“NO CONOCÍA a la otra Colombia, la de los indígenas que abandonan sus resguardos por diferentes circunstancias y porque los niños son los más afectados de la realidad que viven”.
Quien habla es Nieves María Navarro Mejía, una joven patrullera y psicóloga de la Dirección de Carabineros y Protección Ambiental de la Policía Nacional.
Oriunda del municipio de La Gloria, en el Cesar, la uniformada en diálogo con EL NUEVO SIGLO afirma que “escasamente sabía dónde quedaba el departamento del Vichada al revisar el mapa de Colombia. Y, hoy estoy aquí, afrontando diferentes emociones encontradas de rabia, impotencia, pero también de alegría”.
“Cuando digo que experimento alegría, es porque los niños indígenas me abrazan y no quieren que los deje por nada del mundo. Igual les ocurre a los otros Guías Caninos. Nosotros vemos a los niños como a nuestros propios hijos. Yo no tengo hijos, pero sí una sobrina y por esta razón veo a los jovencitos nativos como si fueran mis propios hijos”, expresó.
Según la uniformada en la capital del Vichada se encuentran siete grandes asentamientos aborígenes que viven en precarias condiciones, tras abandonar sus resguardos por la pérdida de sus tierras, sus territorios y recursos, esto debido al desarrollo y a grandes empresas que adquieren miles de hectáreas, así como a las acciones de grupos armados, el narcotráfico y otras circunstancias.
Explicó Navarro que otros indígenas migran a las zonas urbanas en busca de una vida mejor, “pero se estrellan con la realidad, sufren procesos de transculturización y adoptan las costumbres de los blancos y colonos e incluso se embriagan sin control”.
De acuerdo con la patrullera, muchos indígenas vinieron del otro lado del río Orinoco, porque la situación económica y social se volvió difícil en Venezuela. “Para ellos no existen fronteras. Llevan muchos años en el Vichada y esperan, como los demás, conseguir reconocimiento del Estado”, sostiene.
Muchas etnias
La psicóloga afirma que en Puerto Carreño y en su zona rural se encuentran varias etnias, entre ellas de los pueblos Panare, Sikuani, Amorúa, Piaroa y los Guahíbo o sikuani o jivi o jiwi.
Recientemente, la Seccional de Carabineros y Protección Ambiental acompañó a la comunidad Kanalitojo durante la recuperación de su territorio ancestral luego de un fallo judicial que ordenó la restauración de sus derechos territoriales que habían sido vulnerados. “Nosotros les préstamos seguridad rural”, indicó Navarro.
“Lo difícil es que cada asentamiento tiene su propia cultura, de acuerdo con su etnia. Nosotros estudiamos su historia, sus costumbres y su forma de vida, para llegar con nuestra oferta institucional y de acompañamiento para fortalecer sus valores y que no pierdan su lengua y su cultura y la cosmovisión que tienen sobre la madre tierra”, indicó la uniformada.
Comentó que se va a esos lugares con equipos de Infancia y Adolescencia, el Grupo de Derechos Humanos, el Grupo de Carabineros y Guías Caninos.
“Siempre que vamos a los asentamientos llevamos actividades lúdicas y recreativas para brindarles a los niños espacios de alegría, sonrisas y diversión. Al mismo tiempo, buscamos crear conciencia para que no puedan ser objeto de ninguna clase de explotación sexual o comercial”, afirmó la patrullera.
Señaló que “mediante estas actividades con nuestros niños queremos rescatar sus principios y valores, les damos a conocer sus derechos y deberes y los programas de socialización, entre ellos la Policía Cívica, que es integrada por los menores indígenas”.
“Nosotros aquí manejamos el grupo de la Policía Cívica Infantil, integrado en su gran mayoría por niños indígenas del asentamiento La Bendición. Buscamos que no olviden sus orígenes, que sus padres vienen de determinada etnia. Muchos de ellos ya están perdiendo sus lenguas indígenas, porque ya casi no las hablan”, relata.
Aseguró que “nosotros con la Policía Cívica Infantil nos enfocamos en el componente cultural, sus tradiciones y, en general, en que recuperen todas las enseñanzas de sus mayores y sigan luchando por mantener vivas sus costumbres, sus vivencias y que jamás desaparezcan. Les insistimos en que no pierdan sus cantos y rituales, como el rezo del pescado, el ritual de Itomo y sus danzas tradicionales”.
