El Eln y las ánimas del purgatorio | El Nuevo Siglo
Representantes de la mesa de negociación del Eln y el Gobierno
Cortesía
Domingo, 3 de Septiembre de 2023
Juan Camilo Restrepo

Por Juan Camilo Restrepo

Especial para EL NUEVO SIGLO

Llama la atención que el debate sobre el Eln se haya centrado en si estaba o no fraguando un atentado contra el fiscal general de la Nación. Esa guerrilla rechaza esta afirmación, mientras que el fiscal Barbosa se reafirma en ella. Solamente las entidades competentes y el mismo transcurrir del tiempo se encargarán de decirnos quién tiene la razón.

Por el momento quisiera reflexionar sobre dos puntos del proceso de diálogos que apenas comienza. El primero es el de que una eventual paz con el Eln aparece cada vez más remota en este Gobierno. No sólo por declaraciones como las del señor Gabino hace pocos días, según las cuales el Eln “jamás entregará las armas”, sino por el cronograma mismo que se ha fijado el Ejecutivo en la mesa de negociaciones.

En conferencia que tuve oportunidad de pronunciar ante la Academia Antioqueña de Historia, hace pocos días, dije lo siguiente: “En las guerras civiles del siglo XIX la paz se hacía al terminar la contienda entre el vencedor y los vencidos. La gran diferencia entre aquellas guerras civiles y las que estamos viviendo en el S. XXI (la que se concluyó con las Farc y la que está en curso con el Eln) es que las condiciones de la paz se convienen antes de que haya una derrota militar, o sin que esta se dé. De allí que las negociaciones en La Habana con las Farc, y en el Ecuador, ahora con sedes itinerantes, son negociaciones diseñadas para construir una paz y no tanto para protocolizar una derrota.

Una reflexión que quisiera deja sobre la mesa es que con el Eln apenas se están empezando a vivir las primeras semanas del cese al fuego que por seis meses se convino entre este grupo alzado en armas y el gobierno Petro.

Recuérdese que ya se había tenido la experiencia de un primer cese al fuego por 101 días con este grupo, acordado entre 2017 y 2018 en el Ecuador, que funcionó bien. Pero estamos apenas en la primera etapa: la de un cese bilateral de fuegos y muy lejos aún de llegar al almendrón de lo que habrá de contener la negociación de paz propiamente dicha, a la que no llegaremos antes de un año o año y medio, si es que llegamos. Y esto será ya en las postrimerías de la administración Petro.

En una segunda rectificación que recibió recientemente el presidente Petro de parte de Antonio García (la primera fue cuando imprudentemente anunció el 31 de diciembre de 2022 que se había llegado a un acuerdo sobre el cese al fuego), le hizo notar que se había equivocado al mencionar a mayo de 2025 como la fecha de la aurora boreal de la paz en Colombia.

Esta fecha, dijo García, no es más que el término previsto para concluir los procesos de participación de la sociedad civil, según lo acordado en la agenda divulgada en México el 10 de marzo de 2023, pero no la conclusión de las negociaciones con el Eln propiamente dichas, como jubilosamente anunció el presidente Petro.

Interrogantes

Esta segunda rectificación que recibe el presidente de Colombia de manos del jerarca del Eln, además de mostrar la enorme improvisación en el manejo de todo lo concerniente a la “paz total”, plantea varios interrogantes de fondo.

Si mayo del 2025 es apenas la fecha límite para dar por concluidas las consultas con la sociedad civil, consignadas en los puntos 1, 2 y 3 de la frondosa agenda acordada en México; y como esta fecha es anterior, según Antonio García, a la iniciación de la discusión sobre el punto 5 de la agenda, titulado “Fin del conflicto armado”, ello significa que prácticamente lo que queda del gobierno de Petro se irá en unas agitadas movilizaciones sociales. Por lo tanto, no se alcanzará en este cuatrienio a “superar el conflicto armado y erradicar la violencia de la política”, objetivo último, tal como reza el punto 5 de la agenda acordada en la nación centroamericana.

Quizás esto es lo que quiere el Eln. Pero no el país, que aspiraría a tener unos acuerdos de paz firmados con este grupo con una antelación mayor.

Queda también por dilucidar un punto cardinal sobre el cual el Eln insiste permanentemente, a saber: que ellos son los voceros de la sociedad civil, lo cual, desde luego, no es cierto pues la sociedad civil nunca le ha dado tal mandato a esa guerrilla para que la represente.

Se ha puesto en marcha simultáneamente con el cese al fuego un proceso de consulta con la sociedad civil que girará en torno al llamado “Consejo Nacional de Participación”, que lo conforman 80 delegados y que tiene previstos foros y audiencias que se prolongarán hasta mayo de 2025. Queda por definir qué carácter tendrán las conclusiones de estos foros con la sociedad civil, sobre lo cual ha habido mucha ambigüedad: ¿Serán vinculantes? ¿O simplemente sus conclusiones serán insumos para la mesa misma de negociación?

Pero lo que es cierto es que se hará un ejercicio que copará el próximo año y medio, oyendo a cerca de 80 estamentos que han sido convocados. Esto lo debería tener muy en claro el gobierno Petro y decírselo sin vaguedades a los negociadores del Eln: que ellos no son los únicos voceros legítimos de la llamada sociedad civil.

No representan sociedad civil

En la misma conferencia de la Sociedad Antioqueña de Historia me permití recordar, a propósito de este punto, la siguiente anécdota: “Ellos –el Eln– insisten que son los auténticos intermediarios entre el Gobierno y la sociedad civil. Lo cual de entrada no es cierto. El Eln puede tener alguna influencia sobre 10 o 15 estamentos de la sociedad civil, que está formada por centenas y millares de estamentos que ni obedecen ni le reconocen ninguna autoridad al Eln.

Cuando estábamos en las negociaciones de Quito me permití decirle lo siguiente a Pablo Beltrán, quien insistía que el Eln era el representante de la sociedad civil colombiana: “Usted me hace recordar la historia de aquel rico de Envigado que al morir sin herederos dejó toda su fortuna a las ‘ánimas del purgatorio’. El juez de Envigado, con buen criterio, dictó un auto que decía, palabra más palabra menos, lo siguiente: “teniendo en cuenta que fulano de tal falleció dejándole toda su fortuna a las ánimas del purgatorio, se convoca a éstas para que en fecha tal se hagan presentes en este juzgado a recoger la herencia. De no hacerlo, la herencia pasará a ser propiedad del municipio de Envigado”.

Terminé diciéndole a Pablo Beltrán: “con su repetida cantaleta de que ustedes son los únicos intermediarios entre la sociedad civil y el Estado colombiano están cayendo en una fantasía similar a la del millonario envigadeño, que creyó tener poder para convocar a todas las ánimas del purgatorio”.

El proceso hacia la paz con el Eln, que de suyo es deseable y plausible, continúa rodeado de muchos interrogantes todavía no dilucidados, diferentes al de si están planeando o no graves atentados terroristas.

Entre estos interrogantes cabe mencionar: ¿Hasta cuándo se prolongarán las consultas con la sociedad civil y cuándo empezarán las negociaciones sobre los puntos verdaderamente cardinales de la agenda? ¿Qué carácter tendrán las conclusiones de los múltiples foros que se abren a partir de ahora y hasta mayo de 2025? Y cuando se llegue a la negociación de puntos neurálgicos, como la entrega de armas y la incorporación del Eln a la vida civil, ¿qué validez tendrán las opiniones formuladas hace poco tiempo por el jerarca Gabino?

Como se ve, apenas estamos en el principio del comienzo con el Eln.