Enfermeras, camilleros y médicos de la misericordia se dieron cita para dar una medicina y transformar el dolor
_______________________
Escuchar el estremecedor relato del infierno de quienes vivieron la intensidad del conflicto armado colombiano, en las voces de algunos de sus protagonistas, es la apuesta que el Hospital de Campo propone como una alternativa para crear tejido social.
Durante dos días, cerca de 100 personas entre los que se encontraban periodistas, sacerdotes católicos, víctimas y ex victimarios del conflicto armado colombiano, se reunieron en Subachoque, por invitación del Cardenal Rubén Salazar Gómez, el Nuncio Apostólico en Colombia, Monseñor Ettore Balestrero, Monseñor Oscar Urbina y la Fundación Victimas Visibles.
Las inspiradores palabras del Papa Francisco en la Homilía en Roma, el 5 de febrero de 2015, donde declaró que: “Esta es la misión de la Iglesia: curar y cuidar. Algunas veces he hablado de la Iglesia como de un hospital de campaña. Es verdad: ¡cuántos heridos hay, cuántos heridos! ¿Cuánta gente que necesita que sus heridas sean curadas? Esta es la misión de la Iglesia: curar las heridas del corazón, abrir puertas, liberar, decir que Dios es bueno, que Dios perdona todo, que Dios es padre, que Dios es tierno, que Dios nos espera siempre”, hicieron mella en el corazón de Diana Sofía Giraldo, directora de la Fundación Víctimas Visibles, quien se comprometió con su labor a curar las heridas del alma de todos los colombianos.
En palabras de Giraldo, “necesitamos primeros auxilios espirituales. Estamos cansados de la violencia, con hemorragias del alma, las heridas aún abiertas y mucha sed de amor. Es tanta la sangre derramada en Colombia, que este dolor no puede seguir siendo inútil.” Según cifras del Centro Nacional de Memoria Histórica en Colombia, entre los años 1958 y 2012, el conflicto armado ha causado la muerte de 218.094 personas. Cantidad que no contempla las víctimas que ha dejado el conflicto a lo largo del tiempo y el sufrimiento que se ha esparcido a lo largo del territorio colombiano. Esto ha generado una sociedad llena de rencor, odio, dolor y angustia, entre otros sentimientos.
Hablar y escuchar para sanar
Cambiar estas emociones que gobiernan los corazones, en busca de una sociedad de paz y amor no es tarea fácil. El método de diagnóstico que utilizan para el proceso de reconciliación es el “Apostolado de la Oreja”, basado en la propuesta de Su Santidad de practicar la escucha a quien sufre o necesita contar su historia como una forma de liberar su miedo, culpa, vergüenza y dolor, sin juzgarlo, señalarlo o condenarlo.
Este espacio de reconciliación presenta la oportunidad para que cada uno de los actores del conflicto, narre su testimonio, para que entre cada uno de los participantes se llegue a un consenso, en el que la misericordia, la sanación y el perdón mandan la parada. Según Pastora, una de las “Enfermera de la misericordia”, término acuñado a las víctimas del conflicto, lo importante es pensar en el otro y entender que todos somos humanos y cometemos errores.
Invitando a buscar a Dios y su amor, Monseñor Ettore Balestrero cuenta que “nuestras experiencias nos hacen el camino al que todos podemos recurrir como Hospital de Campo. No es solo hablar de reconciliación, sino vivirla. Empezar por la pequeña reconciliación de nuestras víctimas, para que se pueda lograr la reconciliación del país.”. Además, nos recuerda que cuando creemos imposible perdonar, “Dejemos que el señor perdone dentro de nosotros, dejemos que él aguante dentro de nosotros, hay que dejarle espacio a él, para que él haga lo que para nosotros no es posible”.
Los testimonios
Las narraciones son sorprendentes y puede llegar a parecer increíble, la forma en que se interconectan los diferentes testimonios, casi como si fuera milagroso conocer de primera línea los testimonios de cada una de las partes involucradas. Cada una de estas muestra la humanidad de cada uno de los involucrados, con sus miedos, sus sueños, sus deseos, sus culpas y las decisiones que los llevaron a estar de un lado u otro en la historia.
Mauricio, camillero de la misericordia, término utilizado para los ex victimarios desmovilizados y reinsertados, contó como desde muy niño entró a uno de los grupos armados, y cómo esto terminó por herirlo a él y a su familia. Mientras cuenta su historia, se puede apreciar el arrepentimiento, la culpa y la vergüenza que siente por todas las cosas que hizo. Mauricio dejó el grupo con la ayuda de un sacerdote que nunca se rindió con él y lo ayudó a retomar su vida.
El Sargento Lasso, enfermero de la misericordia, contó su historia cual biografía, de una manera tan cordial que el espectador se apersona de ella. No solo expresó sus sueños, sus miedos, sus vivencias, sino el humor que lo ayudó a sobrevivir a su cautiverio. En palabras de Lasso ser enfermero es sanar heridas, no solo las de otros, sino también las propias.
Los quirófanos o salas de cirugía del Hospital de Campo, permiten tocar los corazones de cada uno de los asistentes, transforman los dolores, al abrir las mentes, al salir de las creencias preconcebidas y al confrontar la verdad.
Con un nido simbólico de cigüeñas modernas, de esas sedentarias que ya no quieren volar y hacen sus nidos con basura, se regala el sufrimiento de Colombia. Cada uno de los pacientes dona su dolor, los desperdicios, las lágrimas, los pecados como un cuenco de un nuevo nacimiento.