Kiev debería negociar, así esté en marcha el asalto a “gran escala” | El Nuevo Siglo
Foto: AFP
Jueves, 8 de Junio de 2023
Pablo Uribe Ruan

Hace dos semanas, previo a que los rusos bombardearan la represa de Nova Kajovka, que abastece de agua a parte de Ucrania, el mundo esperaba el comienzo de la contraofensiva de las fuerzas de Kiev para recuperar las regiones invadidas por el ejército ruso desde hace 15 meses. ¿Será por Melitopol?, se preguntaba el Wall Street Journal acerca de una ciudad que conecta Crimea con Rusia. Otras publicaciones apuntaban a Zaporizhia, en el sur de Ucrania. 

Pasados unos días, Kiev ha dado señales de que la esperada contraofensiva empezó este 4 de junio, en una operación que el ministerio de Defensa ucraniano denomina “asalto a gran escala”. The Economist afirma que sus fuentes en terreno confirman que con el lanzamiento de esta operación se comenzó la ofensiva. La más reciente prueba de ello fueron las declaraciones del ministro ruso de Defensa, Serguéi Shoigu, quien este jueves declaró que sus tropas se habían enfrentado a las ucranianas en la región de Zaporizhia.

A horas o días de que Kiev movilice un enorme contingente, en Occidente algunas voces han pedido que, de una vez por todas, se busque la forma de parar la guerra, sea con una negociación bilateral entre Moscú y Kiev o con un armisticio como el que firmaron Corea del Sur y Corea del Norte.

Esta posición parte del supuesto de que, por más dotación militar que envíe Occidente a Ucrania o Vladimir Putin amplíe su base de mercenarios y jóvenes en el frente, no existe un escenario posible en el que una de las dos partes logre someter a la otra en la guerra. 

Inicialmente, en febrero de 2022, se veía probable que Moscú se tomara Kiev e impusiera un régimen autoritario ligado a Moscú. En contadas semanas, sin embargo, las fuerzas ucranianas poco a poco se equilibraron, no en número de hombres, pero sí en capacidades e inteligencias. En diferentes niveles, hoy la guerra la pelean dos fuerzas que son, de alguna manera, parejas. 

Así las cosas, las pretensiones territoriales de las dos partes no parecen alcanzables por la vía militar. Para Ucrania, el objetivo es controlar todo el territorio internacionalmente reconocido, que incluye a la invadida Crimea desde 2014. Moscú, en tanto, busca anexar dos de las cinco áreas fronterizas que comparte con Ucrania, que en principio son Zaporizhia y Kherson. La legitimidad de una y otra pretensión, sin duda, está descartada, dado que Ucrania ha sido invadida. 

“Pero las pruebas del año pasado sugieren que ninguno de los dos tiene o tendrá la capacidad de lograr una victoria decisiva, suponiendo, por supuesto, que Rusia no recurra a las armas de destrucción masiva (e incluso eso podría no asegurar la victoria)”, dice Samuel Charap en Foreign Affairs: “Quince meses de combates han dejado claro que ninguna de las partes tiene capacidad -ni siquiera con ayuda exterior- para lograr una victoria militar decisiva sobre la otra”.



Occidente, así mismo, empieza a tener posiciones divididas sobre la posibilidad de suministrar armas, inteligencia y adiestramiento ilimitado a Kiev, a expensas de una recesión económica y grupos de presión locales que exigen que sus países tomen una posición neutra en la guerra, como Brasil o India. 

A nivel de Estados Unidos, esta preocupación es mayor, si se tiene en cuenta de que Ucrania terminaría dependiendo de Washington y la OTAN durante todo el conflicto y, luego, si se da, en la reconstrucción. Hoy, este país permanece con el espacio aéreo cerrado, lo que impide el comercio de granos y energía, afectando -como se ha venido experimentado- la volatilidad de los precios y las cadenas de suministro.
Las guerras interestatales, o entre estados, no suelen terminar en momentos en que uno u otro bando logran avanzar, incluso más de lo esperado. Así Kiev empuje a los mercenarios del grupo Wagner y el ejército ruso hacia la frontera, Moscú no dejaría de pelear en otras zonas, sin ningún aviso de rendición o secesión de las áreas invadidas. Por el contrario, el avance de Kiev puede llevar a un escalamiento de la guerra, que para Moscú sería considerar el uso de armas nucleares o, aunque se vean poco probables, construir nuevas alianzas con poderes nucleares como Irán. 

La historia sugiere, además, que la mayoría de guerras interestatales terminan antes de un mes o un año. Un estudio del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, con datos de 1946 a 2021 recopilados por la Universidad de Uppsala, dice que el 25% finalizan en menos de un año y otro 26% en menos de un mes. “Cuando las guerras interestatales duran más de un año, se extienden a más de una década de media”, explica ese informe.

Unas décadas atrás, Irán e Iraq se enfrentaron en una guerra que duró más de ocho años y costó más de 500.000 vidas, todo esto bajo una disputa territorial, como sucede ahora. Incluso yendo un poco más atrás, se encuentra la guerra afgano-soviética que se desarrolló en 14 años y llevó para muchos al fin de la Unión Soviética, que se selló unos años después. 

La operación “gran escala” se vuelve, pues, un momento decisivo en la guerra de Ucrania, no por la posibilidad de que Kiev recupere espacio, sino por la presión que Occidente y actores internos ucranianos logren sobre Volodimir Zelenski para buscar una vuelta a las negociaciones con Putin.