Superpoderoso Xi Jinping ante gigantescos desafíos | El Nuevo Siglo
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Viernes, 10 de Marzo de 2023
Redacción internacional con AFP

CUANDO Xi Jinping llegó al poder en 2012, algunos predijeron que sería el líder más liberal del Partido Comunista de China por su perfil discreto y su historial familiar. Más de diez años después, la realidad es bien distinta.

Reelegido en octubre al frente del Partido Comunista (PCCh), Xi obtuvo este viernes un tercer mandato de cinco años como presidente, erigiéndose como el dirigente más poderoso desde Mao Zedong y con un objetivo claro: profundizar el socialismo con características chinas para consolidar su país una potencia.

En estos años, Xi demostró una ambición implacable, una intolerancia a la disidencia y un deseo de control que ha llegado hasta casi el último aspecto de la vida cotidiana de China.

Conocido al comienzo como el marido de una popular cantante, se ha erigido en un líder cuyo aparente carisma y habilidoso relato político han creado un culto a la personalidad no visto desde los tiempos de Mao.

Pero poco se conoce sobre su persona o lo que lo motiva.

"Yo discuto la visión convencional de que Xi Jinping busca el poder por el poder", dice a la AFP Alfred L. Chan, autor de un libro sobre su vida. "Yo diría que anhela el poder como un instrumento para cumplir su visión".

"Realmente tiene una visión sobre China. Quiere que China se convierta en el país más poderoso del mundo", dijo otro biógrafo, Adrian Geiges.

En esta visión que él llama el "sueño chino" o "el gran rejuvenecimiento de la nación china", el Partido Comunista desempeña un papel central.

"Xi es un hombre de fe (...) Para él, Dios es el Partido Comunista", escribió Kerry Brown en su libro "Xi: A Study in Power". "El mayor error que comete el resto del mundo sobre Xi es no tomarse en serio su fe".

A los 69 años, este líder empieza un histórico tercer mandato con un respaldo contundente: el voto unánime delos 2.952 parlamentarios reunidos en el Gran Palacio de Pekín donde el domingo pasado se instaló la legislatura.

El parlamento está, en la práctica, sometido al Partido Comunista (PCCh), que en octubre ya nombró a Xi por otros cinco años como secretario general y jefe de la comisión militar de la formación, los dos cargos de más poder en el país.

Tras conocerse el resultado, tres militares uniformados bajaron por las escaleras de la enorme sala para colocar un ejemplar de la Constitución sobre un pupitre.

"Juro ser (...) leal a la patria y al pueblo (...) y trabajar duro en la construcción de un gran país socialista moderno que sea próspero, fuerte, democrático, más civilizado y armonioso", prometió Xi con el puño levantado en su juramento, transmitido por las televisiones estatales en todo el país.

Los últimos meses fueron complicados para Xi, con grandes manifestaciones a finales de noviembre contra su política de "covid cero" y una ola de muertes tras el abandono de esta estrategia en diciembre.

Estas cuestiones sensibles se eludieron durante la sesión anual del Parlamento, un evento cuidadosamente coreografiado en el que Li Qiang, aliado de Xi, reemplazará al primer ministro Li Keqiang.

La Asamblea Popular Nacional (APN) también eligió al hasta ahora vice primer ministro Han Zheng, como vicepresidente en lugar de Wang Qishan, y a Zhao Leji como presidente del comité permanente del Parlamento.



Desafíos y proyectos

En vía de convertirse en el dirigente con más años en el poder en la historia reciente del gigante asiático y con el ojo en que una repotenciada China lidere un nuevo orden mundial, para lo que cuenta con un gigante aliado (Rusia), Xi enfrentará numerosos desafíos en este tercer tiempo en el poder, entre los que destaca la ralentización del crecimiento económico, la caída de la natalidad, las dificultades en el sector inmobiliario, la observación de los derechos humanos, las cada vez más alta tensión con Estados Unidos y la cuestión de Taiwán.

