A SUS 56 años de vida, la mitad de ellos dedicados a la vida pública, y convencida hoy más que nunca de que la hora del cambio político es inevitable en Venezuela, la líder María Corina Machado ha logrado dos hechos impensables: unir no sólo a la oposición, sino a muchos chavistas desilusionados con el régimen y, contrario a lo que se creía, endosar su abrumadora cauda electoral a Edmundo González Urrutia, el candidato que el Consejo Nacional Electoral se vio forzado a aceptar al no encontrarle pero alguno.
Hasta el pasado 19 de abril, Edmundo González Urrutia era un ilustre desconocido, pero el compromiso con su país del que fungió como embajador en épocas remotas y la alta posibilidad de que abra la anhelada “transición democrática y hacia la paz” hicieron que este diplomático de profesión les diera el sí a Machado y a los otros líderes de la oposición para ser el candidato por la Plataforma Unitaria Democrática. Así, sin presupuestarlo, se convirtió en el rostro del cambio y la libertad.
De inmediato, todos los partidos antichavistas cerraron filas tras esta opción presidencial que, gracias a la intensa campaña de Machado, quien no ha dado ‘tregua’ en recorrer el país y realizar mítines electorales, tiene hoy, una semana antes de la cita en las urnas, una ventaja que oscilaría entre 20 % y 25 % frente a Maduro, quien ante el cada vez más posible triunfo de González Urrutia cambió su discurso de “ganaremos por paliza” a “hay un alto riesgo de que se desate una guerra civil”.
La detención de varios de los cuadros de campaña de Machado –inclusive su jefe de seguridad–, así como de líderes opositores regionales encargados de organizar actos políticos, las amenazas ‘desconocidas’ y hasta contra su vida al cortar los frenos de los vehículos donde debía transportarse, no la han amilanado. Por el contrario, sacaron a relucir aún más su valentía para acusar al régimen de utilizar el miedo como arma electoral e instar a Maduro a jugar de frente y limpio de cara a la cita de las urnas, este domingo 28 de julio.
Así, su compromiso de “hasta el final” que pronunció tras imponerse holgadamente en las primarias partidarias el pasado octubre se convirtió meses después en un eslogan de campaña y, cuando fue ratificada su injustificada inhabilidad política por 15 años, mutó a un mantra, que ‘invoca’ y reafirma todos los días en su apretada agenda política.
Machado está segura de que la oposición saldrá triunfante en las elecciones, promete "cobrar" hasta el último voto y les dice a los venezolanos que, al igual que ha manifestado el candidato González, ya es posible “imaginarnos el país que viene, con el cambio que necesitamos por el bien de todos”.
En estos tres meses la imagen de los encuentros políticos de Machado y González con los ciudadanos ha sido la misma: escenarios atiborrados de seguidores que al grito de “Todo el mundo con Edmundo, vamos por el cambio rotundo” o “María Corina, la libertadora”, desahogan su desespero con la crisis que viven y expresan su vehemente deseo de cambio.
Todos a uno esos actos electorales se han caracterizado por ser multitudinarios, emotivos y muy expresivos. Han sido recurrentes escenas de jóvenes llorando, personas abalanzándose al camión que transporta a la líder opositora y miles de banderas venezolanas ondeando a su paso. Sin duda, ella despierta un sentimiento casi religioso en toda Venezuela y fue muy diciente en Barinas, tradicional bastión chavista (tierra natal de Hugo Chávez), donde el rojo del régimen fue desplazado por el azul de la oposición.
Así, Machado ha recorrido el país de extremo a extremo (en automóvil, porque el régimen no le permite abordar un avión) más de una vez, agitando la bandera del "cambio" y encarnando la posibilidad de que sea pronto, tras 25 años de gobiernos chavistas y un acumulado de decepciones de la dirigencia opositora tradicional, de la que muchas veces marcó distancia e incluso fue factor divisor.
"Es nuestra libertadora", dijo Trina Rosales, de 60 años, después de una masiva caravana en San Cristóbal (estado Táchira). "Es nuestra esperanza, nuestra libertad", completó su hija Michelle Rosales, de 40 años.
Sentada en el parabrisas, Corina saluda a todo quien busca su mano para estrecharla. Termina con moretones en los brazos y con las manos adoloridas. Pero no cambia la rutina: alza niños, abraza ancianos, habla de esperanza y de reencuentro.
