El encuentro estaba previsto para el 12 junio. Falta de organización y un tono agresivo entre las partes son algunos puntos que explican esta cancelación
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MENOS DE 24 horas después de que el presidente de Corea del Sur, Moon Jae-in, se despidiera de Washington, Donald Trump en un carta anunció que la reunión bilateral prevista para el 12 de junio en Singapur con Kim Jong-un quedaba suspendida, hasta nuevo aviso.
La decisión, criticada hasta por la mayoría de los republicanos que apoyan al Presidente, fue anunciada ayer tras una serie de medidas tomadas por Pyongyang (capital de Corea del Norte) como muestra de su voluntad de diálogo.
Una semana atrás, el régimen norcoreano había liberado a tres ciudadanos norteamericanos sentenciados a trabajos forzados, por presuntamente ser espías de Estados Unidos y el martes, luego de que llegara una comitiva de medios internacionales, había desmantelado y demolido el centro de pruebas de Punggye-ri, principal base para la producción de armamento nuclear.
Odio, ¿y qué más?
En un tono amistoso, lejos de su lenguaje beligerante en redes, Trump dio pistas sobre las razones de esta decisión. Dijo, en la carta presentada a los medios, que “tristemente, en base a la tremenda rabia y hostilidad abierta que muestran en su declaración más reciente, siento que es inapropiado, en este momento, tener esta reunión largamente planificada”.
Por “rabia” y “hostilidad”, Trump se refiere a los comentarios hechos por un funcionario norcoreano que calificó al vicepresidente Mike Pensé de “ignorante” y “estúpido”, luego de que éste le dijera a Fox News que si Corea del Norte no negocia con Washington, terminaría como Libia.
El modelo libio parece ser una de las principales razones de esta disyuntiva. Tras la caída del régimen de Mamar Gadafi, este país petrolero ha vivido los últimos años con dos gobiernos paralelos y el auge del Estado Islámico, que ha movilizado parte importante de sus tropas de Medio Oriente a este a las extensas zonas del Magreb.
En 2011, Gadafi fue asesinado en una intervención liderada por Estados Unidos, en la que también participaron varias potencias occidentales. Ochos años antes, el dictador, conocido por sus peculiares maneras algunas de las cuales se asemejan a las que tiene Kim, había abandonado su política nuclear, pero nunca logró un acuerdo con las potencias de Occidente.
Vista por Washington como una de varias amenazas a nivel mundial -Irán ha subido en su escala de prioridades-, Corea del Norte intenta que la Casa Blanca tenga, al igual que ella, algún gesto que se asemeje al desmantelamiento de la base nuclear de Punggye-ri.
En ese sentido, busca que el diálogo se dé conforme a una especie de “principio de reciprocidad”, algo que Trump no parece estar dispuesta a conceder, si se tiene en cuenta que él cree que ha cedido lo suficiente, al no haber tomado acciones militares tras las numerosas pruebas de misiles balísticos que Pyongyang perpetró en los últimos meses.
En la carta, Trump dice a Kim “usted habla sobre sus capacidades nucleares, pero las nuestras son tan masivas y poderosas”, dejando claro quién es el más fuerte. “Le pido a Dios que nunca tengan que ser usadas”.
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Falta de preparación
Gran parte de la bancada demócrata criticó la decisión y dijo que se debe a una falta de planificación de la administración Trump. En respuesta a estas acusaciones, el secretario de Estado, Mike Pompeo, declaró “que hubo una falla en la comunicación en los últimos días entre los dos equipos de preparación que él atribuyó al lado norcoreano”. Además, explicó que el tono de los norcoreanos era “muy marcado”.
Según Te Washington Post, en un artículo publicado el martes, la delegación enviada por Corea del Norte a Singapur para fijar los detalles de la cumbre entre Trump y Kim, había faltado a la última reunión.
Este periódico también publicó que un alto funcionario de la Casa Blanca le había dicho que “Corea del Norte no había respondido a las solicitudes de planificación de la cumbre y había cancelado una reunión”.
Más allá de las dificultades logísticas, algunos expertos ya habían hablado de una posible cancelación de la cumbre ante el aumento del tono entre ambas partes. Tras una relativa calma a principios de este mayo, en las últimas semanas Corea del Norte había mostrado su insatisfacción frente a varios temas.
Uno de ellos ha sido la presencia de más de 30.000 soldados norteamericanos en Corea del Sur. Al comienzo de los acercamientos entre las partes, este tema parecía negociable para Pyongyang, que, en diferentes momentos, dijo que no sería un requisito sine qua non de las tratativas.
Pero en realidad parece que sí lo es. Poco a poco, en la medida en que el régimen de Kim ha venido cumpliendo su obligación de empezar a desmantelar su estructura nuclear, ha dejado clara su molestia por las tropas norteamericanas en la península.
En medio de esta tire y afloje, Corea del Norte le ha mandado un mensaje a Washington, advirtiéndole que no sabe si “nos encontramos en una sala de reuniones o nos encontramos en un enfrentamiento nuclear”.
Las amenazas de Pyongyang han caído muy mal en el equipo de negociador de Trump, dice Te New York Times. Pero se calcula que Kim, en ese escenario de reciprocidad entre acciones y comentarios, ha intentado hablarle a Trump de la misma forma como él se ha referido a él, llamándolo “pequeño hombre cohete” y diciendo que responderá frente a la amenaza nuclear con “fuego” y “furia”:
Expertos como Ramón Pacheco, director del KF-VUB Corea Cair, quien habló con este Diario hace un mes sobre la el encuentro entre Kim y Moon Jae-In, han dicho que hay que tener cuenta la reacción de las otras actores como China y Corea del Sur, quienes, señala el analista, no se sabe “hasta qué punto están dispuestos a volver a aplicar "presión máxima" en #NorthKorea. Sospecho que después de anunciar una cumbre y luego cancelarla, tanto Beijing como Seúl no están muy interesados en apoyar a Estados Unidos”.
Las negociaciones entre Trump y Kim Jong-un entran en una etapa de congelamiento. Estados Unidos sigue firme en la aplicación de sanciones económicas para aislar más al régimen. Habrá que ver si Pyongyang, como represalia, lanza nuevas pruebas nucleares o toca la puerta de Corea del Sur, para retomar el diálogo.