El mundo entero es vibración, todo el universo se rige por una pulsante energía que se mueve con ritmo, sonido y silencio. En la actualidad, la musicoterapia es una disciplina muy difundida en el mundo; se utiliza para curar por medio de sonidos, se aplica tanto a lo sicológico como a lo fisiológico. Hay músicas para tranquilizar, estabilizar o alterar. Hay músicas para perturbar los estados de conciencia o para hacernos más inteligentes, más despiertos y también para mantenernos relajados.
Cruz (1998), entiende por musicoterapia, en el contexto del aprendizaje, al uso de la música con determinados fines que estimulen a los neurotransmisores endógenos del cerebro y provoquen las reacciones químicas en este de tal manera que mejoren, aceleren o favorezcan el aprendizaje.
Así pues, la musicoterapia o sonoterapia está ligada al efecto estimulante de la música que puede acrecentar o inhibir la concentración en el estudio. El hecho más notable es que la música y el sonido ejercen un influjo irresistible para el cerebro, que responde con infinidad de patrones a su estímulo. El aprendizaje no es la excepción y, por el contrario, la musicoterapia es una de las más poderosas herramientas para incentivar las habilidades del pensamiento.
Todas las civilizaciones han reconocido la influencia de la música y parece que una de las terapias grupales más antiguas que se conocen son las realizadas con los tambores, práctica ejecutada desde que existe la humanidad. Hoy su utilización se vuelve más consciente y constituye un método que según los expertos permite encontrar ritmos vitales y efectuar interacciones creativas con el grupo.
Los experimentos llevados a término por la organización Rhythm for life con enfermos de Alzheimer y Parkinson han dado resultados satisfactorios; se ha conseguido que los enfermos desarrollen nuevos patrones rítmicos y que se superen así las expectativas médicas que se tienen sobre estas enfermedades.
Cruz (1998), dice que en base a los estudios contemporáneos se sabe que la música actúa sobre el organismo, como un elemento de mucha influencia:
• Según su ritmo, acelera o disminuye el ritmo cardiaco, acelera la respiración, altera la regularidad y produce efectos variables en el pulso.
• Disminuye o retarda la fatiga, lo que significa que produce endurecimiento muscular.
• Aumenta la actividad voluntaria, es decir, por ejemplo, al esculpir, pintar, limpiar, etc., se incrementa la extensión de los reflejos musculares empleados.
• Escuchar música puede provocar cambios en el metabolismo, en la biosíntesis de procesos enzimáticos, en la actividad eléctrica del cerebro y, por ende, manipular transmisores endógenos que a su vez manejan estados de ánimo, conducta, inteligencia, memoria y creatividad.
• Todas las actividades del pensamiento se ven alteradas por la música.
• El aprendizaje puede ser estimulado o desestimulado según el ritmo musical, ya que este determina la producción de neurotransmisores.
• La música lenta y suave provoca en el cerebro la producción de dopamina, acetilcolina, noradrenalina, endorfinas, psicodélica endógena y oxitocina.
• Si la música tiene ritmo rápido y el sonido es muy fuerte, más de 90 decibeles, se produce adrenalina, hormona oxitocina en mayor cantidad y la noradrenalina se transforma en epinefrina, aumenta la endorfina y se inhibe la acetilcolina y la serotonina, se pierde la concentración y disminuye notablemente el aprendizaje.
• La música puede ser un gran aliado o un enemigo del estudio según el ritmo que se perciba.
*Editorial magisterio