En 2019, durante un ejercicio de monitoreo de nidos de tortugas en las playas del río Tuparro, ubicado en ese parque nacional del departamento del Vichada, se registraron 252 nidos saqueados y tan solo 29 en buen estado.
Una proporción que, como explica Ivonne Rodríguez, profesional de monitoreo del área protegida, mostró la importancia del uso de las tortugas charapa y terecay por parte de las comunidades indígenas que habitan o aprovechan los recursos del parque (y que tienen permitido este uso), como también por parte terceros sin autorización para hacer este tipo de extracción.
Luego, en 2020 y 2021, los resultados del monitoreo en ese mismo tramo no cambiaron mucho: hubo, en promedio, 99 nidos saqueados y 26 activos. Sin embargo, aunque estos resultados, sumados a los de las playas del río Tomo y caño Tuparrito, demuestran que ambas especies de tortuga están sometidas a fuertes presiones, también es cierto que esta información es indispensable para establecer estrategias que disminuyan esas amenazas.
Por esto, “la idea es que en el futuro podamos trabajar con el resguardo de la etnia Sikuani en una propuesta de monitoreo y vigilancia participativa. Esto nos va a llevar, por ejemplo, a establecer acuerdos de aprovechamiento de las nidadas”, explica Rodríguez, y añade que, desde 2019, el equipo de Tuparro ha ido avanzando en un diálogo con las comunidades indígenas del territorio (piaroas, sikuanis y curripacos), con el objetivo de incentivar su participación en el manejo del área protegida.
Frente a esto, Manuel Rodríguez, profesional de apoyo de monitoreo en Tuparro de WWF, explica que los resultados del análisis de las nidadas, así como de los monitoreos de peces y ungulados (mamíferos que se caracterizan por tener pezuñas), se han ido compartiendo con las comunidades indígenas que habitan y hacen uso del Parque para construir acuerdos enfocados en el uso sostenible de los recursos.
También, se empezó a implementar de manera piloto la herramienta Smart, para el monitoreo y el reporte a escala espacial, lo que permite el almacenamiento de los datos y la transferencia de información entre los niveles de gestión de Parques Nacionales, además de la generación de informes trimestrales sobre los riesgos o presiones del área protegida, entre ellos los incendios forestales, la deforestación y los niveles de los ríos.
Todos estos avances han hecho posible que el programa de monitoreo de Tuparro, apoyado también por WWF y WCS, y orientado desde Parques Nacionales, tenga gran rigurosidad y calidad técnica. Así lo explica Hilayalit Rodríguez, gestora de Orinoquia en WWF.
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Mientras tanto, Adriana Prieto, coordinadora de cooperación de la Dirección Territorial Orinoquia, explica que el GEF/SINAP no solo ha sido indispensable para el desarrollo de los monitoreos, sino también para analizar las presiones del área protegida y establecer sus soluciones en el plan de manejo.
“Con el proyecto, se ha agilizado y mejorado la toma de información en campo, y se ha capacitado al equipo técnico. En general, el GEF/SINAP ha permitido fortalecer los procesos de conservación en las áreas protegidas nacionales, como Chingaza, Cinaruco y Tuparro, pero también acompañando los procesos de nuevas áreas nacionales, regionales y locales”, puntualiza Prieto.
El panorama
Para determinar el estado de las poblaciones de ungulados, y más específicamente de venados (Odocoileus cariacou, Mazama americana y Mazama nemorivaga), dantas (Tapirus terrestris) y cerdos de monte (pecari tajacu y tayassu pecari), se han hecho dos monitoreos desde 2015. Para ello, se han instalado 43 cámaras trampa en sitios donde se han encontrado heces, escarbaderos, dormideros y comederos. “En 2020 se hizo la segunda, y se incluyeron especies menores de consumo, principalmente la lapa, el picure y el armadillo”, explica Ivonne Rodríguez.
Los resultados han mostrado que mientras más cerca esté el lugar de monitoreo a las comunidades, hay menos probabilidad de que las especies hagan presencia allí, lo que confirma que hay procesos de cacería asociados a los asentamientos humanos. Aún así, los bosques tienen disponibilidad de recursos para estas especies que, al mismo tiempo, demuestran un buen nivel de presencia.
“Es importante decir que estos procesos no se logran sin los expertos locales, sin el personal indígena y llanero. Ellos son los que tienen el ojo para identificar los rastros por especie”, ratifica Ivonne, mientras Manuel explica que el aprovechamiento de ungulados es también un tema central en la construcción de acuerdos con las comunidades que habitan o hacen uso del área protegida.
Por otro lado, desde 2014, El Tuparro también está adelantando un monitoreo de peces, y en este participan comunidades indígenas de la etnia curripaco. “Ellos hacen su pesca, y esto va acompañado de un diálogo de saberes y una capacitación para el registro de las características de los peces, como el peso y la talla”, explica Ivonne.
“Lo que se ha visto es que en general hay buena disponibilidad del recurso. Hay un indicador que se llama captura por unidad de esfuerzo, es decir, el número de horas que se requieren para capturar cierta cantidad de pescado. Ellos dicen que hoy se requiere mucho más tiempo que antes, entonces ven una disminución en el recurso, pero aún hay una buena disponibilidad. La captura también depende de la época, el sector y el arte de pesca”.