El fenómeno de El Niño, que en el pasado ha dejado lamentables consecuencias, está por llegar y, por ello, desde todas las instancias y, especialmente desde casa, se deben tomar medidas para afrontarlo.
Entre las principales recomendaciones que entregan los expertos está la racionalización en el gasto de agua y energía, así como no hacer fogatas que puedan desatar incendios forestales, arrojar colillas de cigarrillos encendidas, vidrios o latas.
De acuerdo con Christian Euscátegui, meteorólogo experto y consultor en sistemas de alerta temprana, el fenómeno de El Niño lo origina “una diferencia de presión en el Pacífico sur ocasionando un debilitamiento de los vientos alisios, los cuales de forma natural son de componente Este. Al debilitarse, empiezan a prevalecer vientos del oeste en el Pacífico tropical, trayendo consigo las aguas cálidas que, normalmente están en el occidente, a las zonas central y oriental de la cuenca. Por esta razón, en muchos ámbitos un Fenómeno ‘El Niño’ se asocia con un calentamiento de buena parte del Pacífico tropical”.
Explica que “conforme con el Instituto Internacional de Investigación para la Sociedad y el Clima (IRI por sus siglas en inglés), una institución reconocida en diversos ámbitos de alta referencia frente a la predicción del fenómeno, indica que para el mes de junio una probabilidad del 62 % de El Niño, frente a un 38 % de condiciones neutrales. Para julio esa probabilidad se incrementa el 75 % mientras que para agosto y septiembre Se incrementa al 80 y 82 %, respectivamente, alcanzando de forma progresiva el 87 % en el mes de diciembre”.
“En relación con lo anterior, es altamente probable que en junio se registre una transición hacia el fenómeno y que en el mes de julio se presente el inicio del mismo. Sin embargo, es importante señalar que, por definición, para el desarrollo y consolidación de un fenómeno deben prevalecer de forma consecutiva cinco meses bajo condiciones oceánicas y atmosféricas en el umbral de lo que normalmente se registra ante un Fenómeno El Niño. Por esta razón, aunque es probable que desde el próximo mes se advierten condiciones asociadas al fenómeno solamente se oficialice su presencia hasta dentro de cinco o seis meses”, añade el meteorólogo.
Indica Euscátegui que “aunque en cierta forma la certidumbre frente a la ocurrencia del fenómeno es ahora mayor, no es posible advertir cuánto podría durar. No obstante, en caso de que continúe su desarrollo, de acuerdo con las proyecciones de los diferentes modelos internacionales de predicción, es muy probable que esté presente hasta por lo menos hasta el comienzo del próximo año”.
Implicaciones
“Generalmente el fenómeno tiene como principal efecto climático, una reducción en las precipitaciones, lo cual significa que en épocas de lluvia las cantidades son menores a las que suelen presentarse bajo una condición normal, mientras que en épocas secas o hay menos lluvias que favorecen la propensión hacia la sequía. Otro efecto climático importante es el aumento de las temperaturas máximas”, señala.
“Dicha incidencia se siente de manera particular en regiones Andina, Caribe y Pacífica, aunque para esta última región no sea tan perceptible, dados los volúmenes significativos que se presentan normalmente a través del año. En algunas ocasiones sus efectos se extienden algunas áreas del piedemonte de la Orinoquía. En general, para el oriente del país históricamente la señal de un Fenómeno El Niño no es tan clara”, afirma el consultor en sistemas de alerta temprana.
Agrega que “ante la persistencia de pocas precipitaciones y elevadas temperaturas, se favorece la propensión a incendios forestales, a condiciones de sequía y, por ende, a un desabastecimiento hídrico que afecta territorios y sectores productivos del país, de manera especial cuando persisten diferentes factores que mantienen o incluso incrementan la vulnerabilidad”.
¿Está Colombia preparada para afrontarlo? “Desde el año 2012 el país cuenta con la ley 1523 la cual ha permitido una mayor organización del Sistema Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres. La normatividad y la definición de roles y funciones en el contexto de las entidades que hacen parte de los procesos de Conocimiento y Reducción del Riesgo y el Manejo de Desastres, así como el avance progresivo que ha habido en los diferentes planes desde el ámbito nacional y territorial apuntan a que podemos estar mejor preparados”, indica.
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“Las diferentes acciones en función de la reducción del riesgo de desastres que se han desarrollado en las últimas décadas frente a eventos extremos, para el caso asociados a condiciones secas o de menos lluvias, deberían ser en cierta forma las que determinen o juzguen si hemos logrado el objetivo de prevenir”, expresa.
Asevera que “no obstante es importante mencionar que los incendios forestales son en cerca de un 95 % o más ocasionados por actividades antrópicas, situación que hace complejo que no se presenten estos fenómenos en temporada secas y más aún cuando hay una persistencia a dichas condiciones por la presencia de un fenómeno como El Niño”.
“Ahora bien, en desabastecimiento hídrico, es un tema que aún representa cierta complejidad para el país de manera particular en los territorios en donde hay limitaciones. De hecho, las temporadas regulares de menos lluvias o secas en algunas zonas del país ya ponen en aprietos a muchos municipios del país en donde la infraestructura en el servicio de acueducto es limitada. Lógicamente ante un Fenómeno El Niño se exacerba esta condición y se extiende a otros municipios en donde dicha infraestructura suele tener ciertas dificultades”, dice Euscátegui.
Frente a las acciones que deben tomarse para prevenir sus efectos, el meteorólogo manifiesta que “será muy importante adelantar con suficiente anticipación todas las actividades de preparación para la respuesta eficaz ante la probable ocurrencia de los fenómenos referidos. En esa medida se deben realizar campañas de socialización frente al manejo adecuado del recurso hídrico. Así mismo, será importante concientizar a la comunidad sobre el incremento en la amenaza por incendios forestales con el fin de que se limiten las actividades antrópicas que incluyen el manejo del fuego. En los diferentes niveles territoriales será también muy importante divulgar de manera oportuna, información en torno a los posibles efectos sobre la producción agropecuaria durante los meses venideros”.
Recuerda que “la mayor implicación sin duda se asocia con un incremento notorio de los incendios forestales, más allá de que como se ha advertido es en alto porcentaje producido por el hombre, pero que lógicamente ante cualquier conato de incendio, se suele propagar rápidamente ante una vegetación acartonada y ante la persistencia de temperaturas altas”.
“La sequía y el desabastecimiento hídrico suelen incrementarse en especial en temporadas secas o en menos lluvias. De igual forma, en estas mismas épocas es probable que se incremente la propensión a heladas en zonas de los altiplanos lo cual suele dejar daños y pérdidas a nivel agrícola”, asevera.
Para Euscátegui, el ciudadano del común puede ayudar para que los efectos no sean devastadores “evitando actividades ligadas al manejo del fuego. De igual manera, realizar un manejo óptimo, adecuado y racional del recurso hídrico y un buen manejo de los residuos”.
En cuanto al fenómeno de El Niño más fuerte, el experto señala que “en términos de intensidad, lo cual está en función del valor de las anomalías de la temperatura superficial del mar, el Fenómeno Niño 1997-1998 ha sido el más fuerte, seguido muy de cerca del Fenómeno Niño 2015 - 2016. En términos de los efectos e impactos para el país son dos eventos que dejaron una afectación importante en diferentes territorios y sectores socioeconómicos”.