Kennedy 1968: cuando la política conllevaba esperanza | El Nuevo Siglo
Foto archivo AFP
Sábado, 9 de Junio de 2018
Giovanni Reyes

Hubo una época en donde, a pesar de todo, prevalecía la esperanza.  Prevalecía la búsqueda de un futuro mejor con bienestar colectivo, un futuro de inclusión y de civilización, se tenía el anhelo en pro de un futuro que continuara en la senda de la Ilustración del Siglo XVIII, que retomara la herencia del Siglo de las Luces.  Un futuro que por supuesto no avizoraba la tragedia ni las tempestades de improperios e ineptitudes que representa Trump y sus seguidores. Hubo un tiempo ciertamente, donde la fe en el esfuerzo colectivo esperaba verse compensada por un desarrollo humano tan alcanzable como sostenible.

Obviamente, las cosas no eran -como no serán- ni fáciles, ni directas, ni transparentes.  La lucha entre los que retroceden y los que promueven innovaciones es constante.  En la política estadounidense la década de los sesenta se saldó con pérdidas importantes. 

No está demás -a pesar de los logros- algunas reminiscencias de esos aciagos años: (i) el 22 de noviembre de 1963 es asesinado el Presidente John F. Kennedy de 46 años; (ii) el 21 de febrero de 1965 es asesinado el líder afroamericano Malcom X, de 40 años; (iii) el Premio Nobel de la Paz no fue suficiente para proteger de la caverna a Martin Luther King, quien fuera asesinado el 4 de abril de 1968, de 39 años; (iv) el 6 de junio de 1968 fue asesinado Robert Kennedy, virtual candidato demócrata la presidencia, 42 años.

He recordado esto, porque este mes de junio, nos trae, como parte imborrable de la memoria del Siglo XX, el “día más largo del siglo”, el Día “D”, el Día del Desembarco en Normandía.  Precisamente el 6 de junio de 1944, mientras que el asesinato de Robert Kennedy fue otro 6 de junio, pero de 1968.  Es la lucha contra las atrocidades, las infamias, y los peligros que ahora surgen, en particular, aunque no exclusivamente, desde Washington.

En ese entonces, con el embestida desde el Reino Unido, eran los Aliados plantando cara a los nazis, ellos también estaban dentro de la lógica de un mundo donde la ignominia no se impusiera, donde la degradación no tuviese espacio.  Es de recordarlo.  En el asalto a Normandía hubo no menos de 700,000 muertos entre uniformados, con un número de casi 20,000 civiles perdiendo la vida en la invasión.

Volviendo a los Estados Unidos, al parecer, las motivaciones, al menos las oficiales que se indicaron en la muerte de Robert Kennedy se concentran en señalar que era simpatizante de los israelíes con motivo de la Guerra de los Seis Días (del 5 al 10 de junio de 1967).  Es evidente que esta vorágine del Medio Oriente se ha transformado en una auténtica y creciente, marea de sangre.  Las últimas víctimas han sido no menos de 62 jóvenes palestinos a manos de las fuerzas judías, una vez que se concretó el traslado de la embajada estadounidense a Jerusalén.

Matices de los Kennedy

En el caso de los hechos sangrientos de ese 6 de junio de 1968 se hacía evidente que el Kennedy joven iba a ganar la nominación de las primarias.  En el ambiente se respiraba aún la pérdida del presidente el fatídico 22 de noviembre de 1963.  Además, R. Kennedy podía exhibir su experiencia en el ejecutivo al haber sido Fiscal General en la administración de su hermano.

No obstante es de establecer matices con los Kennedy.  La verdad no sólo tiene una dimensión, así como los resultados no son uni-factoriales.  En varios sentidos, el éxito de los Kennedy era lo que contaba. Era lo medular a lo que aspiraban, casi a cualquier precio.  La familia, no es de olvidarlo, había amasado una buena fortuna sin remilgo de medios, incluyendo las negociaciones de licor cuando tales productos eran prohibidos. 

Eran las drogas ilícitas de aquellos ruidosos años veinte, donde las mafias del Medio Oeste, Al Capone incluido, se disputaban la supremacía de áreas de expendio y fortines de consumo, además de zonas de amplia influencia en diferentes ciudades; con tal de imponer en toda esa cobertura, su poder monopólico.  Los negocios de especulación financiera no eran tampoco ajenos a una familia considerada como auténtica dinastía política.

La observancia y práctica católica habían acercado a Robert Kennedy –Bobby- a las posiciones del senador Joseph McCarthy (1908-1957) el cazador de sospechosos de cualquier cosa que se opusiera a los valores conservadores más preciados de Estados Unidos.  Un senador que veía comunistas en casi cualquier vestimenta, mordisco, rincón o procesos que percibiera.  McCarthy, entre todo, fue también una víctima del alcoholismo y la cirrosis, condiciones que lo llevaron a la muerte a los 48 años de edad.

Esta convergencia de posiciones extremas no dejó de granjearle a R. Kennedy, animadversiones y malquerencias.  Por otra parte, Bobby como senador formó parte del comité que investigaba obscuras prácticas sindicales.  De esa cuenta, resultó ser una estrella mediática cuando la prensa dio una importante e integral cobertura a los cuestionamientos que el joven senador hacía del legendario dirigente sindical Jimmy Hoffa (1913 –desaparecido el 30 de julio de 1975). 

Se presentaba el joven Kennedy como abanderado de las luchas anti-corrupción; un estandarte tan aglutinador de sectores, como tema incuestionable, de inmarcesible permanencia aún hoy en día.  Un tópico que también le ubicaba junto a lo indiscutible de valores comunes, no ajenos a los sectores conservadores y civiles.  En todo caso, la lucha contra la corrupción, les permite a los políticos de todos los pelajes, tener un tema al que nadie va a oponerse.

En 1960, R. Kennedy abandonó el Senado.  El llamado de la historia en ese momento se centraba con exclusividad en un objetivo: administrar la campaña presidencial de su hermano John.  La lucha fue a puño limpio, voto a voto, delegado a delegado, Estado por Estado.  Al final, el triunfo fue por demás ajustado: Kennedy le ganó a Nixon por casi 100,000 votos, casi nada, en un censo de 63 millones de votantes.  Bobby, con esto, se hizo Fiscal General, una suerte de Ministro de Justicia.

No es de olvidar que en ese puesto, fue el entusiasta personaje que ordenó las escuchas a Martin Luther King y su familia, ello como parte del acoso y las amenazas que el activista sufrió durante años.  También apoyo los intentos de asesinato de Fidel Castro, la posición ante la Crisis de los Misiles, y del fallido intento de invasión de Bahía de Cochinos (del 15 al 19 de abril de 1965) en Cuba.

En sus últimos años fue más conciliador y negociador.  En la dinámica de los azarosos sesenta, no dejó de ser una esperanza.  Casi cualquier podría ser hoy en día una añoranza, frente a las temerarias disposiciones que cotidianamente emergen de la Casa Blanca.

*Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor, Facultad de Administración de la Universidad del Rosario. El contenido de este artículo es de entera responsabilidad del autor por lo que no compromete a entidad o institución alguna.