¿Pasará el mundo a la acción ante el deterioro planetario? | El Nuevo Siglo
LOS FENOMENOS climáticos extremos serán cada vez más recurrentes.
Foto Europa Press
Lunes, 9 de Agosto de 2021
Redacción internacional con AFP

QUE EL planeta se esté calentando más rápidamente de lo esperado, que el hombre sea el  responsable y que los signos vitales del planeta estén cada vez más débiles no son ninguna sorpresa. Pero si lo es que solo queda esta década para evitar que la crisis climática alcance inéditos ribetes que pondrían en riesgo la supervivencia humana.

Así lo revela el  informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU publicado ayer, el más importante divulgado desde 2014, y que no puede considerarse como una de las cientos de alertas tempranas que desde años atrás se han elevado sobre el calentamiento planetario.

Sin duda, no es un informe más -en línea con sus antecesores y los realizados por diversos expertos en el tema- porque es un ultimátum: hay que actuar ya y con mayor celeridad a la que se está deteriorando el clima para darle oxígeno al planeta y cumplir con el lema de “ni un grado más, ni una especie menos', que ha pasado de ser un enunciado de los ambientalistas a una necesidad global.

Cada seis o siete años, el panel de expertos de 195 países publica un informe como el que ahora conocemos y, en donde, con todo rigor hace una evaluación a las condiciones y evolución meteorológica en tres aspectos claves: la base científica, los impactos adaptación y vulnerabilidad  y la mitigación del cambio climático.

El trabajo actual partió del realizado en 2014 que aportó la base científica al Acuerdo de París, donde se fijó como prioridad limitar el aumento del calentamiento global a 1,5 °C., lo cual como se sabe implica entre muchas otras cosas reducir las emisiones contaminantes o gases de efecto invernadero, una disminución gradual pero sostenida del uso de energías fósiles y poner freno a la deforestación.

Para citar solo dos datos que dimensionan la gravedad de la situación: la última vez que la atmósfera del planeta estaba tan caliente como lo está ahora fue hace unos 125.000 años, y el nivel del mar era unos 5 o 10 metros mayor, lo que en la actualidad sumergiría a la mayoría de las ciudades costeras. Y, hace tres millones de años, cuando las concentraciones de CO2 en la atmósfera concordaban con los niveles actuales y las temperaturas eran entre 2,5 ºC y 4 ºC más altas, el nivel del mar estaba hasta 25 metros por encima de lo que lo está hoy.

En los últimos años el mundo ha enfrentado fenómenos extremos. Así el frío ya no es tan gélido, el calor cada vez se hace más sofocante, los océanos siguen subiendo de nivel, los glaciares siguen derritiéndose, los huracanes son más frecuentes y potentes, mientras que los incendios forestales son más intensos y prolongados.

Esta radiografía planetaria, de común recurrencia por los constantes informes que al respecto del cambio climático se emiten desde diferentes organizaciones, han instado reiteradamente a pasar de la voluntad política a la acción. Y salvo los meses de forzado encierro por la pandemia, que dieron un respiro de alivio a la naturaleza, son escasas las acciones emprendidas por los gobiernos para hacer frente a esta grave crisis en la que, como reseñamos, amenaza a la humanidad.



Alerta roja

El informe IPCC evidencia una sobrecarga en todos los indicadores del comportamiento climático. Tras responsabilizar, con todo el soporte científico, a los seres humanos de que el cambio climático esté afectando a todas las regiones habitadas del mundo y provocando que los fenómenos meteorológicos extremos se vuelvan más frecuentes, indica que el calentamiento global es peor y más rápido de lo que se temía.

Así se espera que, hacia 2030, la temperatura media del planeta sea 1,5 ºC o 1,6 ºC mayor a la de los niveles de la era preindustrial en los cinco escenarios relativos a las emisiones de gases de efecto invernadero -que evolucionan del más optimista al más pesimista- considerados en el informe. Esto sucedería una década antes de lo que el IPCC predijo hace solo tres años. Sin embargo alertan que hay un resquicio de esperanza pero sí y solo sí se hace, desde ya, absolutamente todo para combatir el cambio climático. De esta forma la temperatura global, tras haber crecido 1,5 ºC caería a 1,4 ºC para 2100.

