El imperio español al garete (II) | El Nuevo Siglo
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Domingo, 28 de Abril de 2019
Alberto Abello

Es de recordar que los primeros pasos de los conquistadores que arribaron al Nuevo Mundo son representativos de elementos del populacho, audaces y de conocimientos modestos, algunos surgen de la hambruna española y son raros los que saben leer y escribir. Lo que importa es el valor, la voluntad inquebrantable de hacer historia, de ser libres y forjar un mundo nuevo. La excepción a esa regla de hombres rústicos y decididos se da con unos pocos personajes como Don Gonzalo Jiménez de Quesada, licenciado en Derecho y notable escritor e historiador, cuyo texto sobre la historia de la Nueva Granada se perdió.

El clero juega un papel fundamental en la obra civilizadora en cuanto se distingue por su gesta pacifica misional, su preparación y por trabajar con ahínco por la corona. Así como gran parte de los funcionarios que vinieron después a Hispanoamérica, se distinguen por estar mejor preparados que sus antecesores. Un papel esencial para la forja del Estado en nuestra región se centra en conseguir que impere la justicia y el orden, objetivo en el cual desde Madrid no dudan en ajusticiar a varios de los conquistadores que infringen la ley.

Desde cuando Luis XIV logra negociar el trono español para su sobrino, las relaciones entre las dos naciones se demarcan por el conflicto, siempre con la consigna de no permitir que los franceses extiendan más sus dominios por el Nuevo Mundo. Se logra así que las autoridades en Hispanoamérica mantengan su independencia y que las tradiciones castellanas trasvasadas a estas latitudes se conserven casi intactas, en cuanto representan el orden y la estabilidad. En tiempos de la revolución francesa, Madrid se espanta con los desmanes del populacho de París y la ejecución del rey Luis XVI y su consorte María Luisa.  La política española se centra en impedir que la revolución cruce los Pirineos y se extienda por su territorio e Hispanoamérica.

‘Benevolencia’ con reyes

Napoleón, durante la etapa del terror revolucionario en Francia, se mantuvo distante de los extremistas, pese a su amistad con el hermano de Robespierre, sin recibir ningún mando militar por haber sido formado como artillero realista. Alguna vez le preguntaron al joven militar qué habría hecho si Luis XVI, le hubiese dado mando para defender el sistema.  Napoleón, no dudo un minuto y dijo que a cañonazos habría liberado a París. Al final de cuentas, el Código Civil de Napoleón es el triunfo del orden burgués contra los excesos de despotismo Ilustrado.

Por lo tanto, Napoleón como testa coronada, considera que al apresar a los reyes de España y llevarlos a vivir a un castillo con todas las garantías de respeto a sus vidas y privilegios, comparado con el trato sanguinario que en Francia les dieron a sus parientes Borbones, es candoroso y amable. Por lo que le deben estar agradecidos, no solamente los reyes, sino el mismo pueblo español. Tampoco contaba con la solidaridad del pueblo para con sus monarcas, ni con la disposición de luchar por los derechos de Fernando VII, que gran parte de la nobleza y varios grandes de España traicionaron. A su vez, la nobleza española ya no tenía los mismos privilegios de antaño, en la medida que el poder real se sustenta en gran medida en debilitar a la nobleza. Así como en Hispanoamérica, los antiguos encomenderos habían perdido gradualmente su poder inicial, en tanto crecía el arbitraje de los monarcas a favor de los más débiles, para evitar que se encumbraran familias poderosas que pudiesen disputarles el poder en su zona de influencia.

Apoyo popular a los Borbones

La ocupación de España por las tropas de Napoleón, desata de manera sorpresiva una reacción popular contra el invasor. Se forman en España y América las juntas patrióticas por defender los derechos de los Borbones. Juntas que no intentan provocar una revolución, sino que por lo general se muestran conservadoras y contrarias al espíritu revolucionario a la francesa. Se trata de defender los derechos de Fernando VII. Ese aspecto conservador ha sido ocultado por una historia oficial que pretende equiparar los acontecimientos iniciales de la lucha por restaurar en el trono a Fernando VII, con movimientos subversivos desestabilizadores. Nos basta recordar que Simón Bolívar, como terrateniente importante en Venezuela no podía estar a favor de despojar a sus pares de sus tierras.

A su vez, aún hoy se especula sobre la decisión histórica de Napoleón de someter a España. Sabemos que después del desastre para Francia de la batalla naval de Trafalgar, toma la decisión de cercar desde el continente a los británicos, lo que implicaba tomarse a España y Portugal. Jacques Bainville, sostiene que Napoleón con su inmensa cultura tenía un vacío cultural con relación a España. Por lo mismo, dueño del mejor y más valiente ejército europeo, nunca imaginó la reacción popular en favor de los Borbones, todo lo contrario de lo ocurrido en Francia, donde el populacho enardecido por la predica de los demagogos pidió la cabeza de sus majestades.

El sutil análisis de Bainville es parcialmente correcto, puesto que sabemos por la obra de investigación del historiador Carlos A. Villanueva, que, siendo preso Francisco de Miranda por los esbirros policiales de Napoleón a cargo del tenebroso Fouché, en 1800, él precursor caraqueño informa de las debilidades del imperio español, que se tornaba insostenible por el modelo económico autárquico e inviable por el desarrollo industrial de Inglaterra.  Y Fouché obraba por cuenta de Napoleón, que no simpatizaba con Miranda, en cuanto le rivalizó en la gloria de salvar militarmente a Francia, hazaña por la que figura en letras de molde en el arco de triunfo.

El levantamiento del pueblo español contra Napoleón, la guerra popular y de guerrillas, precipitan el cambio geopolítico internacional, mediante juntas y elecciones populares; no es de sorprender que, en las Cortes de Cádiz, se levanten voces españolas a favor de la independencia americana. Así como en Hispanoamérica se extiende la epidemia del constitucionalismo, como de las juntas populares y cabildos a favor de Fernando VII, y, posteriormente, por la Independencia. Al mismo tiempo, con la derrota en España y la heroica retirada en Rusia, viene el eclipse de Napoleón, el cambio mundial del péndulo del poder, el avance de Inglaterra y se desata la verdadera lucha de independencia acaudillada por Simón Bolívar en nuestra región.