Los 5 retos de Almagro | El Nuevo Siglo
Foto archivo AFP
Martes, 26 de Mayo de 2020
Redacción Política
Con un continente foco de la pandemia, la dictadura venezolana inamovible y un ente en medio de la polémica, el uruguayo debe liderar la reingeniería y ser más efectivo

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Ante el Consejo Permanente de la Organización de los Estados Americanos (OEA), que sostendrá este miércoles una sesión virtual extraordinaria, el uruguayo Luis Almagro arrancará su segundo periodo quinquenal al frente del principal ente de un continente que atraviesa la que es, sin duda, la más grave crisis de las últimas décadas por cuenta de la pandemia del Covid-19.

Tras ser reelegido con el apoyo de 23 de los 34 votos de la OEA el pasado 20 de marzo, cuando apenas la emergencia sanitaria empezaba a asomar en América, es claro que Almagro, hoy con 55 años y en el cargo desde 2015, tendrá en su segundo mandato como Secretario General varios retos de primer nivel, tanto en lo coyuntural como en lo estructural.

EL NUEVO SIGLO presenta a continuación los cinco desafíos más importantes para el reelecto alto funcionario. Del desempeño que tenga en cada uno de ellos dependerá si continúa fortaleciéndose en el plano geopolítico o, por el contrario, ahonda la crisis de un ente al que muchos defienden pero otros califican de poco efectivo.

  1. SUPERAR LA PANDEMIA: el continente americano es la región más golpeada del planeta por el Covid-19. Prueba de ello es que mientras Europa ya suma 172.890 fallecidos y 2.048.424 contagios, Estados Unidos y Canadá tienen más de 104.860 decesos sobre un total de 1.748.479 infectados. El panorama para América latina y el Caribe es más complicado, porque en la región todavía no ha pasado el pico de la epidemia y ya tiene 41.590 fallecidos con 770.283 contagios. De hecho ya la Organización Mundial de la Salud advirtió que aquí está el foco de la pandemia y el riesgo de un desastre sanitario es muy alto debido a la debilidad de los sistemas de salud del subcontinente. Pero el problema no es solo Brasil, segundo en infecciones mundiales después de Estados Unidos, sino que hay países que como Venezuela y Nicaragua no reportan las cifras verdaderas sobre la pandemia, constituyéndose en un peligro sanitario para sus países vecinos y el continente en general.
  2. RECUPERACIÓN ECONÓMICA: al cierre de 2019 salvo países como Colombia, que creció al 3,3%, la mayoría de naciones latinoamericanas atravesaban un complicado momentum económico, al punto que la región creció un promedio del 0,5%. Es claro que con la pandemia la situación será sustancialmente más crítica y los cálculos de la banca multilateral y la Cepal hablan de una caída en el PIB latinoamericano de 3 o 4 por ciento en promedio. En cuanto a Norteamérica, Estados Unidos y Canadá tienen mayor fortaleza para amortiguar el golpe de la crisis, pero el efecto negativo se sentirá con fuerza. En ese orden de ideas, la OEA debería ponerse al frente, así como ya lo hace la Unión Europea –obviamente guardadas las proporciones- de un plan de reactivación productiva integral que, como premisa básica, evite que la desigualdad social y la pobreza se profundicen en la región latinoamericana, sobre todo en los países más pobres.
  3. LA DICTADURA VENEZOLANA: Almagro se ha convertido en el principal eje de oposición al régimen dictatorial de Nicolás Maduro en el continente, causante de la ola migratoria forzada de más de seis millones de personas. Es más, la principal rival para su reelección fue la excanciller ecuatoriana María Fernanda Espinosa, quien alcanzó a sumar 10 votos, la mayoría de países de izquierda como México o  Nicaragua. Tanto la OEA como el Grupo de Lima se han convertido en el principal eje del cerco político, diplomático y económico a la dictadura, junto al gobierno de Donald Trump. Pero también es claro que la oposición de Almagro a Maduro es tan abierta que es imposible que pueda mediar en una salida negociada entre el régimen y la oposición, en cabeza de Juan Guaidó. Hasta el momento la dictadura ha resistido toda la andanada internacional y se apresta a realizar elecciones este año, lo que podría implicar que se continúe atornillando en el poder.
  4. OTRAS ALERTAS: pero Venezuela no es la única preocupación. También está el lío de Nicaragua en donde el régimen Ortega ha sido acusado de reprimir violentamente a la oposición. Igual está la incertidumbre sobre las elecciones bolivianas para este año, que tienen la sombra del depuesto Evo Morales encima. No menos grave son las implicaciones de la política migratoria del gobierno Trump -que intentará reelegirse en noviembre- sobre el resto del continente, especialmente frente a México, hoy en manos de un gobierno de izquierda. Igual la OEA tiene que poner las alertas sobre coyunturas complicadas como la crisis política en Brasil, la inestabilidad política-social en Chile o varias alertas tempranas en Centroamérica y el Caribe. Por ejemplo, mientras Washington aprieta al régimen cubano, la OEA siempre ha sido proclive a que el gobierno isleño reingrese oficialmente al ente multilateral. Es claro que el equilibrio geopolítico es muy cambiante en la zona, en tanto el pulso de influencia en A. Latina de China, EU y Rusia crece día a día.
  5. LA REFORMA AL SISTEMA: para nadie es un secreto que el peso geopolítico de la OEA es cada día menor. La capacidad del ente multilateral para imponer el respeto a su plataforma constitutiva en materia de respeto a los derechos humanos, políticos, sociales y económicos deja mucho que desear. Prueba de ello es que la Carta Democrática, que permite excluir a un país cuando allí se ha roto el orden democrático e institucional, no tiene aplicación concreta en el caso de Venezuela o  Nicaragua. A ello debe sumarse que no pocas naciones insisten en que debe reformarse el Sistema Interamericano, sobre en lo relativo a la capacidad de intervención y mandatoria de los fallos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Igualmente tiene que fortalecerse el peso geopolítico de la OEA ante el surgimiento de otros entes como Prosur, que reemplazó a la agónica Unasur. Y, por último, está el reto de allanar más recursos económicos para que la OEA pueda asistir de forma rápida las emergencias en el continente.