Durante la campaña presidencial, Donald Trump prometió terminar la guerra entre Rusia y Ucrania. “Ellos están muriendo, rusos y ucranianos. Yo quiero que paren de morir. Y lo voy a lograr en 24 horas”, le dijo el presidente electo a CNN, en mayo de este año. Su intención es abrir un frente de negociaciones entre Vladimir Putin y Vlodomyr Zelensky mediado por él y tal vez por los chinos.
Luego de haber ganado las elecciones presidenciales el pasado martes, Trump ha empezado a moverse para desescalar la guerra en el este de Europa. Solo dos días después, ha llamado a Vlodomyr Zelensky, con el que habló en compañía de Elon Musk, el magnate de Tesla y hoy asesor del presidente electo.
Mientras estos tres líderes hablaban, más hombres de Corea del Norte se unieron al frente de guerra ruso. Si con la llegada de Trump occidente está viendo cómo parar la guerra, Rusia y sus aliados han estado el último mes multiplicando el número de hombres y armas, para retomar las ciudades rusas sitiadas por Ucrania, como Kursk, y continuar la invasión en las provincias orientales ucranianas.
El momento, luego de dos años y medio de guerra, puede definirse de esta manera: un occidente algo agotado, aunque revigorizado por Trump, y Rusia y sus aliados retomando fuerzas apuntándole a ganar la guerra por su ventaja en número de hombres.
Musk, el puente
Los intercambios entre Trump, Zelensky y Musk demuestran que el presidente electo, por ahora, no busca salir de Ucrania o disminuir la ayuda militar para este país, como dijo durante la campaña. La influencia de Musk en Trump es real. El magnate de los carros y los satélites hoy tiene centenares de satélites de Starlink que sirven para comunicar a las tropas ucranianas y rusas en el frente. Sirve a los dos países en guerra, aunque es de público conocimiento que Musk apoya a Ucrania en la reconquista de su territorio.
En el mundo, o al menos en occidente, nadie tiene el poder de Musk de asesorar a Trump, hablar con Zelensky o llamar a Putin. El surafricano nacionalizado estadounidense hoy es uno de los pocos puentes entre Kiev y Moscú. Afanado por buscar un cese el fuego entre las partes, Trump lo sabe y Putin, también.
En el otro frente
Un mes atrás, cuando el mundo se concentraba en las elecciones norteamericanas, siete buques de la flota rusa del Pacífico zarparon desde Chongjin, Hamhung y Musudan, Corea del Norte, rumbo a Vladivostok, Rusia. En total, 1.500 soldados coreanos se dirigieron a Rusia, para unirse a la maquinaria de guerra de Putin. Estos hombres fueron los primeros de las 11.000 tropas de Corea del Norte que ya están en Rusia para atacar a Ucrania.
“Cada época tenía su propio tipo de guerra, sus propias condiciones limitantes y sus propios preconceptos peculiares”, escribió el teórico de la defensa Carl von Clausewitz a principios del siglo XIX.
Sí, con la llegada de las tropas coreanas, ha quedado claro que esta guerra no solo involucra a Rusia y Ucrania, sino que con el paso de los años se está convirtiendo en un conflicto regional con alcances globales. Las tropas de Corea del Norte y el apoyo chino con drones y contingente militar nos lo recuerdan, así como las fuerzas de la OTAN en el frente ucraniano y los miles de mercenarios de todo el mundo.
La guerra de Ucrania se ha convertido en el centro de las tensiones entre los dos ejes que hoy mueven el mundo. Rusia, de un lado, está reuniendo a todos los países que tienen como proyecto atacar occidente, como Corea del Norte, Irán y, con su estilo, China. Del otro lado, están los poderes occidentales y algunos de sus aliados, como Israel o Taiwán.
El eje que lidera Putin cuenta con muchos más hombres y la intención de hacer todo lo que esté a su alcance con tal de cambiar el orden mundial. Rusia ha amenazado repetidamente en romper los acuerdos nucleares que han gobernado al mundo por décadas, transportando armas nucleares a la fronteriza Bielorrusia. China, en tanto, ha mostrado por primera vez una faceta militarista en la que combina la modernización de su ejército con armas nucleares y última tecnología.
La mejora de las capacidades militares chinas crea un nuevo escenario. El mundo está pasando del desafío bipolar nuclear entre Estados Unidos y Rusia a un escenario tripolar, al que se ha sumado China. Dos de estos países están unidos en la guerra en Ucrania, y Washington se queda solo acompañado de una Europa que ha descuidado sus capacidades militares por años.
El ritmo del cambio en oriente ha sido sorprendente con una China que ha roto el paradigma de que por encima de cualquier interés bélico prima la estabilidad local. Hoy, Pekín apoya abiertamente a Rusia, y lo hace en una afrenta para enviarle un mensaje a Washington de que es capaz de movilizar tropas y apoyos a otros países si estos comparten sus mismos valores e intereses geoestratégicos.
En ese escenario, Estados Unidos más que nunca ha afianzado su apoyo a Taiwán, con quien comparte una red de valores e intereses que debe cuidar. Poco apoyado por la mayoría de países del mundo, Taiwán hoy representa la defensa de los valores occidentales, como Ucrania. Europa se ha negado a reconocer a esta isla, pero, con una China que ha cambiado sus objetivos, parece inevitable que al final los europeos y otros países vean a Taiwán como un aliado que está a su lado.
Por todo esto, se entiende la prisa de Trump. Dos días, y ya llamó a Putin, y puso a Musk a liderar los canales con el Kremlin, que anunció este viernes que está dispuesto a negociar el fin de la guerra con Estados Unidos. Falta que se concrete todo esto, pero el simple anuncio, ya es mucho.