Esta potencia recientemente aprobó una reforma constitucional que devuelve al país a las políticas implementadas por el líder Mao Zedong. Esta concentración del poder ha sido posible, en parte, excluyendo a quien intente desestabilizar el gobierno
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Recientemente la noticia que acaparó las portadas de los medios fue la enmienda a la Constitución de la República Popular de China que abolió el límite de dos mandatos presidenciales. El Presidente de este país, Xi Jinping, se ha ganado el respaldo del Partido Comunista Chino (PCCh) y de la población por su lucha contra la corrupción y algunos lo tildan como el “sucesor de Mao Zedong”.
Desde su llegada al poder en 2012, Xi ha fundamentado su mandato en la lucha contra la corrupción, especialmente dentro de los cargos públicos que se ha evidenciado con la detención de varios funcionarios por sobornos y actos poco transparentes. Estas decisiones de “purgar” el gobierno, contribuyen a consolidar aun más el poder del Presidente al permitir que quienes formen parte del PCCh y de los altos cargos, sean fieles seguidores de Xi.
Sin espacio para los corruptos
En medio del contexto de la reforma constitucional, cabe aclarar la idea que se ha difundido de que Xi puede gobernar “de por vida”. En efecto, el límite de 68 años para ser elegido no ha sido modificado y sigue siendo un criterio fundamental para ocupar cargos públicos en China. En este sentido, con la mencionada reforma constitucional, Xi Jinping fue reelegido para liderar por 5 años más, pero cuando culmine su segundo mandato tendrá 69 años y por el momento, no puede ser reelegido “de forma indefinida”.
La estructura de gobierno en China, como en otros países, es de forma piramidal. En la parte de abajo se encuentran los 89 millones de personas que hacen parte del Partido Comunista, el único en existente. Le siguen los cerca de 3000 miembros del Congreso del Partido Comunista Chino, donde recientemente tuvo lugar la votación que permitió la enmienda constitucional. Posteriormente, en esta estructura siguen los 400 asociados al Comité Central, luego los 25 líderes del Politburó donde realmente siete toman las decisiones más importantes, formando así el Comité Permanente del Politburó. Finalmente a la cabeza de esta pirámide se encuentra Xi Jinping.
Esta pirámide entonces está sustentada en el culto al líder del PCCh, de manera que sus decisiones permean esta estructura de poder. La más destacable de estas desde la llegada de Xi al poder, ha sido eliminar cualquier clase de indicios de corrupción que puedan desestabilizar el gobierno. La corrupción en China se ha caracterizado por los sobornos, especialmente de agentes del gobierno, que buscan cultivar relaciones de poder, llamadas guanxi, que les permitan escalar dentro de esta estructura piramidal.
Así entonces, Xi llegó a la Presidencia con una firme política anticorrupción la cual se ha manifestado con el castigo a más de “1.4 millones de miembros oficiales del partido desde 2012”según Xinhua Net. Se ha enviado a la cárcel a funcionarios de alto rango como Zhou Yongkang, uno de los políticos más poderosos de China y que en 2015 fue sentenciado por soborno, abuso de poder y destapar secretos del Estado, de acuerdo con BBC News. Esta misma fuente establece que Xi está concentrando el poder con estas medidas y que en parte los oficiales de alto rango sentenciados, apoyaron a opositores dentro del partido o a expresidentes.
Así también lo afirma David Castrillón, profesor de la Universidad Externado de Colombia y experto en temas de China, “si existe alguna oposición, tal vez sea la de elementos dentro del partido que se oponen a las medidas que ha tomado Xi en sus primeros cinco años de gobierno, incluyendo su dura campaña contra la corrupción”. Este pilar de la campaña de Xi le ha hecho ganar algunos enemigos y opositores. Esta lucha le ha permitido al Presidente de China “consolidar su autoridad establecida como el líder supremo en un sistema político centralizado”, afirma James Leung en Foreign Affairs.
El poder de Xi Jinping es evidente y esto se reafirma con la reciente enmienda a la Constitución que “ganó con un aplastante 2.958 votos a favor, dos en contra y tres abstenciones”, informa China Daily. El experto citado menciona que por dos votos en contra es “incorrecto pensar que esto es por miedo o por falta de autonomía de parte del Congreso; creo, en cambio, que es la cristalización del apoyo que recibió esta medida de parte del pueblo”.
Resistencia social, sin espacio
El dominio del poder en manos del PCCh es evidente, dando como resultado lugar a la inexistencia oposición política a este partido. Esto se justifica en parte por hechos históricos que han permitido que dicho partido adquiera la legitimidad necesaria para gobernar como partido único en China. No obstante, resistencias civiles y promotores de derechos humanos han surgido en contraposición a la concentración del poder y para exigir más libertades de un Estado vigilante. De acuerdo con el Chinese Human Rights Defenders (CHRD), el 4 de marzo se actualizaron los perfiles, donde actualmente hay 161 individuos “que fueron enviados a centros de detención, prisión y labores re-educativas por su activismo a favor de los derechos humanos”.
Dos disidentes destacables se pueden mencionar. El primero de ellos fue Lui Xiaobo, un escritor chino que mediante la filosofía de resistencia no violencia inspirada en Ghandi luchó para poner fin al sistema de partido único y propender por una transición hacia la democracia. Sus inicios como activista se dieron a conocer en las marchas pacíficas en la Plaza de Tiananmen, Beijing, en 1989. Xiaobo también lideró la elaboración de la “Carta 08” que buscaba cambios democráticos y protección de los derechos humanos. Fue condenado a 11 años de prisión por incitar a la rebelión.
Otro activista que es pertinente mencionar es Ai Weiwei, un diseñador, escultor, fotógrafo contemporáneo chino. Este artista, ha hecho del arte, su herramienta para revelarse contra la política centralizada del gigante asiático. Weiwei fue detenido por la policía y expulsado de China por exponer sus obras. En una entrevista de la corresponsal Holly Williams de CBS News a Ai Weiwei, la periodista le pregunta si quiere derrocar el gobierno y cómo considera su obra. A lo cual el artista responde que no tiene el poder para hacerlo, pero sí busca un cambio y que como artista, debe ser un activista. Ante la pregunta de la corresponsal “por qué el régimen tiene miedo del arte”, el disidente asegura “le tienen miedo a la libertad y el arte es libertad”.
Reflejo a nivel externo
Con la reelección de Xi y la aprobación de la enmienda que permite ser reelegido hasta el límite de edad legal, las políticas anticorrupción continuarán su consolidación por otros cinco años. Y es que estas medidas, que si bien también han sido implementadas en varios países, en China tienen la particularidad de concederle más poder y autoridad al Presidente por los resultados que ha obtenido y el poder que ha logrado consolidar gracias a estas.
De esta manera, la existencia de un partido único impide que haya oposición en un país como China, sobre todo con medidas como las expuestas anteriormente. La única opción que habría de oposición real “sería el descontento que se diera si hay un cambio en la economía china que afecte a gran parte de la población”, opina Castrillón. Pero por el momento, la política en China está consolidada a un nivel comparable a la época de Mao. El reflejo como potencia económica y su posición en la “guerra comercial” que se está librando con Estados Unidos, reafirma que la política exterior es un espejo de la interna y que sigue posicionándose en el concierto internacional.
*Profesional en Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Externado de Colombia.
@Nataliamarinop