“Pelea hasta con el gato”. La frase hace honor a Vicente Fernández, quien por defender el medio ambiente reprende hasta a su felino cada vez que lo ve en faenas de caza.
Esa labor en pro de la flora y la fauna en el departamento de La Guajira, le valió el ser declarado por el Consejo Directivo de Corpoguajira como guardián de las tortugas marinas.
La historia, cuenta este hombre de 46 años de edad, casado y padre de cuatro menores de siete, nueve, 12 y 17 años, inició años atrás, pero solo hasta ahora se hizo pública por liderar el retorno de una tortuga canal adulta, de aproximadamente 150 kilos, a su hábitat natural, luego de ser capturada durante sus actividades habituales de pesca.
“No pensé que lo que he hecho en muchas oportunidades con los muchachos que salimos a pescar, fuera a tener tanta repercusión ahora”, dice Vicente Fernández, quien no canta rancheras pero sí se ha hecho famoso y “en broma la gente me dice: ‘Vicente Fernández, deme un autógrafo’ o me piden que nos tomemos fotos”.
La liberación de la tortuga aconteció en la alta Guajira, en las playas de Puerto López (Uribia). “En medio de la jornada de pesca nos dimos cuenta de que el animal estaba atrapado en las redes, intentamos subirla entre cuatro personas a la lancha y no pudimos debido al peso y porque se rompieron los trasmallos. Por eso la llevamos arrastrada hasta la orilla para poder desenredarla y regresarla al mar”, explicó Vicente.
Añadió que “en la liberación participaron alrededor de 15 pescadores y habitantes de la zona, pero repito, esta no es la primera vez que liberamos una tortuga. Generalmente cuando el pescado no cumple con las medidas establecidas, es decir, es muy pequeño, lo devolvemos al agua”.
Toda una vida
El corregimiento de Puerto López, en jurisdicción municipal de Uribia, está situado al noreste de Punta Gorda, más arriba de los cerros de la Teta y Wososopo, en la zona de la Flor de La Guajira. Colinda al fondo con la Serranía de La Macuira, extremo norte del departamento. Allí habitan 45 comunidades wayuu. Puerto López es el corregimiento de la zona que condensa un mayor número de estas comunidades.
En este poblado nació, hace 46 años, Vicente Fernández, quien ha dedicado su vida a la pesca. “Eso nos ha dado siempre para comer, hemos vivido de ella, es nuestra vida cotidiana, cuando está disminuida bajan nuestros ingresos”, dijo.
La jornada es del día entero, de 6 de la mañana a 5 de la tarde; en las noches se sale a las 5 hasta las 6 de la mañana.
Añadió que “sale casi toda clase de pescado, turbina, róbalo, boquitas coloradas, son varias clases de pescado. Somos cuatro los que salimos a pescar, vecinos de la comunidad, algunos familiares porque son dos turnos”.
La lancha en la que salen Vicente y tres pescadores más se llama “El Esfuerzo” y dependiendo de cómo esté la pesca, la llenan o como ahora que “está muy bajita, recogemos por ahí unos 25 kilos, pero normalmente cuando está buena son unos 130 o 180 kilos”.
El guardián
A Vicente Fernández lo tomó por sorpresa su designación como guardián de la tortuga marina, canal o laúd (Dermochelys coriacea), que es la mayor de todas: puede alcanzar una longitud de 2,3 metros y un peso de más de 600 kilogramos.
“En mi mente y en mi corazón el liberar este animal no fue para que tuviera tanta repercusión. No es la primera vez que lo hago. Esto ha pasado con tortugas pequeñas, con la mayoría de mi pesca que no amerita la medida, siempre liberamos”, señaló.
“El ser guardián siempre lo he sido, algunas tortugas las he podido rescatar negociando con otros pescadores. El ser nombrado públicamente me ha caído muy bien, me siento alegre y la gente siempre llega a preguntar cómo es ser guardián y yo les digo que es rescatarlas y devolverlas al agua sin ningún problema”.
Pero añade que “no solo protejo las tortugas sino que hay plantas, pájaros, que hay que cuidarlos porque uno vive de la naturaleza”.
“He dedicado parte de mi vida a cuidar la naturaleza. Hace unos cuatro o cinco días rescaté una culebra machorrera, la tenían unos niños lista para matar. Les dije: aguanten, esta serpiente no hace daño a las personas y sí contribuye a que no haya mucha lagartija dañina, ayuda a mantener el equilibrio de la naturaleza, de la biodiversidad”, recordó.
Explicó que “yo ando peleando hasta con el gato que tengo en mi casa porque a veces me trae algún animalito que acá llaman el camaleón, de color grisáceo o cualquiera otro de alguna especie que pueda cazar y yo lo reprendo, él sabe cuando está mal lo que hace porque lo reprendo y suelta el animal”.
También protege los ovejos o chivos que abundan en su poblado y “los árboles que hay alrededor de mi casa, son dos hectáreas y no dejo que los corten. Prefiero no tener patio para tener a la vista la protección de los árboles”.
Vicente Fernández, quien cuando va a la ciudad y da su nombre “me miran y por juego me piden un autógrafo o una foto. Fue pura casualidad, mi abuelo es Morales y mi papá Fernández, entonces me asocian con el cantante mexicano, pero yo no canto, solo pesco y defiendo la naturaleza”.
La historia
De acuerdo con Vicente, un acontecimiento que pudo marcar su vida e impulsarlo a convertirse en guardián, no solo de la tortuga marina sino del medio ambiente en general, ocurrió cuando tenía tres o cuatro años.
“Yo la verdad no lo recuerdo. Estaba muy pequeño, pero la gente del corregimiento siempre me habla del tema porque es sorprendente que haya sobrevivido”, contó.
“Relatan en mi comunidad que me perdí. Según mis padres, a eso de las 3 de la tarde, me fui deambulando y no supieron más nada de mí. Cogí la noche en el monte, hasta el otro día me encontraron a seis horas de camino”, señaló.
Agregó que “en la comunidad dicen que fue grande la desesperación de mis familiares, hasta que unos expertos en búsqueda con huellas me encontraron levantándose el sol, a eso de las 10 de la mañana. La gente se extraña. Acá sucede mucho eso, he sido el único sobreviviente de una situación así. Atravesar piedras, tunas, arroyos, cerros, por ahí de noche”.
Vicente es el mayor de 11 hijos de José Domingo y Lucila. Alcanzó a hacer segundo grado en su comunidad y se siente bien, pero “quiero que mis hijos puedan acceder a lo que yo no pude o no tuve”.