Perspectiva. Cultivos de olivo en España se están muriendo de sed | El Nuevo Siglo
LA FLORACIÓN del olivo empieza entre mayo y junio, pero la sequía es su mayor enemiga. /Fotos Europa Press
Sábado, 13 de Mayo de 2023
Redacción Medio Ambiente

Después de sobrevivir por más de 20 millones de años, el olivo está a punto de marchitarse, justo en la época de floración (entre mayo y junio) ante la sequía que azota a España.

Se supone que este árbol, cuyo aceite trae grandes beneficios a la salud, resiste a todos los climas, pero las pocas lluvias caídas en los últimos días en el país ibérico, hacen temer una “catástrofe”.

España, que es el primer productor a nivel mundial, ya tuvo un año duro en 2022 y se proyecta que para el sector este 2023 pinte peor.

“Casi no ha llovido desde enero. Los suelos están muy secos”, se lamenta Cristóbal Cano, secretario general de la Unión de Pequeños Agricultores de Andalucía, cen tro neurálgico de la aceituna española, en el sur del país.

Propietario de 10 hectáreas de olivos en Alcalá la Real, Cano no había sido testigo de una situación tan desesperada en sus dos décadas de experiencia.

“Si esto no cambia de manera radical en las próximas semanas, va a ser una catástrofe”, advierte.

Según la Agencia Estatal de Meteorología española, las precipitaciones acumuladas desde el 1 de octubre han sido un 25 % inferiores a lo normal en el país, pero 50 % inferiores en gran parte de Andalucía, donde los embalses de agua están a 25 % de su capacidad.

A la pronunciada falta de precipitaciones se añadió a finales de abril una muy temprana ola de temperaturas extremas, que dejó el récord absoluto para un mes de abril en España peninsular de 38,8ºC, en Córdoba, Andalucía. Una temperatura digna de un mes estival como agosto.

Ese fenómeno “ha coincidido con la floración” de los olivos, señala Rafael Pico, director de la asociación de productores y exportadores Asoliva, que teme que las flores se sequen. Y “si no hay flor, no hay fruto, y si no hay fruto, no hay aceite”, afirma.

“Al límite”

En España, que produce el 50 % del aceite de oliva mundial con unas exportaciones anuales de casi 3000 millones de euros (3300 millones de dólares), la situación preocupa, especialmente después de una calamitosa campaña 2022 -2023.

Debido a la falta de agua y las temperaturas extremas, la producción española de aceite de oliva se ha estancado en 660 000 toneladas, frente a los 1,48 millones de toneladas de 2021 - 2022, una caída del 55 %, según el Ministerio de Agricultura.

Y este año el escenario podría repetirse. “Viendo las previsiones meteorológicas, casi es una evidencia ya: va a ser otro año negro”, se queja Rafael Sánchez de Puerta, director general de Dcoop, principal cooperativa olivarera en España.

Una situación que podría acabar con numerosas explotaciones agrícolas. “Un año difícil, lo podemos superar. Es algo natural del cultivo. Pero dos años consecutivos, va a ser un desastre. Muchos están ya al límite”, dice el empresario.

Compra de máquinas, pago de salarios, devolución de préstamos... Para mantener su actividad, “los agricultores necesitan liquidez”, subraya Rafael Pico, quien recuerda que en España mucha gente vive de la producción de aceite de oliva.

Escalada de precios

Para los consumidores, el panorama también es sombrío. “La referencia del precio mundial del aceite de oliva depende en gran parte de España”, recuerda Rafael Pico.

En los últimos meses, el precio del aceite de oliva ha ido en aumento.

“A mediados de abril, el aceite de oliva se vendía a 5800 euros la tonelada, mientras que en enero de 2023 estaba a 5300 euros” y “a 3500 euros en enero de 2022”, explica Fanny de Gasquet, de la empresa de corretaje especializada en aceites vegetales Baillon Intercor.

