Mario Jaramillo regresa a las librerías con La inexistencia | El Nuevo Siglo
Lunes, 7 de Diciembre de 2015

La nueva novela, con ciertas dosis de humor, se mueve en el universo de la zozobra humana

TODO PUEDE pasar en un grupo de amigos de barrio. Crecen juntos, pasan de las canicas a las fiestas bailables, pelean, se reconcilian y se confían secretos. Cuando los hay. Y todo puede pasar en la mente de un chico que descubre que la suya es una vida prestada. Que no es quien creía ser. Que, como en Plaza Sésamo, “uno de nosotros no es como los otros”.

Sobre estos temas trata la última novela de Mario Jaramillo, La inexistencia. Publicada por Taller de edición Rocca, llega a las librerías con un estilo inusual, que deleita y preocupa. Deleita por las comparaciones estrambóticas, las frases inesperadas y los diálogos entrañables. Preocupa porque es como un palo que hurga en lo más profundo de la esencia humana.

La inexistencia: ¿por qué ese título?

MARIO JARAMILLO: En el trasfondo de la novela se plantea un problema existencial. Y ese problema se puede resumir en que todos somos inexistentes. La existencia es un parapeto contra la muerte.

¿Se trata de una novela autobiográfica?

MJ:Todos mis libros en narrativa, tanto relatos como novelas, tienen elementos autobiográficos. Me parece imposible obviar una trayectoria vital y personal en la escritura de ficción.  Hay una combinación de imaginación y experiencia, en la que la primera se nutre de la segunda.

En su libro de relatos Vagabunderías, los vagos son figuras existencialistas. En “La inexistencia” regresa de muchas maneras a esa misma temática filosófica. ¿Se puede decir que ha pasado del existencialismo al inexistencialismo?

MJ: Desde un proceso de madurez intelectual, resultan probables los cambios, las evoluciones. No sé si La inexistencia es una novela existencialista, neoexistencialista o inexistencialista. Creo que el lector dirá la última palabra.  Lo que sí resulta claro es que la nueva novela, con ciertas dosis de humor, se mueve en el universo de la zozobra humana. No he dejado de pensar que el hombre es la medida de su zozobra.

La novela está redactada con frases cortas y contundentes. Muchas veces incluso impactantes. Es una forma muy diferente a la de sus obras pasadas. ¿Está experimentando con  nuevas maneras de expresión o cree que encontró su estilo definitivo?

MJ: Me gustaría  que los jóvenes también lean La inexistencia. Y los jóvenes no aguantan largas parrafadas. Les gusta leer en corto. Es la expresión oral de los nuevos tiempos. Cada frase pretende hundir al lector en una reflexión inmediata, sin que la lectura pierda fluidez.  Espero haberlo logrado.

La novela, literariamente, es experimental. He trabajado con una nueva técnica, con nuevas formas de expresión escrita. La novela va  a contracorriente. Mis obras anteriores responden a una escritura clásica, cuyo paso considero necesario si después se quiere abordar la literatura de una manera traviesa, diferente, por fuera de lo común.  No sé si La inexistencia marca para mí un estilo definitivo, pero estoy seguro de que me abre novedosas perspectivas literarias.

Una gata que organiza un juicio en el que se requisan bastones y paraguas a la entrada, una mujer del jet set que come paletas de plomo, cacatúas con sabor a descuento… La novela está llena de ideas y frases absurdas, que, sin embargo, tienen sentido dentro del contexto. ¿Qué busca con ello?

MJ: Lo absurdo de este mundo me ha llevado a imaginar situaciones aún más absurdas, como las que se leen en la novela.  La inexistencia refleja el humor de lo absurdo.

La novela se desarrolla en Bogotá en los años setenta. ¿Cómo ha cambiado la ciudad desde entonces?

MJ: En los años setenta la calle era la escuela de la vida. Los niños y los jóvenes respiraban una libertad irrepetible.  La Bogotá de hoy es una prisión. La niñez y la adolescencia están encarceladas en los conjuntos cerrados, los centros comerciales y edificios donde todo se graba. Salir de esos límites significa un peligro real. La espontaneidad ha dejado de existir.

El Capitán Haddock, ese entrañable personaje de las aventuras de Tintín, interviene con frases repentinas. ¿Las ha dicho él de verdad? ¿Qué pitos toca el Capitán Haddock en una novela para adultos en 2015?

MJ: Son frases suyas. Lo que sucede es que están redactadas a la inversa, en sentido contrario. Es parte del juego de lo absurdo. El Capitán Haddock evoca un tiempo, una época. Y, no obstante, sigue presente para las nuevas generaciones. Es un símbolo permanente. Como el propio Tintín. Lo que me extraña es que al Capitán Haddock de la actualidad le hayan quitado la pipa. Ya no fuma. Supongo que es lo que indica la corrección política.  Una cortina de humo.

¿Tiene más proyectos literarios?

MJ: Más que proyectos, tengo viva la imaginación. De ella seguramente saldrá algo. Por ahora trabajo en un par de libros de no ficción. Uno será una biografía de un personaje colombiano del siglo XIX, y el otro será una crónica, una historia de vida de un colombiano con una singularidad sorprendente.