La 'primavera' y el 'otoño', 50 años después | El Nuevo Siglo
Foto AFP.
Lunes, 7 de Mayo de 2018
Hernán Olano

“Mayo del 68” sirvió para cambiar los parámetros de una sociedad patriarcal y tradicionalista. En algunos escenarios, logró eso, pero también reforzó el “individualismo” y el “consumismo”, que gobierna la actualidad. De este movimiento, surgieron “héroes anónimos sin saberlo, sin quererlo y sin merecerlo”

En mayo de 1968, se produjeron en París muchas movilizaciones que cambiaron radicalmente el curso de la historia política con los hechos de la primavera, que fueron, inicialmente, una propuesta pacífica, alegre y juvenil en la que se hicieron famosas las pancartas, con aquellas frases de “la imaginación al poder” y “prohibido prohibir”, que mostraron el ingenio intelectual de los estudiantes de pregrado de la Universidad de París en la plaza de “La Sorbonne”.  Y que luego fue presentada como “una epopeya transformadora de la política, del pensamiento y de la historia”, liderada por Dany el Rojo -luego diputado Daniel Cohn-Bendit-, quien estuvo al frente de la protesta estudiantil, la cual reflejó el papel que jugaba la juventud como motor de la transformación revolucionaria. Pero este movimiento, que surgió de manera espontánea, resultó efímero, como está ocurriendo hoy en día. 

Siguen siendo vigentes frases que surgieron en ese año, como el feminismo, el deconstruccionismo, la búsqueda de una sociedad más liberal y menos moralista, que hicieron, entre otros, que el grito: “Corre camarada, deja el viejo mundo detrás de ti”, quedaran en la memoria de los incendiarios de uno de los años más revoltosos de la historia contemporánea, marcado por un profundo malestar popular, así como por aspiraciones de cambio. Y que también estuvo señalado por los asesinatos de Robert –Bob- Kennedy y Martin Luther King, por los humeantes días de Woodstock, la guerra de Vietnam;  los cincuenta años de la Humanae Vitae; la filosofía de Marcusse y su influencia en los levantamientos universitarios norteamericanos, además de la reunión del Episcopado de Medellín al cierre del Concilio Vaticano II, entre otros.

Por mi parte, nací el 12 de octubre de 1968, diez días después de la triste Noche de Tlatelolco, cuando en la plaza de las tres culturas de Ciudad de México, fueron asesinados los estudiantes universitarios por pronunciarse contra el régimen. El hecho fue cometido por el grupo paramilitar denominado Batallón Olimpia y el Ejército Mexicano, en contra de una manifestación convocada por el Consejo Nacional de Huelga, órgano directriz del movimiento, que involucraba estudiantes, profesores e intelectuales (últimos dos grupos que poco se han visto en las protestas chilenas y colombianas). Aún se desconoce la cifra exacta de los muertos y heridos. El gobierno mexicano de esa época, presidido por Gustavo Díaz Ordaz Bolaños, dijo que fueron sólo veinte los muertos, pero, en 1971, Elena Poniatoiwska, (en realidad, la princesa Hélène Elizabeth Louise Amélie Paula Dolores Poniatowska Amor, hija del príncipe heredero Jean Joseph Evremond Sperry Poniatowski -descendiente directo del rey Estanislao II Poniatowski de Polonia- y de María de los Dolores (Paula) Amor de Yturbe), en su libro “La noche de Tlatelolco”, publicó la entrevista de una madre que buscó entre los cadáveres a su hijo y reveló que por lo menos había contado 65 cadáveres en un solo lugar; a esas víctimas se les llamó “los 68 del 68”.

Durante estas cinco décadas, los estudiantes rebeldes, muchos de ellos pertenecientes a las élites (no sólo económicas, ya que en ese momento no todo el mundo tenía acceso a la educación superior), han sido los líderes de nuestros países y han dejado un triste legado, marcado además por el individualismo y el consumismo, que promovían con la frase hedonista: “Disfrutar sin obstáculos”, “Bajo los adoquines de la playa”, y que han llevado al anarquismo de la corrupción en todas las latitudes.

Revisando los escritos de Álvaro Mendoza, en el cual, tal vez sólo hay uno de corte autobiográfico y experiencial: “Una Primavera en París”, en él, éste santandereano, que vivió y participó en los hechos de 1968, nos presenta la verdad y una cara distinta de lo que fueron aquellos episodios, y que sería presentada como “una epopeya transformadora de la política, del pensamiento y de la historia”. Sin embargo, según él, convirtió junto a muchos, en “héroes anónimos sin saberlo, sin quererlo y sin merecerlo.”