Investigación e interpretación de la gesta de Bolívar | El Nuevo Siglo
AFP
Domingo, 13 de Octubre de 2019
Alberto Abello
Santander y Páez, convertidos en verdaderos sátrapas, lo siguieron en la causa por la libertad pero nunca compartieron su visión del nuevo orden político e internacional que éste plantea.

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En la media que se avanza en la conmemoración del Bicentenario de Colombia, comienzan a aparecer las crónicas de los que pretenden desconocer la gloria y las hazañas del Libertador Simón Bolívar. Ya no son los antiguos monárquicos o descendientes de estos los que lo critican, sino también los republicanos de nuevo cuño, como los supuestos historiadores que no entienden la evolución de las naciones americanas y sus grandes contradicciones.

En anterior escrito hablamos de unos pocos de sus detractores que a conciencia denigran del padre de la Patria. No nos hemos referido esta vez a los que se valen de la novela para intentar tergiversar la memoria del héroe, resguardados en aquellos que a la inventiva del novelista todo le es permitido, incluso desvirtuar los hechos más conocidos y disfrazar sus personajes como les venga en gana. Otra cosa son los escritos de los grandes historiadores y antropólogos, como Robert Graves, que redescubren el pasado acudiendo a los fuetes documentales esenciales.

Es de anotar que a lo largo de estos escritos hemos insistido en señalar que se trató de una doble guerra civil, primero en España, entre los partidarios de los Borbones y los de José Bonaparte o mejor del Emperador Napoleón, conflicto que después se extiende por cuenta de la acefalia del poder a nuestra región, en donde inicialmente disputan los partidarios de Fernando VII, con los que prefieren entenderse con Napoleón, heredero de la revolución francesa y creador de una nueva monarquía, en tanto unos pocos, como Bolívar, ven la oportunidad de forzar la independencia y consolidar un gobierno democrático.

Así como hemos destacado que Bolívar, al contrario de los que sostienen los que han querido presentar su gesta como irresistible y con un respaldo de la voluntad popular mayoritario desde el comienzo, se encontró con enormes dificultades para conseguir sus objetivos. No había en Hispanoamérica una experiencia de gobierno democrático aunque en las instituciones del Imperio permitían ciertos avances que no existían entre los pueblos de origen anglosajón ni francés en el Nuevo Mundo. Los criollos apenas ocasionalmente conseguían entrar a la burocracia del Imperio, incluso hasta alcanzar al final cargos como el de regentes en España. Tampoco se consiguió que con la Constitución de Cádiz se convirtieran en españoles los criollos, que lo eran sin los mismos derechos de los de la península.

Algunos sostienen que, si Napoleón no invade a España, no se hubiese dado la Independencia. Esas son hipótesis, puesto que como hemos visto ya Miranda acariciaba desde hacía varios años la posibilidad de ir a una guerra de liberación con el apoyo de Inglaterra y otras potencias. Además, en Portugal que sufre el asalto de las tropas de Napoleón, el rey huye a Brasil y allí consolida el Imperio, hasta avanzar a un final cívico de la monarquía que da paso a la República, por cuanto se tenía el ejemplo de las Trece Colonias en Estados Unidos y el de Haití.

Sabemos que el modelo económico autárquico comenzaba a hacer agua y que lo que determinó el apoyo inglés a nuestra causa, fue precisamente el bloqueo continental de Napoleón, que, al perder la guerra en Waterloo, les deja las manos libres a los ingleses para moverse por mar y combinar el comercio con las altas finanzas en torno a los nuevos gobiernos que surgen de la emancipación. No se trataba tanto de un apoyo doctrinario de la potencia colonialista por excelencia, sino más bien de un triunfo de su notable diplomacia y las altas finanzas, para innovar en tiempo de crisis.

La crítica al sistema de gobierno en el Imperio Español en América, no siempre es objetiva. Por ejemplo, se suele olvidar que expertos como Humboldt sostienen que los campesinos en la Nueva Granada tenían una mejor calidad de vida que sus pares europeos de la misma época.

En gran medida la carga de Bolívar contra España obedece a que sostiene que los criollos no tenían una verdadera oportunidad de ejercer el poder, ni de conseguir el prestigio ante los pueblos que da el ejercicio del mismo, dado que lo gobernantes solían ser peninsulares, como los obispos, los togados y los altos militares. Por lo que el debate sobre si nuestra región estaba madura para la libertad, que todavía algunos sostienen, no viene al caso, más en cuanto Bolívar y Sam Martin, junto con Sucre y otros próceres, demostraron con hechos que eran capaces de vencer a peninsulares y criollos que estaban a favor de la corona.

Lograda la libertad por medio de la espada se plantea el tipo de gobierno que debe prevalecer en Hispanoamérica. Es allí, en donde todavía hoy sigue la gran disyuntiva. ¿Los soldados que, capitaneados por sus héroes, varios de estos descendientes de antiguos conquistadores, alcanzaron la gloria de las armas, deben gobernar o hacerse a un lado?  Es cuando los bartolinos forman un poderoso partido con Santander, que instintivamente busca prevalecer por medio de elecciones, la sagacidad política y el predominio en el Congreso.

El cerco legalista se abate sobre Bolívar, tejido con paciencia de fámula por los togados que lo adversan y todo lo enredan. Ese trastorno de las cosas es posible en la medida que después de la victoria de Boyacá, Bolívar y el más digno de sus generales y brillante estratega de Colombia, Sucre, se dirigen al sur a liberar Ecuador y Perú, dejando encargados del poder a dos personajes que, habiendo prestado invaluables servicios a la Independencia, que no estaban por fortalecer la Gran Colombia, ni mucho menos constituir una gran nación con el Perú y Bolivia, gobernada por Bolívar y Sucre. Se puede decir que esos proyectos magnos de esos grandes hombres despertaron la inquina insana del grueso de los politiqueros de la época.

Santander y Páez, convertidos en verdaderos sátrapas por las circunstancias y campeones del localismo miope, son notables por seguir a Bolívar en la causa por la libertad, así sea a regañadientes, sin compartir su visión del nuevo orden político e internacional que éste plantea.

La Independencia para Bolívar es la gran oportunidad de constituirnos en una gran nación uniendo parte de los trozos del antiguo Imperio Español descalabrado. Para sus aláteres es el momento para ocupar la butaca del poder local.

Es increíble que esa tendencia a la opacidad lugareña siga vigente en nuestra región, en tiempos en los cuales conmemoramos la batalla de Boyacá y la creación de Colombia, gracias a la espada del Libertador y sus esfuerzos políticos por ligar nuestros pueblos. Al igual que no aprovechemos semejante feliz circunstancia para reflexionar sobre nuestro pasado, presente y futuro en el mundo. Estamos en el mejor momento para invocar al Bolívar de la gloria y conservador, cuyo sentido de grandeza puede unirnos en torno a un Estado fortalecido y grandes metas de desarrollo. Sería el mejor homenaje en el siglo XXI al Padre de la Patria.