Se intensifica el pulso por un nuevo orden mundial | El Nuevo Siglo
Foto archivo AFP
Sábado, 6 de Agosto de 2022
Redacción internacional

Tanto la guerra en Ucrania que se acerca a su sexto mes como lo ocurrido esta semana con la visita de la congresista norteamericana Nancy Pelosi a Taiwán, que desató la ira de China son una evidencia más de una premisa de vieja data: la configuración de un nuevo orden mundial.

El regreso al multilateralismo promovido por el presidente Joe Biden, la creciente influencia global de China y la impredecible ofensiva militar de Rusia en su vecina Ucrania, develaron una reconfiguración de los bloques mundiales, con Occidente de un lado y las otras dos potencias del otro.

Aunque se podría pensar que tal situación es nueva, lo cierto es que desde hace por lo menos una década, tanto el gigante asiático como el norteamericano empezaron a dar indicios de virar hacia un orden político, económico y militar diferente, rompiendo la tan mencionada teoría de equilibrio en pro de la paz mundial.

La decisión del impredecible mandatario ruso, Vladimir Putin, de dar luz verde a una ‘ofensiva especial’ en el país vecino, argumentando que la intención de éste de adherir a la OTAN era una amenaza para su seguridad nacional porque de suyo conllevaría a la presencia militar internacional allende a sus fronteras, llevó a un férreo alineamiento de Occidente, liderado por Estados Unidos y a una conveniente ‘neutralidad’ de los cercanos al Kremlin como China, así como en menor medida de otro gigante: India.

En medio de las tan fuertes como constantes sanciones impuestas por Washington, así como los europeos, que como se conocen fueron desde el cerco financiero hasta el embargo petrolero, el gigante asiático que nunca condenó el accionar ruso y, por el contrario, reafirmó su alianza con el Kremlin.

Pocas semanas después de iniciada la guerra, los jefes de la diplomacia rusa y china, Serguéi Lavrov y Wang Yi, respectivamente, reafirmaron antes los ojos del mundo no solo que la amistad de sus países estaba firme “como una roca”, sino que estaban caminando juntos hacia la consolidación de un nuevo orden mundial, tal cual lo reiteraron poco tiempo después Putin y Xi Jinping, quienes también se comprometieron a “impulsar el desarrollo de una gobernanza mundial más justa y razonable".

En esa línea se mantienen y fue reiterada este viernes por el canciller Lavrov, en el marco de la reunión anual de Asociación Nacional del Sudeste Asiático (Asean) en Camboya, donde expresó que la "asociación estratégica" entre Moscú y Pekín "es uno de los pilares del movimiento para el triunfo del Derecho Internacional (...), ante todo de la Carta de Naciones Unidas, que proclamó el principio fundamental de la igualdad soberana de los estados".

Para muchos analistas internacionales el reacomodamiento hegemónico se veía venir porque tras la ‘guerra fría’ se mantuvo un pulso de poder -silencioso si se quiere- por evidenciar la superioridad comercial y militar.

Hace pocos meses, en entrevista con EL NUEVO SIGLO, Marcos Peckel, experto en Medio Oriente y Eurasia, así como académico de varias universidades y de la Academia Diplomática, expresó que “en efecto, el mundo se está deslizando hacia un multilateralismo de dos burbujas: una con Occidente, liderada por Estados Unidos y la Unión Europea, y otra alrededor del eje Pekín-Moscú. Esto será algo así como dos soledades compartiendo el planeta. Y porque lo digo: porque el eje que estará conformado por China-Rusia se va a manejar una moneda de cambio distinta; se va a desacoplar el sistema financiero y se van a manejar estándares tecnológicos diferentes, eso por hacer mención de algunos”.

Y agregó que en el tema de la gobernanza, “las normas y reglas que hasta ahora regían el mundo, porque eran aceptadas por todos van a cambiar…De por sí ello ya está ocurriendo porque el artículo 2 de la carta de Naciones Unidas dice que ningún Estado puede obtener territorio de otro por la fuerza, lo que llevaba a pensar que las guerras entre Estados estaban acabadas. Pero eso es lo que se está dando ahora”.