Xi denunció esta semana al instalar el pleno legislativo, la "política de contención, cerco y represión contra China" aplicada por los "países occidentales encabezados por Estados Unidos" que "ha traído severos desafíos sin precedentes para el desarrollo" del país.

"Vamos a ver una China más segura de ella misma en la escena internacional, que afirmará su discurso de forma más pronunciada" al tiempo que intenta "reducir su dependencia hacia el resto del mundo", consideró Steve Tsang, del instituto SOAS China en Londres.

Estos son sus principales retos:

Desaceleración económica. Será sin duda un tema central. La segunda economía del mundo, acostumbrada durante mucho tiempo a ritmos de crecimiento elevados, vio crecer su PIB solo un 3% en 2022, debido a las restricciones sanitarias por la política anticovid y a la crisis inmobiliaria. Para 2023, el gobierno tiene como objetivo "alrededor del 5%", uno de los niveles más bajos en décadas.

La decisión de Xi Jinping de rodearse exclusivamente de fieles para su tercer mandato hace temer que favorezca la ideología a costa del crecimiento.

Si esperaba hacer del consumo el nuevo motor de la economía, aún no lo ha conseguido. En cuanto a su concepto de "prosperidad común", que supuestamente debe reducir las diferencias de riqueza entre la población, Xi parece más discreto al respecto en los últimos meses.

Tensiones con EE.UU. Las relaciones con Washington se volvieron amargas en los últimos años debido a la competencia tecnológica y comercial, derechos humanos, e incluso por el tema del origen del covid-19. Una visita del secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, prevista para febrero, fue aplazada a última hora después de que la administración Biden derribara un globo chino que, según Washington, Pekín habría utilizado con fines de espionaje, algo que China negó.

Desde entonces, las tensiones diplomáticas siguieron aumentando. El martes, el ministro de Relaciones Exteriores, Qin Gang, advirtió del riesgo de "conflicto y confrontación" si Washington no cambia de rumbo. El propio Xi hizo una inusual crítica directa contra las autoridades estadounidenses, acusándolas de arrastrar a los países occidentales a "una política de contención, de cerco y de represión contra China".

 Taiwán. Con su nuevo mandato, Xi podría decidir que ha llegado el momento de que Pekín se apodere de la isla de Taiwán, administrada por un gobierno democrático y que China reivindica como parte de su territorio.

El tema se volvió cada vez más sensible en los últimos años. En agosto, Nancy Pelosi, entonces presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, visitó Taiwán. Furiosa, China respondió con las mayores maniobras militares de su historia alrededor de la isla.

En octubre, el Partido Comunista incluyó por primera vez en su Constitución su oposición a la independencia del territorio insular.

Toda invasión china de Taiwán perturbaría las cadenas de suministro mundiales: la isla es la principal fabricante mundial de semiconductores, unos compuestos indispensables para multitud de aparatos electrónicos.

Una intervención militar provocaría la indignación de los países occidentales, aislaría a China y acercaría a Pekín y a Washington a un enfrentamiento armado directo.

China anunció el domingo un aumento de su presupuesto de Defensa de 7,2%, su alza más elevada desde 2019. El gasto militar chino, sin embargo, sigue estando alrededor del 2% del PIB, un nivel inferior al de Estados Unidos.

Derechos humanos. Desde la llegada al poder de Xi Jinping a finales de 2012, la sociedad civil desapareció casi por completo, la oposición callada y decenas de activistas están en prisión.

Las autoridades chinas están acusadas de haber internado en "campos" a por lo menos un millón de personas en Xinjiang (noroeste), principalmente de la minoría musulmana uigur.

Varios estudios occidentales mencionan también "trabajos forzados" en Xinjiang, y hablan de "genocidio" como resultado de esterilizaciones y abortos presentados como "forzados".

China niega todas estas acusaciones.

Un informe de la ONU alude a posibles "crímenes contra la humanidad" en la región, pero no utiliza el término "genocidio", que sí usa Estados Unidos.