Específicamente alguien puede puntualizar que los seres humanos también se pueden englobar en los recursos naturales. Tendría razón. Se trataría de recursos naturales renovables. Lo que se desea poner de manifiesto aquí, no obstante, es el doble rango de víctimas. No tener instituciones funcionales nos está llevando a tener destrucción directa de personas humanas y de recursos naturales, tanto renovables -agua, suelo, bosque, germoplasma- como no renovables -petróleo, carbón, productos minerales- en general.
Esta vez, unido a los copiosos estudios que existen sobre la materia, aunque más actualizados, quien brinda los datos ha sido la Red Amazónica de Información Socio-Ambiental Georreferenciada (Raisg) y un estudio más interpretativo de Sibelia Zanon. Una de las más llamativas conclusiones señala que la Amazonía “podría tener hasta unos 23.7 millones de hectáreas desforestadas en tan sólo cinco años”.
Esta consideración implica que en un quinquenio, el área del Amazonas podría perder la mitad de lo que perdió en los últimos 20 años. La tragedia se profundiza, llega a mayores niveles de cobertura.
Con el fin de comprender mejor el alcance de estas alarmantes cifras, de esta tragedia ecológica, es de tener presente que la Amazonía alberga cerca del 30% de la variabilidad genética total del planeta. Existe allí una riqueza insustituible de germoplasma.
En medio de ese contexto, se descubren en esa gran región nuevas especies de flora y fauna, sin embargo -tal y como lo señala la Raisg- la destrucción acelerada de los ecosistemas puede muy bien llevar a la extinción especies que ni siquiera han sido detectadas, mucho menos estudiadas por la ciencia.
Se puntualiza que esto es muy probable que ya haya sucedido, que esté sucediendo en estos momentos. Se reitera que entre 2001 y 2020 la Amazonía perdió más de 54 millones de hectáreas -comparable con la superficie de toda Francia-, unos 552,000 kilómetros cuadrados. Siendo la región de Brasil, que corresponde a un 62% del total de la Amazonía, la más afectada; seguida por las subregiones de Bolivia, Perú y Colombia.
Al tomar en consideración las dos primeras décadas del Siglo XXI, fue 2003 el que evidencia la tasa anual de deforestación con mayor dramatismo. Ese año casi 5 millones de hectáreas de bosque fueron borradas del mapa producto de talas indiscriminadas. A partir de 2019, sin embargo, la actividad de destrucción forestal muestra un repunte.
Esto se relaciona con las disposiciones del gobierno de Brasil, el de Jair Bolsonaro, con su impulso a los agro-negocios en tierras no explotadas previamente -corrimiento de la frontera agrícola-. Y Por otra parte con el debilitamiento -de recursos y funcionalmente- de entidades de fiscalización ambiental.
Ya para 2020, típico año de pandemia, la media anual de destrucción del bosque amazónico vuelve a fortalecerse. Para ese año se reporta que la cifra de destrucción se acerca a la media anual de los primeros 20 años del Siglo XXI: 2.7 millones de hectáreas.
Entre las causas de la deforestación de amplias áreas se encuentra la actividad agropecuaria. La documentación de Raisg indica que en un 84% la pérdida de cubierta forestal se debe a la producción animal y vegetal.
Además, la tragedia también se asocia a la expansión de la infraestructura que atraviesa la Amazonía y que se extiende. Específicamente las carreteras y las pistas de aterrizaje. “Si tomamos en cuenta la historia de la deforestación, más del 70% de la tala se dio a lo largo de una franja de 50 kilómetros a cada lado de las carreteras, en particular de vías pavimentadas”, señala el investigador Paulo Moutinho.
Una de las principales y más graves repercusiones que emergen de la deforestación brutal y creciente que sufre la Amazonía es comprometer nuestra propia existencia como especie. Pero eso no parece importar a la gran generalidad de gobiernos ni de sociedades. Ensimismados como estamos en problemas cotidianos, tan efímeros como superficiales. Y ¿la población en general? Pues muy pendientes de los deportes, fíjese usted.
Una expresión parafraseada, con relación a generalizados estilos de vida: “El excesivo cuidado personal, del hogar … las mezquinas peleas entre vecinos, el cine, los deportes, los licores … llenaban su horizonte mental. No era difícil mantenerlos bajo control”; véase la obra “1984”, primera edición del 8 de junio de 1949, pág. 54; de George Orwell –pseudónimo del escritor Eric Blair- (1903-1950).
Agregado 1: Nadie puede dejar de condenar el ataque terrorista de Hamás a la población israelí el 7 de octubre de 2023. La solución estructural, de fondo, tal y como reiteradamente se ha puntualizado por más de 70 años, es la implementación de una política de paz conjunta en los territorios de Israel y Palestina. Se trata del respeto recíproco más allá de divisiones étnicas o religiosas; es de transitar por la conformación de dos Estados.
Agregado 2: ¿Es mucho pedir el cese de atrocidades en nombre de la vida de seres humanos, más allá de nacionalidades, de etiquetas que exacerban los odios? ¿Es mucho pedir el dar efectivamente una oportunidad de vida especialmente a nuestros jóvenes y niños? Propugnar por el bienestar y el desarrollo como condiciones de paz no es ninguna utopía. Tenemos recursos y tecnología. Falta voluntad política, de eso carecemos.
*Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor, Facultad de Administración de la Universidad del Rosario.
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