las modestas casas han sido sustituidas por otras de clase media con vallas y los niños viven allí con sus padres.

La crisis económica de los años 1980 y la caída del comunismo en la Unión Soviética contribuyeron a socavar el modelo cooperativo del kibutz.

Y la aparición de nuevos valores individualistas y familiares a principios del siglo XXI también acabó convirtiendo a mayoría de estos pueblos en liberales, explica Achouch.

Explosión demográfica

La población de Israel es una de las que más rápido crece en el mundo y se multiplicó por 12 desde 1948.

El país cuenta hoy con 9,7 millones de habitantes, de los que 7,1 millones son judíos (73,5%) y 2 millones, árabes (21%), según la Oficina Central de Estadísticas de Israel. El resto son inmigrantes no judíos.

El rápido crecimiento demográfico de Israel puede atribuirse en gran medida a la emigración judía procedente de todas las regiones del mundo, aunque un número significativo llegó de la antigua Unión Soviética, a principios de los años 1990.

La identidad nacional se forjó en parte en el servicio militar obligatorio, aunque una parte de la población se vio exenta de realizarlo, como la minoría árabe y la casi totalidad de los judíos ultraortodoxos, que representan el 12% de la población.

En un discurso pronunciado en 2015, el entonces presidente Reuven Rivlin había identificado cuatro "tribus" para definir a la sociedad israelí.

Tres de ellas eran judías -laicos, religiosos nacionalistas y ultraortodoxos- y una árabe. Rivlin lamentó que los cuatro no se mezclaran ni convivieran, leyendo periódicos distintos y acudiendo a escuelas distintas.

Rivlin añadió que estas comunidades tenían "puntos de vista diferentes" de lo que debía ser el Estado de Israel y que "la ignorancia mutua y la ausencia de idioma común solo incrementó la tensión, el miedo, la hostilidad y la competencia" entre ellas.

"La sociedad está muy fragmentada a nivel étnico, pero también a nivel de clases sociales", declara Sylvaine Bulle, socióloga del Centro Nacional de Investigación Científica francés especializada en Israel.

Dentro de las tribus identificadas por Rivlin hay otras divisiones, como los askenazíes, originarios de Europa, y los judíos sefardíes.

También se distinguen los nuevos inmigrantes y los "sabra" -los nacidos en Israel- y, del lado árabe, los musulmanes, los cristianos o los drusos.

Durante muchos años, los askenazíes (los judíos de los países de Europa central y del Este de los que procedían los fundadores del movimiento sionista) "llevaron las riendas políticas, judiciales y económicas" del país.

En las décadas de 1950 y 1960, los judíos de Irak, Yemen y del Magreb (llamados "mizrajíes") llegaron también a Israel.

Fueron "ampliamente discriminados por el Estado", señala Bulle, refiriéndose a las estrategias del Partido Laborista, que dominó la política israelí hasta 1977, cuando ganó la derecha, que desde entonces lidera el país.

"Lo que cambió en 75 años es que la élite askenazí ha envejecido, ya no es representativa del electorado y los mizrajíes, que buscan ascender socialmente, ya no la considera legítima", explica Bulle, mientras Achouch destaca que "en los últimos años vimos un giro a la derecha en la opinión pública”.