El Papa Francisco ha pedido que Roma sea ciudad de acogida y esperanza durante el Jubileo que tendrá lugar en 2025 y ha recordado que el cristiano, como María, es peregrino de esperanza. Así lo ha puesto de manifiesto durante los oficios litúrgicos del 'Te Deum' en acción de gracias por el año que termina en la Basílica de San Pedro, a la que han acudido unas 6.500 personas.
En este sentido, ha preguntado si Roma es está preparando para convertirse en una ciudad de la esperanza en el Año Santo. "Todos sabemos que la organización del jubileo está en marcha desde hace tiempo, pero comprendemos bien que en la perspectiva que aquí asumimos no se trata en primer lugar de esto, se trata más bien del testimonio de la comunidad eclesial y civil, un testimonio que más que consiste en el estilo de vida, en la calidad ética y espiritual de la convivencia", ha indicado.
Y en la misma línea, ha plateado si cada uno está trabajando en su ámbito para que la ciudad sea signo de esperanza, para quienes viven en ella y para quienes la visitan. "Un ejemplo -ha comentado-, entrar en la Plaza de San Pedro y ver que en el brazo de la columnata se mueven libre y serenamente personas de todas las nacionalidades, culturas y religiones. Es una experiencia que infunde esperanza. Pero es importante que se confirme con una buena acogida durante la visita a la basílica así como en los servicios de información".
Igualmente, ha apuntado que el "encanto" del Centro Histórico de Roma es "perenne y universal" pero ha advertido de que también deben poder disfrutarlo las personas mayores o con alguna discapacidad. "Y a la gran belleza debe corresponder un decoro sencillo y con funcionalidad natural (...) porque una ciudad más habitable para sus ciudadanos es también más acogedora para todos.", ha avisado.
Así, ha recalcado que una peregrinación sobre todo exige una preparación y, por eso, ha resaltado el próximo año que precede el Jubileo está dedicado a la oración.
Francisco ha subrayado también que la fe permite vivir el fin de año de forma distinta a la mentalidad mundana. "La fe en Jesucristo, Dios encarnado, nacido de la Virgen María, da una nueva forma de sentir el tiempo y la vida. Lo resumiré en dos palabras: gratitud y esperanza. Algunos dirán, pero ¿no es eso lo que hace todo el mundo en esta última noche del año? Todo el mundo da gracias, todo el mundo espera, sea creyente o no. Tal vez lo parezca y tal vez lo sea, pero en realidad la gratitud mundana, la esperanza mundana son aparentes. Les falta la dimensión esencial, que es la relación con el otro y con los demás, con Dios y con los hermanos", ha reflexionado.
Así, ha recalcado que la gratitud y esperanza mundanas están "aplastadas sobre el yo, sobre sus intereses", y se ahoga en la ansiedad del tener y el parecer. Y, por eso, ha explicado que les falta el aliento, no van más allá de la satisfacción y el optimismo".
Sin embargo, ha apuntado que en la liturgia del 'Te Deum' se respira otra atmósfera, la de la alabanza, de asombro y la de la gratitud, y ha atribuido esta atmósfera, no a la "majestuosidad" de la Basílica de San Pedro, sino del Misterio de cómo el Creador tomó un alma y un cuerpo nació de una Virgen.
"La liturgia nos hace entrar en los sentimientos de la iglesia y la iglesia, por así decirlo, lo aprende de la Virgen Madre. Pensemos en la gratitud que debió de sentir María al contemplar a Jesús recién nacido. Es una experiencia que sólo puede tener una madre y, sin embargo, en ella la madre de Dios tiene una profundidad única, incomparable", ha apuntado.
El Pontífice ha destacado que la Iglesia aprende la gratitud de la Virgen Madre y aprende también la esperanza. "La de María y la de la Iglesia no es optimismo, es otra cosa. Es fe en Dios, que fiel a sus promesas y esta fe toma la forma de esperanza en la dimensión del tiempo, podríamos decir en camino", ha añadido.