Ética pública: cura para la crisis actual | El Nuevo Siglo
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Sábado, 18 de Abril de 2020

La crisis aparece para recordarnos que somos seres sociales por naturaleza y que nuestra única opción ahora es actuar en consecuencia. Nueva entrega de la alianza entre EL NUEVO SIGLO y la Procuraduría General de la Nación

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Nos llegó la hora. Esta expresión recoge el sentir y el pensar de la mayoría del mundo frente a la crisis desencadenada por el Covid-19. Pero, ¿nos llegó la hora para qué? Definitivamente nos enfrentamos al final de algo. Desde una perspectiva, la más dura y triste, al final de las vidas de miles de personas afectadas por la enfermedad. Desde otra, al del sistema social, político y económico vigente. Desde esta perspectiva, es casi un alivio que le llegue la hora a un modelo desigual, utilitarista, injusto, materialista, individualista e irresponsable.

La crisis actual nos interpela hoy, de manera dolorosa, como responsables del sistema humano. Se nos dio la libertad de construir a nuestro antojo el mundo social. Nos fue dado el atributo de diseñar un sistema de convivencia regido por nuestra razón. Se suponía que debía ser justo, se suponía que debía procurar el bien común. Esa era la única tarea que teníamos, pero visto lo visto parece que la hemos malogrado. La crisis del Covid-19 ha puesto en evidencia el resquebrajamiento social en el que vivimos casi de manera indiferente. La desigualdad que hoy se manifiesta nos dice, con un grito desgarrado, que como seres sociales hemos fracasado. A las miles de familias en situación de vulnerabilidad que ya en Colombia había dejado el conflicto armado (por hablar solo de nuestro país) se le suman durante esta crisis aquellas con condiciones precarias de vivienda que no tienen dónde guardar la cuarentena con un mínimo de dignidad y los millones de trabajadores informales que quedan sin sustento ante las circunstancias. Las violencias que llevamos años permitiendo y normalizando aprovechan el confinamiento para hacer de las suyas. El llamado al cuidado mutuo que se hace ahora había sido desatendido durante años por los ciudadanos y los Estados, y nos enfrentamos a que hoy sea ya un poco tarde para poder ofrecer la respuesta necesaria.

La cura para el virus está aún lejana. Sin embargo, tenemos a nuestro alcance la cura para los males sociales que la crisis ha develado: la ética pública. Aquel concepto utópico, que se descartaba en ocasiones por romántico o que era relegado al último lugar en las agendas de gobierno, se convierte en la actitud ineludible para afrontar la crisis y la única estrategia segura y certera para diseñar políticas públicas que estén a la altura de la situación. Es imperativo comprender qué es ética pública hoy.

Ética pública hoy es solidaridad en el sentido radical de la palabra. Es privarse de la libertad propia para cuidar a los más vulnerables. Es compartir los bienes de manera equitativa para garantizar que a nadie le falte nada. Es mirar a los próximos y los no tan próximos por primera vez, de pronto, como protagonistas de las decisiones que antes tomábamos con criterio individual y muchas veces egoísta.

Ética pública es hoy, más que nunca, el uso responsable y transparente de los recursos y los bienes públicos. Es no descansar en el esfuerzo por garantizar derechos a todos los ciudadanos y actuar de manera oportuna frente a los posibles intentos de corrupción que puedan surgir en el marco de acción del Estado. Hoy más que nunca, corresponde a las entidades públicas extremar las medidas que permitan proteger los recursos que con tanto esfuerzo se están consiguiendo para atender las diversas crisis y a la ciudadanía, llevar a cabo una veeduría aguda y responsable del uso de los recursos públicos por parte de los políticos y gobernantes.

Ética pública es comenzar a pensar en clave social; esto es, considerar la cadena de consecuencias que nuestras acciones tienen en los otros y en el conjunto de sociedad. Debemos desaprender infinidad de prácticas orientadas a la búsqueda del bienestar individual. Hemos de aprender, tal vez por la fuerza, que la libertad implica siempre contar con el bienestar de los demás.

Ética pública hoy es cuidado mutuo y responsabilidad para contener daños que hace años amenazaban con llegar y que se arrojan sobre nosotros de forma súbita y nos encuentran desprovistos de las habilidades sociales que requieren una respuesta efectiva. Es autocuidado para cuidar a nuestros mayores y generosidad para cuidar a los más necesitados.

Ética pública hoy es conectar desde la compasión. La vulnerabilidad humana queda en evidencia en esta coyuntura. Frente a la crisis, todos somos vulnerables. Algunos por su edad, otros por su actividad económica, otros por su oficio y vocación, muchos otros por el abandono social y el abuso de unos cuantos poderosos. Es comprender que esa vulnerabilidad no nos es ajena y que tarde o temprano esta crisis nos afectará a todos.

Las acciones éticas a las que nos convoca la crisis del Covid-19 no dan espera. La avalancha de iniciativas para contenerla son una luz de esperanza. Personal médico sacando a relucir su compromiso vocacional y trabajando sin descanso en su labor de atención y cuidado; iniciativas colectivas de ayuda comunitaria; redes internacionales para preparar y proveer las condiciones necesarias para una respuesta suficiente de los sistemas de salud; ciencia, tecnología e innovación trabajando día y noche para encontrar soluciones a los problemas más serios -desde la vacuna contra la enfermedad hasta el diseño de estrategias de contención de la inminente crisis económica-; maestros procurando la continuidad de la educación por medios virtuales y ciudadanos procurando que aquellos que no cuentan con equipos tecnológicos no se queden por fuera; padres asistiendo a sus hijos sin descuidar sus obligaciones laborales; funcionarios públicos haciendo incontables esfuerzos para garantizar la presencia del Estado en las regiones y para orientar las acciones a respuestas prontas y efectivas. Es la ética pública en todo su esplendor.

Si bien la coyuntura excede con creces nuestra capacidad, y ronda también en el ambiente la irresponsabilidad y la ceguera social, el balance a la fecha es más positivo que negativo. La crisis nuevamente aparece para salvarnos. Para recordarnos que somos seres sociales por naturaleza y que nuestra única opción ahora es actuar en consecuencia. Nos da la oportunidad de repensar dinámicas económicas, políticas y sociales que, no sin antes pasar por una mala época, prometen el surgimiento de una nueva dinámica para la humanidad, más respetuosa, más comprometida, más solidaria y, por fin, más ética.