Los diferentes linajes de esta especie -conocida comúnmente como ranita listada- estarían presentes en la región del Bajo y Medio Magdalena de Colombia, una zona en la que se sospechaba la presencia de una diversidad de estos anfibios que hasta el momento ha sido subestimada.
Además de esclarecer las relaciones evolutivas dentro de la especie Scinax ruber, el estudio pretende proponer el uso de sus linajes como indicadores del estado del ecosistema –con base en las preferencias de hábitat de cada uno de estos– y permitir que se utilicen en labores de restauración, lo que tendría importantes implicaciones en la conservación de los ecosistemas, especialmente en el ámbito actual del fracking.
Así lo describe el estudiante de Biología Nicolás Castillo Rodríguez, de la Universidad Nacional (UNAL), quien con dicho trabajo ganó una de las cinco becas que otorga el fondo de apoyo a la investigación Colombia Biodiversa, administrado por la Fundación Alejandro Ángel Escobar (FAAE).
“Nos enfocamos en el Magdalena Medio Bajo porque es un área que no se había estudiado bien, no había muchos datos disponibles de esas zonas, y además teníamos información previa de otras investigaciones que presentaban para esa área la existencia de distintos linajes que podríamos analizar”, comenta el investigador.
Esta región también fue de interés para el estudio por su amplia heterogeneidad de ecosistemas, que van desde bosques secos y húmedos hasta ciénagas y sabanas del borde, pero que se ha visto alterada y afectada por procesos relacionados con el conflicto armado.
La investigación del estudiante Castillo forma parte del proyecto que adelantan la doctora Ángela Suárez y el profesor Mario Vargas, el cual se enfoca en el análisis de la diversidad de varias especies del género Scinax, uno de los más diversos en altitudes bajas a medias y que se compone de 73 especies reconocidas, de las cuales 17 están en Colombia.
La más ampliamente distribuida es Scinax ruber, con registros para el Caribe, el norte del Chocó, el Valle del Magdalena, la Orinoquia y la Amazonia, además de Argentina, Brasil, Costa Rica, Ecuador, Guyana, Panamá, Perú y Venezuela. No obstante, estudios moleculares han identificado que este género comprende en realidad un complejo más amplio de especies que aún no se han descrito, a lo que quieren aportar los investigadores de la UNAL.
En el proyecto -todavía en curso-, inicialmente se realiza una fase de laboratorio en la que se extrae ADN de muestras de Scinax ruber, Scinax x-signatus y Scinax caprarius del Medio y Bajo Magdalena, preservadas en etanol y almacenadas en el Banco de ADN y Tejidos de la Biodiversidad Colombiana del Instituto de Genética de la UNAL, la Colección de Tejidos de la Universidad del Valle, la Colección de Tejidos del Instituto Humboldt y en la colección personal del experto Andrés Acosta, curador de colecciones de anfibios y reptiles del mismo Instituto.
Después de extraer el ADN, con herramientas moleculares de genética se obtiene y secuencia un gen conocido como 16S, el cual se encuentra dentro de la mitocondria y ha sido utilizado como un código de barras para distinguir entre diferentes especies.
“Tenemos para comparar muestras de varias localidades a lo largo de la región, no solo del Magdalena, y pensamos hacer dos salidas de campo más para completar ese muestreo”, explica el investigador Castillo, quien también realiza análisis bioinformático de las secuencias obtenidas para identificar diferentes linajes de las ranas.
“Identificamos distintos grupos, y basados en ellos hacemos una revisión morfológica”, comenta el estudiante, quien fue reconocido por la FAAE con una de las Becas Colombia Biodiversa, cuya finalidad es apoyar financieramente el desarrollo de las tesis de grado –pregrado y maestría– relacionadas con la conservación, el conocimiento y el uso sostenible de la biodiversidad colombiana.
Proyección de largo alcance
Según el jurado, “esta es una propuesta robusta y muy bien estructurada […] tiene una proyección que va más allá de la generación de conocimiento, aportando una mirada sobre los retos de gestión de la biodiversidad en el país, los conflictos socioambientales y las soluciones para el ordenamiento del territorio con base en un planteamiento metodológico juicioso, asociado con la ecología funcional y con indicadores y análisis biogeográficos”.