Privatizar a Pdvsa, último y más grave indicador de la aguda crisis del país | El Nuevo Siglo
Xinhua
Sábado, 29 de Febrero de 2020
Giovanni Reyes
Hace un mes el presidente Nicolás Maduro anunció la privatización de "la gallinita de los huevos de oro"

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Era ya lo último que podría esperarse de un régimen que proclamó la revolución, “el socialismo del Siglo XXI”, como estandarte omnipresente en sus luchas y en sus diatribas internas. Se trata del anuncio que habría hecho Nicolás Maduro, el mandatario desde Caracas, en cuanto a la privatización de Pdvsa. 

La noticia no ha tenido mucho eco y la prensa internacional la reseña el pasado 27 de enero, pero las repercusiones sí pueden ser muy serias para Venezuela y en todo caso, es un indicador más de la aguda crisis del país sudamericano. Nótese en este sentido que en función del ámbito externo, las directrices parecen originarse en Cuba, China y Rusia. 

Mientras tanto, en la dinámica del escenario interno es claro que los militares sostienen a Maduro.  De allí que las fuerzas armadas se constituyan como factores de poder real en lo político. Una realidad que no es ajena a muchos países latinoamericanos y que demuestra lo sangrienta y represiva puede ser la conducción de un país cuando la exclusión social, la marginalidad, la inequidad, se imponen.

La agencia Bloomberg puntualiza que el anuncio de Maduro estaría motivado por la necesidad de dólares, de circulante.  Este sería el factor detrás del intento de hipotecar uno de los aspectos “inamovibles” del chavismo. Nada menos que la privatización de una empresa que -durante el período de 140 dólares por barril de crudo, allá en el verano de 2008- pudo estar manejando un flujo de caja anual de unos 110,000 millones de dólares. 

Es de recordar, en este contexto, que las nacionalizaciones fueron la moneda de uso común durante lo que se consideró el apogeo “revolucionario”, en particular con base en los altos precios del petróleo 2003-2014.  Y, como ha sido tradicional, existe una notable dependencia de las exportaciones de energéticos.  Este tipo de exportación y sus derivados, constituye un 93% de los productos que Venezuela vende en los mercados externos.

Fueron evidentemente los altos precios de petróleo los que permitieron sostener en el poder a los grupos de dirigentes chavistas y afines. De esa manera se posibilitó el distribuir dádivas y prebendas tanto para los grupos sociales internos, como externos.  En esto último recuérdese a las diversas agrupaciones que tenían su directriz estratégica en Caracas: Unasur y PetroCaribe, para señalar sólo dos de ellas.

De esa cuenta, los países del ALBA, como tratado de integración en contraste con los intentos del ALCA a principios del Siglo XXI, establecieron un grupo influyente en la política exterior latinoamericana. Una vez más se ponía de manifiesto que el factor económico daba plataforma al poder de colectividades de gobierno, mientras el juego político se establecía entre grupos de presión con mayor o menor capacidad de influencia.

Es claro que modelo de Chávez consistió en depender de los abastecimientos desde el exterior. De esa cuenta los precios por decreto se mantenían relativamente bajos. La capacidad productiva de Venezuela iba menguando y en esa medida aumentaba la importancia y la dependencia de las compras desde otros países. Las mismas podían llevarse a cabo debido a la inundación de dólares que se tenía, en especial durante el período 2013-2014, ya citado, con altos precios del crudo.

Sin embargo, tal y como pasó en los años sesenta, en 1973, en 1979, en 1985, en 1999, los precios del crudo subieron, pero luego se desplomaron. Todo ese andamiaje con sustento en importaciones se vino abajo.

Ahora, el país tiene escasez, desempleo y una altísima inflación, la que se estima ha superado el 1.1 millones por ciento. Algo difícil de imaginar, pero una realidad concreta con la cual deben lidiar los venezolanos todos los días. Ante ello, con el afán de proteger los pocos valores que quedan, a la vez que asegurar un mínimo de poder adquisitivo, la población opta por el dólar estadounidense.  No queda otro remedio, a no ser que el refugio monetario también se concrete en el real brasileño o en el euro, o en pesos colombianos.

El bolívar languidece, ahora empujado por una hiperinflación de cotas siderales, pero esto tiene sus raíces desde antes, cuando grandes masas monetarias se disponían a perseguir una cantidad limitada de bienes y servicios. Esta situación de incrementar sostenidamente las cantidades de moneda sin los correspondientes aumentos en la oferta, trae como consecuencia inflación galopante, pérdida de poder adquisitivo de la moneda local.

Es de reconocer que se hace difícil establecer análisis más profundos en el caso venezolano dada la carencia de cifras y de cifras confiables en el país. De manera lapidaria se podría decir que todos mienten y que las influencias políticas y de propaganda generan mucho ruido. En ese sentido es difícil establecer los niveles de pobreza, de indigencia, el déficit en la balanza de pagos, la participación política de la población, el clima de aceptación o no del régimen, hasta qué punto, bastiones tradicionales del chavismo -como el barrio Petare, quizá la zona marginal más grande Latinoamérica- ahora respaldan a la oposición.

Muchos de los análisis sobre Venezuela, es de reconocerlo, pueden caer fácilmente víctimas de intereses creados, de posiciones polarizadas, en cuando a favorecer prejuicios y fortalecer diferentes tipos de propaganda. Los análisis pueden incluso ser víctimas de dos factores decisivos: las emociones y la pereza mental, la indolencia intelectual.

Lo trágico en Venezuela se está imponiendo. Todo esto fue previsible. Se tenían datos y perspectiva. Pero no se escuchó ni se tuvo la actitud de reconocer leyes de manejo macroeconómico. Ahora lo paradójico: la potencia petrolera latinoamericana con crisis humanitaria, con indicadores que desgraciadamente se asemejan más a Haití que a los de una pujante y sostenida economía emergente. De nuevo tenemos aquí una evidencia más de lo que se conoce, para los países, como “la maldición de los recursos naturales”.

(*) Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor de la Escuela de Administración de la Universidad del Rosario.

(El contenido de este artículo es de entera responsabilidad del autor por lo que no compromete a entidad o institución alguna)