Una tendencia que probablemente continuará. En Andalucía, los olivos jóvenes no tienen “raíces suficientemente desarrolladas para sacar agua” de la tierra profunda, por lo que “habrá pérdidas”, con un impacto en la producción por “dos o tres años”, vaticina De Gasquet.

Ante este panorama, el gobierno español rebajó el IVA del aceite de oliva del 10 % al 5 % a finales de 2022, como parte de un plan antiinflacionario. Para apoyar a los agricultores afectados por la sequía, también ha reducido el impuesto sobre la renta del sector en un 25 %.

Unas medidas consideradas insuficientes en el sector frente a la crisis que podría llegar.

“Bajar la fiscalidad a gente que casi no va a tener ingresos, al final no le sirve mucho”, considera Rafael Sánchez de Puerta, quien pide un plan más ambicioso frente a “una sequía que está durando más de la cuenta”.

“Viejo”

El olivo tuvo su origen hace unos 20 millones de años en el Oligoceno, en lo que ahora corresponde a Italia y la cuenca del Mediterráneo oriental.

Desde hace miles de año, los humanos utilizaban las aceitunas en África, en la costa atlántica de Marruecos, para la gestión del combustible y muy probablemente para el consumo.

El olivo comestible parece haber coexistido con los humanos durante unos 5000 a 6000 años, remontándose a la temprana Edad del Bronce (3150 a 1200 a. C.). Su origen se remonta al Levante basado en tablillas escritas, huesos de aceituna y fragmentos de madera encontrados en tumbas antiguas. Ya en el año 3000 a. C., las aceitunas se cultivaban comercialmente en Creta; pueden haber sido la fuente de la riqueza de la civilización minoica.

Se desconoce la ascendencia del olivo cultivado. Se ha encontrado polen fósil olea en Macedonia y otros lugares alrededor del Mediterráneo, lo que indica que este género es un elemento original de la flora mediterránea.

El olivo es una especie presente en los paisajes de la península ibérica como un elemento más de los ecosistemas mediterráneos y de la cultura. Aunque es una especie rústica presenta también una serie de requisitos que limitan su área de distribución preferentemente a zonas de clima mediterráneo.

Es sensible a las heladas, si bien puede soportar temperaturas hasta -10 °C, aunque la resistencia al frío es una característica varietal.

Las altas temperaturas son perjudiciales, sobre todo durante el período de floración. Aunque se encuentran olivos en muy variadas zonas, parece desarrollarse mejor en áreas con una pluviometría comprendida entre los 600-800 mm/año.

Buscan fase juvenil

Un proyecto denominado ‘Florolive+’ de la Universidad de Córdoba (España) generará biomarcadores y metodologías capaces de predecir la duración de la fase juvenil del olivo, con el objetivo de encontrar una fase más corta para avanzar en la mejora genética de éste cultivo.

Para asegurar el futuro del sector es necesario contar con nuevos cultivos que, además de mantener la diversidad genética inherente al olivar tradicional, respondan a los requisitos de las nuevas plantaciones intensivas y resistan a enfermedades y cambios ambientales.

Aunque los programas de mejora genética del olivo han avanzado para crear nuevas variedades capaces de hacer frente a esas problemáticas, es muy difícil desarrollar cultivares rápidamente, debido a la larga duración de la fase juvenil del olivo, en la que el árbol no es productivo. Este período juvenil, que es el tiempo desde la germinación hasta la primera floración, puede durar entre 10 o 15 años en condiciones naturales.

El olivo muestra diferencias anatómicas y morfológicas en los órganos de la planta inherentes a las etapas juveniles y adultas de desarrollo. Además, existen condiciones ambientales que afectan directamente al tiempo que tarda un olivo en hacerse adulto. Así, la falta de nutrientes o el estrés hídrico pueden retrasar la transición de juvenil a adulto, mientras que las condiciones favorables que permiten el crecimiento vigoroso de la planta tienden a acortar esa fase juvenil.

Comprender estas situaciones y los mecanismos genéticos que controlan la transición es un requisito crucial para acelerarla y avanzar en la mejora genética. /ENS con AFP y Europa Press