Según Navarro “con la Policía Cívica Infantil buscamos que también los niños y los adultos conozcan de los derechos de los animales vertebrados, como seres sintientes, que no son cosas, y por esta razón deben recibir protección contra el sufrimiento y el dolor, en especial, el causado directa o indirectamente por los humanos”.
Sobre lo que siente al hacer este trabajo con los resguardos, Navarro explicó que “no hay nada mejor que ver alegres y felices a los niños, porque cuando se dan cuenta de que vamos para su asentamiento saltan de la emoción, corren de un lado para otro y luego nos abrazan. Además, nosotros siempre les llevamos un refrigerio o un pequeño detalle que para ellos es suficiente y muy importante. Aquí los niños quieren a los policías, les tienen confianza y nos respetan. Siempre que nos ven, nos saludan y nos abrazan”.
Problemáticas
Pero no todo es alegría. También hay problemáticas. En cuanto a la interacción entre los grupos poblacionales, la uniformada insistió en que “muchos de los aborígenes que están en los asentamientos adoptan las costumbres y la cultura de los blancos o colonos, como ellos llaman a los habitantes de Puerto Carreño. Uno de los hechos que se refleja en ellos es el tema del alcohol, es triste verlos ingiriendo cunchitos de cerveza hasta embriagarse de esta forma y los casos de mendicidad. Esta situación nos duele a todos”.
Para esta patrullera las vivencias y experiencias de vida de su trabajo en esta zona del país son muchas y fructíferas. “Aquí aprendí que Vichada significa en la lengua indígena “guahibo”, donde la sabana se convierte en selva. Nuestro trabajo con los niños, sus padres y autoridades indígenas es contribuir a mejorar sus condiciones de seguridad, la participación activa de los Guías Caninos en la mediación policial y resolución de conflictos. Es decir, le aportamos al tejido social y procuramos estar siempre cerca de esas comunidades”.
En cuanto a temas ambientales, compartió que “… nosotros respetamos el tema de la cosmovisión que abarca las creencias, el origen, el sentido de la vida, la estructura, el destino del universo y la madre tierra. Y porque ellos sacan de la naturaleza algunas plantas para producir sus medicinas y llevar a cabo algunos tratamientos para enfrentar quebrantos de salud”.
El acercamiento con las comunidades requiere tacto. “… Primero hablamos con los capitanes de la etnia, luego con los padres y, finalmente, con los niños. Les contamos que hay leyes que los protegen, que cuentan con derechos, que los niños deben estudiar y que el ICBF también los ayuda. El hospital también les hace brigadas de salud porque mueren niños por desnutrición”, sostuvo.
“Cuando decía que tengo sentimientos encontrados de rabia y de frustración, es porque no tenemos más recursos para ayudarlos, porque en los asentamientos ellos viven en sus malocas, en casitas con tablitas y plásticos, y creería que no son las condiciones para vivir de un ser humano. Salvo, en La Bendición, ellos están mejor organizados”, narró la patrullera.
Reiteró que “sería bueno que volvieran a sus resguardos, pero con ofertas institucionales, de los ministerios del Interior y de Agricultura, para que puedan trabajar en la agricultura para su subsistencia y que puedan sembrar la yuca brava, el plátano, el ñame, el frijol, batata, mapuey y otros productos agrícolas. También frutas como la piña, guama, papaya, cítricos, condimentos y sus plantas medicinales. Necesitan acompañamiento y no regalos”.
Según Navarro no se puede ir fácilmente a los resguardos que están distantes de Puerto Carreño, porque las carreteras son terciarias, sin pavimento y cuando llueve no se puede transitar. Además, cuando hay verano no se puede navegar en algunos sectores del río Vichada y su afluente el Muco, que desemboca en el Orinoco.
Con retribuciones y frustraciones, lo cierto es que esta patrullera está enamorada de su trabajo con las comunidades indígenas y siente que tanto ella como la institución hacen un trabajo muy importante para mejorar sus condiciones de vida sin afectar sus saberes y procederes ancestrales.