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Visita de la discordia

Con dura retórica, pero con represalias inmediatas, como las exportaciones de varios productos a Taiwán y cuatro días de los mayores ejercicios militares realizados hasta ahora, respondió Pekín a la visita de Pelosi a esa isla, que bajo el principio de “Una sola China” es parte de su territorio y que busca reunificar.

Las difíciles relaciones entre la potencia asiática y la considerada por ésta como ‘isla rebelde’ desde su separación de facto en 1949, son fuente de tensiones recurrentes entre Washington y Pekín. Pero el viaje de la alta funcionaria norteamericana, generó el máximo pico de tensión en las mismas (lo que no ocurría desde hace 25 años) y desató la inmediata solidaridad de los aliados chinos, a saber, Rusia y Corea del Norte.

La canciller rusa, María Zajárova, acusó a Estados Unidos de "desestabilizar el mundo. Ni un solo conflicto resuelto en las últimas décadas, sino varios provocados", mientras que el régimen de Kim Jong un sostuvo que “Taiwán es una parte inseparable de China y el tema un asunto interno”, por lo que calificó la visita de Pelosi de “insolente interferencia de Estados Unidos”, agregando que “sus provocaciones políticas y militares son la causa fundamental del acoso a la paz y la seguridad en la región".

Cabe mencionar que el estrecho de Taiwán, que separa a la isla del mismo nombre de la China continental, es un punto de tensión geopolítica desde el final de la guerra civil china en 1949, un importante canal de navegación internacional y ha sido escenario de tres graves crisis militares.

La primera de ellas fue en agosto de 1954, cuando los nacionalistas de la República de China -el nombre oficial de Taiwán- desplegaron miles de soldados en Kinmen y Matsu, dos pequeñas islas situadas a pocos kilómetros del continente. La China comunista respondió con bombardeos de artillería sobre el archipiélago y tomó las islas Yijiangshan, a unos 400 km al norte de Taipéi. La crisis terminó finalmente, pero casi provoca un conflicto directo entre China y Estados Unidos.

Un segundo enfrentamiento estalló en 1958, cuando las fuerzas de Mao bombardearon Kinmen y Matsu con el objetivo de desalojar una vez más a las tropas nacionalistas. Temiendo que la pérdida de estas islas condujera a la derrota de los nacionalistas y a la toma de Taiwán por parte de Pekín, el presidente estadounidense Dwight D. Eisenhower ordenó a sus militares escoltar y reabastecer a sus aliados taiwaneses. Al no poder tomar las islas situadas cerca de sus costas ni someter a los nacionalistas, Pekín anunció un alto el fuego y luego se estableció un statu quo tenso.

La tercera se produjo 37 años después, un largo tiempo en el que tanto China y Taiwán habían cambiado drásticamente. Tras la muerte de Mao en 1976, China permaneció bajo el control del Partido Comunista, pero inició un periodo de reforma y apertura al mundo, mientras Taiwán, por su parte, salió paulatinamente de la dictadura de Chiang Kai-shek y empezó a evolucionar hacia una democracia, dando lugar al desarrollo una fuerte identidad taiwanesa, diferente de la china.

Las tensiones estallaron en 1995, cuando Pekín comenzó a probar misiles en las aguas que rodean a Taiwán para protestar por la visita del líder taiwanés Lee Teng-hui a Estados Unidos, país que respondió con el envío de dos portaaviones para hizo retroceder a China retrocediese.  Al año siguiente, Newt Gingrich se convirtió en el primer presidente de la Cámara de Representantes de Estados Unidos en visitar Taiwán.

Aunque se descarta que la reciente de Pelosi genere un estallido de la magnitud de las anteriormente descritas si deja en claro tres cosas: la profunda preocupación de China ante la cambiante postura de Washington hacia la isla y que situaciones como ésta fortalecen el proyecto de nuevo orden mundial con el eje Pekín-Moscú, que se estaría gestando en la clave región del Pacífico sur y la imagen de fuerza (política y militar) que está dando Xi Jinping en la antesala de cónclave comunista que le dará su tercer período como jefe de Estado.