Hace 15 años los investigadores informaron de que el calendario de la primavera en la alta zona ártica de Groenlandia había avanzado a uno de los ritmos de cambio más rápidos jamás vistos en el mundo, pero ese patrón ha borrado por completo y, en lugar de adelantarse cada vez más, parece que el momento de la primavera ártica depende ahora de una enorme variabilidad climática, con diferencias drásticas de un año a otro, según nuevas pruebas publicadas en la revista 'Current Biology'.
"Como científicos estamos obligados a revisar trabajos anteriores para ver si los conocimientos obtenidos entonces siguen siendo válidos --afirma Niels Martin Schmidt, de la Universidad de Aarhus (Dinamarca)--. Examinamos las tasas extremas de avance fenológico en el Ártico de las que se había informado anteriormente y descubrimos que el avance direccional ya no es el patrón predominante. En realidad, la tendencia observada anteriormente ha desaparecido por completo y ha sido sustituida por una variación extrema interanual en el inicio de la primavera".
Se prevé que los cambios climáticos globales se produzcan más rápidamente en el Ártico que en lugares situados en latitudes más bajas. Para seguir esas tendencias, los investigadores de Zackenberg, en el noreste de Groenlandia, pusieron en marcha en 1996 un programa de vigilancia de todo el ecosistema. Entre un conjunto de variables del ecosistema, el programa también rastrea el momento de la primavera en función de la floración de las plantas, la aparición de artrópodos y la nidificación de las aves.
Cuando se analizaron los primeros 10 años de datos correspondientes a 1996-2005, los resultados mostraron un claro patrón de avance en todas las plantas y animales incluidos en el estudio. Por ejemplo, observaron que algunos artrópodos emergían hasta 4 semanas antes. En el nuevo estudio, Schmidt y sus colegas querían ver cómo eran estas tendencias ahora que disponen de 15 años más de datos.
Tras analizar los datos fenológicos de 1996-2020, hallaron escasos indicios de cambio de dirección en la cronología de los fenómenos, incluso aunque continúe el cambio climático. Los investigadores atribuyen este cambio al alto grado de variabilidad climática de un año a otro.
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"No nos sorprende que las tasas extremas de avance fenológico de las que informamos en 2007 no hayan continuado sin cambios --afirma Schmidt--, sin embargo, que observáramos un cambio tan consistente de la variabilidad direccional a la extrema en tantos organismos diferentes y que todo el ecosistema pareciera ahora impulsado por la variación de las condiciones climáticas, fue sorprendente".
Schmidt añade que el patrón anterior mostraba un aumento constante de las temperaturas y un descenso de la capa de nieve. Ahora, lo que ven es mucho más desordenado. El aumento de la temperatura se ha estancado, mientras que la capa de nieve fluctúa drásticamente de un año a otro.
"Algunos años casi no nieva en primavera, mientras que otros la capa de nieve se extiende hasta bien entrado el verano --explica--. Esto nos deja con un clima primaveral generalmente más cálido pero mucho más impredecible, y aquí es donde entra en juego el segundo factor que contribuye al cambio fenológico observado. Algunas especies parecen incapaces de aprovechar las condiciones más cálidas de la primavera y parecen haber alcanzado los límites de su plasticidad fenológica".
Las plantas y los animales tienen cierta flexibilidad que les permite seguir las condiciones climáticas de su entorno, explica. Las especies árticas, en particular, parecen tener un alto grado de plasticidad fenológica. Aun así, las nuevas pruebas sugieren que algunas especies ya están siendo forzadas al máximo. Por ejemplo, en los veranos cálidos no florecen tan pronto como cabría esperar. A medida que el Ártico siga calentándose, los investigadores predicen que un número creciente de especies "se desincronizarán cada vez más con las condiciones climáticas".
Los nuevos hallazgos ponen de relieve la desafortunada realidad de que la ausencia de cambios direccionales no significa que el clima sea estable. En este caso, ocurre todo lo contrario. El patrón climático muestra una amplia variación que puede estar llevando a organismos y ecosistemas enteros a sus límites. Los investigadores seguirán estudiando las respuestas específicas de cada especie a los cambios del patrón climático y sus efectos en interacciones esenciales, como la polinización. Esperan aprender cómo las respuestas de una especie individual se extenderán en cascada por toda la comunidad. Los resultados recuerdan la importancia de los estudios a largo plazo.
"Estos conocimientos sólo pueden obtenerse gracias a un seguimiento sostenido, a largo plazo y de todo el ecosistema, con un riguroso muestreo de campo durante más de 25 años en un rincón muy remoto del mundo --apunta Schmidt--. El seguimiento continuado a largo plazo es clave para comprender los ecosistemas y detectar cambios en su dinámica".