"Vamos a lograr la liberación de nuestro país, vamos a traer a nuestros hijos de vuelta a casa", dijo Machado junto a González en el lanzamiento oficial de la campaña en Caracas.
Unos 7 millones de venezolanos han emigrado desde 2014 en medio de la crisis. Es una realidad que le toca directamente: sus hijos –Ana Corina, Henrique y Ricardo– viven fuera y ella tiene prohibición de salir del país. Muchas veces, una videollamada es la única forma de comunicación.
Sus seguidores destacan su "coherencia", sin medias tintas, y su promesa de acabar con el socialismo de la llamada Revolución Bolivariana para dar paso a un sistema de centro-derecha.
"Expropiar es robar"
Ingeniera de profesión, Machado comenzó su camino político en 2002, cuando creó la organización Súmate, que impulsó un referendo para revocar el mandato del entonces presidente Hugo Chávez (fallecido en 2013), y siguió hasta el Parlamento, donde encaró a aquel mandatario cuando era intocable, casi un Dios.
"Expropiar es robar", le reclamó a Chávez en su rendición anual de cuentas ante el Parlamento en 2012. "Le sugiero que gane las primarias, porque está fuera de ranquin para debatir conmigo", replicó el mandatario, y agregó: "Águila no caza moscas".
Una década después, Machado lo hizo, y expertos la comparan como fenómeno político con el arrastre que tuvo el propio Chávez.
En octubre se consolidó como líder de la oposición al arrasar en las primarias para ser la candidata frente al presidente Nicolás Maduro el 28 de julio. Acaparó más del 90 % de casi 3 millones de votos. Pero su candidatura presidencial fue frustrada por una inhabilitación política por 15 años que la Corte Suprema ratificó en plenas negociaciones entre el gobierno, la oposición y Estados Unidos, también protagonista del proceso, por condiciones electorales.
Maduro arremete a menudo contra Machado, a la que incluye en lo que ha llamado la "casta maldita de los apellidos", de las familias "oligarcas". Y aunque la líder opositora proviene de una familia acomodada, no es de las más ricas.
El candidato: discreto y calificado
Cualidad excepcional de su personalidad y el ejercicio diplomático al que se dedicó, la discreción ha sido la más efectiva carta de presentación y convencimiento político de Edmundo González Urrutia.
Con 74 años y por primera vez aspirante a un cargo de elección popular, dijo en el momento de aceptar la candidatura que asumía el desafío sin "aspiraciones personales", como “contribución a la causa democrática, la unidad de los venezolanos y a una transición en paz”.
Del "Nunca, nunca, nunca había pensado estar en esta posición", como lo expresó tres meses atrás, ha pasado a fuertes ataques al régimen: "llevan 25 años prometiendo y mintiendo, llevan 25 años prometiendo y destruyendo... Me comprometo con el apoyo de todos ustedes a luchar desde el primer día para acabar con esta situación producto de la desidia y la corrupción".
Varios periodistas y electores le han preguntado: ¿Siente miedo de enfrentar al gobierno?, a lo que, con la calma que lo caracteriza, asegura: "Miedo no, pero sí reservas por la inmensa responsabilidad que eso comporta. Estamos en un momento en que este régimen no nos juega muy bien. Para ellos no somos adversarios, sino enemigos".
Agrega que "son circunstancias que te pone la vida", pero "es subalterno al lado del desafío que tenemos por delante... Venezuela necesita dejar a un lado la pugnacidad, la diatriba política, la confrontación" que han caracterizado años de gobiernos chavistas.
Explica que "este 28 de julio tendremos una nueva realidad política en Venezuela y el gobierno tendrá que admitir esa nueva realidad, enfrentarla y tomar las decisiones que corresponden", al tiempo que se dijo partidario de una "negociación" en la transición, que debe afrontarse “serenamente, con mente fría, pie de plomo y mucha capacidad de diálogo".
Analistas políticos como José Toro Hardy destacan que "González es la antítesis del chavismo, del madurismo y del politiquero tradicional. Es un hombre culto, honesto, familiar, sin dobleces y sin pizca de populismo".
En solo tres meses, Machado logró que un ‘ilustre desconocido’ se convirtiera en un candidato con opción real de victoria, gracias a su intensa campaña nacional, su discurso frentero y poder de convencimiento. Sin duda, una “dama de hierro”.