Las fuerzas sirias y rusas mantuvieron este jueves la presión contra el enclave rebelde de Guta Oriental, mientras que la tregua unilateral seguía sin tener las consecuencias humanitarias deseadas sobre el terreno.
Más de 40 camiones con ayuda no pudieron entrar en el enclave --asediado desde 2013-- donde viven 400.000 personas, lo que llevó a la ONU a reclamar de nuevo la aplicación del alto el fuego en la zona aprobado el sábado.
La "pausa" humanitaria de cinco horas anunciada el lunes por Moscú condujo a una disminución de los bombardeos, que mataron a cientos de personas desde el 18 de febrero.
Según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH), 613 civiles, incluyendo cerca de 150 niños, perdieron la vida hasta la fecha, y más de 3.500 resultaron heridos.
La fuerza aérea siria bombardeó este jueves antes de las 09H00 locales, cuando empezó la "tregua", dijo el OSDH. Como los dos últimos días, los bombardeos del régimen se reanudaron al término de esta pausa, a las 14H00 (12H00 GMT), y continuaron los enfrentamientos entre régimen y grupos rebeldes, explicó la misma fuente.
- 'Prácticamente no hay vida' -
El corredor humanitario instaurado por Rusia para que los civiles puedan evacuar la zona siguió ostensiblemente vacío el jueves por tercer día consecutivo.
Los únicos civiles que lograron abandonar Guta Oriental esta semana fueron una pareja de septuagenarios paquistaníes, según la Media Luna Roja.
El Ejército ruso acusó este jueves a los grupos rebeldes de impedir a los civiles salir del enclave.
"En los últimos tres días, la gente no pudo salir de Guta Oriental. Formaciones armadas ilegales los tomaron como rehenes y no les permitían partir", señaló el ejército ruso en un comunicado, afirmando que "decenas" de personas habían intentado marcharse.
Los insurgentes rechazan estas acusaciones, y aseguran que los habitantes temen dejar el enclave y acabar en manos del régimen o morir en los bombardeos.
Además, los combates terrestres entre las fuerzas del régimen y el grupo rebelde Yaish al Islam siguieron su curso en Al Shaifuniyah, al noreste del enclave, muy destruido en los últimos días.
"Prácticamente no hay vida allí, la zona está completamente destruida y los civiles están enterrados bajo los escombros", declaró a la AFP Siraj Mahmud, portavoz de los rescatistas de los Cascos Blancos, que operan en zonas rebeldes.
En Hazeh, una localidad de Guta Oriental, un bombardeo destruyó parte de un edificio el 20 de febrero, en cuyo sótano se habían refugiado 21 personas.
"Dejé a mi hija en el subsuelo con su marido y su hija", explicó Abu Mohamed, de 60 años. "Volví al día siguiente, encontré el edificio derruido y todavía no he encontrado a mi hija".
De momento, los rescatistas lograron retirar seis cuerpos.
Según Naciones Unidas, tres cuartas partes de las viviendas del enclave rebelde han quedado dañadas, mientras que cientos de civiles heridos o enfermos necesitan ser urgentemente evacuados.
Los habitantes de la zona tratan de sobrevivir pese a la escasez alimentaria y de medicamentos, fruto de un asedio asfixiante impuesto por el régimen.
La ONU y las organizaciones humanitarias aseguraron que cinco horas era demasiado poco tiempo para hacer llegar la ayuda.
El régimen, apoyado militarmente por Rusia, intenta recuperar desde 2015 el enclave rebelde, área de lanzamiento de obuses contra Damasco.
Por otra parte, ocho soldados turcos murieron y 13 resultaron heridos este jueves en el marco de la ofensiva que lleva a cabo Turquía contra una milicia kurda de las Unidades de Protección Popular (YPG) en la región de Afrin, en el noroeste de Siria.
Con estas nuevas bajas, el balance de soldados turcos fallecidos desde el inicio de la operación "Ramo de Olivo", el 20 de enero, se eleva al menos a 40.
En casi siete años, la guerra en Siria, desencadenada por la dura represión del régimen de Bashar al Asad de unas manifestaciones prodemocracia, ha dejado más de 340.000 muertos y millones de desplazados.