Otro dato preocupante es la saturación de los aliados naturales, es decir agua y vegetación. Resaltan que desde 1960, aproximadamente, los bosques, suelos y océanos han absorbido el 56% de todo el CO2 que la humanidad ha expulsado a la atmósfera, pese a que esas emisiones hayan aumentado un 50%. Sin la ayuda de la naturaleza, la Tierra sería un lugar mucho más caliente e inhóspito de lo que lo es ahora. Con el paso del tiempo estos sumideros de carbono están copando su capacidad de absorción.

Entre tanto, el nivel global de los océanos ha aumentado unos 20 cm desde 1900, y el ratio de crecimiento prácticamente se ha triplicado en la última década. Las capas de hielo que se deshacen en la Antártida y en Groenlandia son ahora el principal factor, por delante del deshielo de los glaciares. A renglón seguido advierten que si las temperaturas globales aumentan 2 ºC, el nivel de los océanos subirá cerca de medio metro en el siglo XXI y seguirá haciéndolo hasta llegar a casi  dos metros para 2300, el doble de lo presupuestado hace dos años.

El informe incluye más datos que nunca sobre el metano (CH4), el segundo gas de efecto invernadero más importante, por detrás del CO2, y advierte que si no se logran disminuir las emisiones no se conseguirá cumplir con los objetivos marcados en el Acuerdo de París.

Las fuentes provocadas por el hombre se dividen entre los escapes en la producción de gas natural, las minas de carbón y los vertederos, por un lado; y el ganado y el estiércol por otro. El CH4 permanece menos tiempo en la atmósfera que el CO2 pero tiene un poder de calentamiento mucho más importante. Los niveles actuales de CH4 son los más altos registrados en los últimos 800.000 años.

Y finalmente los expertos climáticos revelan que la  Circulación Meridional de Vuelco del Atlántico -sistema de corrientes oceánicas que regula el tránsito global de temperatura desde el trópico al hemisferio norte- se ralentiza, una tendencia que muy probablemente continúe durante el resto del siglo.

Y aunque no se puede vaticinar que el sistema colapse por completo, de ocurrir los inviernos europeos serían mucho más crudos y se producirían perturbaciones en los monzones en África y Asia y un aumento del nivel del mar en el Atlántico norte.



Contra el reloj

Con esta clara radiografía de la salud planetaria y la conciencia de que ya tiene puntos de inflexión como la lenta pero sostenida desintegración de los casquetes globales al igual que la transformación de la selva amazónica (con el alto riesgo de que por los elevados volúmenes de carbono quede convertida en una sabana), se debe iniciar ya una carrera mundial para desacelerar el cambio climático.

La evidencia científica es irrefutable y este campanazo de los expertos resuena en el mundo pero exige adoptar ya medidas drásticas que conciernen a todos. Desde gobiernos y empresas hasta las acciones diarias en casa.

El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, dijo que este informe debe ser una "sentencia de muerte" para el carbón y los combustibles fósiles, antes de que "destruyan" el planeta e instó a “combinar fuerzas ahora para evitar una catástrofe climática".

Y fue más allá solicitando a los  países ricos y los bancos de desarrollo a que proporcionen más dinero para la adaptación al cambio climático en las partes más pobres del mundo. "Se debe cumplir la promesa de recaudar 100.000 millones de dólares al año", ha dicho.

Ante la gravedad de la crisis planetaria en la misma línea reaccionaron diferentes líderes mundiales con el norteamericano Joe Biden y el inglés Boris Johnson a la cabeza. Es precisamente este último quien fungirá como anfitrión de la COP 26, (del próximo 31 de octubre al 12 de noviembre) en Glasgow, donde los participantes deberán llegar con planes de acción concretos e inmediatos para frenar el deterioro de nuestra ‘casa común’.